JOSE GÓMEZ GONZÁLEZ.- Una vida dedicada a su familia, a su pueblo y al trabajo.
El empresario junto a su hermana.
La Codosera es un pueblo fronterizo donde, durante años los negocios en la raya, aunque prohibidos, se realizaban, a pesar de cuantas trabas los gobiernos de turno impusieron. Por este motivo, los negocios que se realizaban fueron uno de los ingresos que durante años impulsaron la economía local. Los industriales de La Codosera, aunque no se dedicaran al contrabando expresamente, si eran conocedores que para ganar dinero había que estar preparados, estudiar los mercados y arriesgar con precaución. Uno de los negocios que florecieron durante años en La Codosera fue el de los huevos y las aves de corral, precisamente por la proximidad de la frontera y por la facilidad con que los vecinos de la otra parte de la Raya encontraban para trasladarlos y venderlos en tierra española, donde los mercados centrales de la capital de España, a través de lineas regulares de transportes, los recepcionaban.
Ayer se ha jubilado un buen amigo, José Gómez González, propietario de la empresa Granja el Cruce, que comenzó su andadura con el negocio de los huevos, cuya semblanza más adelante les detallo.
Con su mujer y sus hijos
Con motivo del fenómemo migratorio, de La Codosera han salido muchos hombres y mujeres, emprendedores, que han triunfado en sus lugares de destino poniendo lo mejor de ellos mismos al servicio de empresas y negocios, con los cuales, se han ganado unos o contiúan en activo otros, su manera de vivir. Fueron tiempos muy duros en los cuales el futuro de la región extremeña era incierto. José Gómez fue uno de los que se quedaron, maniendo el tipo y buscando conexión fuera del pueblo con los cuales poder hacer negocios.
Marcandose un baile
Por este motivo, esta jubilación era diferente a otras, por ser uno de los pocos codoseranos que, desde siempre, ha vivido muy cerca los problemas del pueblo y la dificultades que se le presentaban cada día para poder continuar con sus proyectos.
Dirigiéndose a una de sus nietas y al público
Como amigo suyo, en este homenaje de ayer, quise elogiar su trayectoria humana y empresarial por lo que, en algo más de un folio, cuyo texto les transcribo, le exprese mi admiración y el sentimiento positivo que que me honra al ser amigo suyo.
Las palmas y los aplausos sonaban
Nos conocemos desde siempre. Juntos fuimos a la escuela de
Arriba, a la de don Andres, y allí
aprendimos las primeras letras sobre viejas pizarras enmarcadas en las que había
que borrar las tareas una y mil veces con un trapo medio sucio cuando no con la
manga de la camisa. Nos tocó vivir en
una España en la que no había casi de nada y donde protestar por algo justo
estaba mal visto. A la escuela iban los niños y niñas que querían, donde el control apenas existía. Llegabas un día, te apuntabas
en la libreta del maestro y a los que no asistían a las clases no les ponían ni falta. Sobre este asunto, cuando yo tenía 11 años, recuerdo como una mañana llegó el maestro, al que llamaáamos don Pedro el Chico, al despacho de la panadería para hablar con mi padre. El problema que exponía era que le habían anunciado la visita de la inspección provincial y que apenas tenía alumnos en la escuela con los cuales poder justificar su enseñanza, ya que la mayoría estaban trabajando. Aunque no todos trabajaban. Las calles y plazas del pueblo estaban nutridas de chavales como
nosotros que se aburrían en la escuela y preferían jugar con otros de su edad a
marro, tintajerrera, al mocho o a la raya.
Ese no fue tu caso. Con pantalón corto, dentro de la empresa
familiar, aprendistes todo lo que en la escuela no te enseñaron. Sin duda
tuvistes los mejores maestros. Estudios de mercado. Competencia. Rentabilidad.
Seriedad y disciplina.
Con este bagaje, quizás no cumplidos los doce años, como fue
tu caso, tuvistes el primer contacto con el mundo comercial. Comprar y vender.
Negociar. Cobrar. Pagar. Contar. Todo el dia contando y embalando pasaban los
días, semanas y meses. Contabas por reales, por docenas, por cuartillas, por
arrobas, por fanegas, por cajas, kilos, cuartos y cuarterones. Sin darte cuenta
ya estabas conectado a la rueda de la productividad, un mundo fascinante en el
que te movias como pez en el agua. Uno de los días mas felices de tu vida, sin
duda, fue cuando tu padre te entregó,
con el compromiso de pagarla, las llaves de tu primera furgoneta, fue
consciente que había nacido un empresario.
Los acontecimientos se sucedían mientras el mundo avanzaba en
un pueblo que, por aquellos años no había crisis, eramos un país
subdesarrollado. ¡Que te van a decir a ti de bienestar ni de carreteras,!
cuando tus primeros kilómetros, durante años, circulabas por caminos vecinales,
piedras sin alquitranar donde los pinchazos en los neumáticos eran frecuentes. Seguro
que han sido tantos los kilómetros que has recorrido que enumerar la cantidad
te seria difícil.
Con su hijo Raul, sucesor en una de sus empresas.
Incansable cuanto mayor era el riesgo, cumpliendo objetivos, aumentaba tu autoestima. Asi te
hemos visto los que hemos estado cercanos. Un luchador nato, tenaz ante las
adversidades.
Pero todo llega y, hoy, tu familia y tus amigos, nos reunimos
aquí para celebrar el fin de una etapa que has sabido cumplir con éxito. Han
sido mas de cinco décadas de trabajo casi sin parar, sin apenas vacaciones,
tratando de solucionar cuantos problemas surgían cada dia.
Con algunos de los asistentes a la comida de despedida.
Dicen que la distancia mas corta entre dos puntos es una
recta, pero en tu caso han sido muchas curvas por ti enderazadas. Ese ha sido tu saber, lograr en el mundo
empresarial lo que otros no fueron capaces de imaginar. Crear empresas,
reflotar otras y lograr beneficios. Y todo esto sin renunciar a vivir en tu
pueblo, paseando el nombre por doquier. La Codosera es un lugar entrañable,
para sus hijos y para cuantas personas la conocen. Un enclave hasta hace poco
tiempo perdido en un rincón de los mas bellos de Extremadura, un paraíso natural
desconocido para el gran publico, en el
que tu, con tus empresas desde siempre has promocionado.
Hoy comienza para ti un nuevo periodo que espero y deseo que lo disfrutes, que a
partir de ahora, le dediques lo mejor de ti a tu familia, a tu mujer, Blanca, a
tus hijos y a tus nietos. Ellos te lo van a agradecer y te puedo asegurar que,
por experiencia, ver crecer a los mas pequeños, es uno de los acontecimientos
mas gratificantes que la vida nos brinda.
Los asistentes se animaron.
Te deseo toda clase de venturas en tu nueva etapa, que si hay
personas merecedoras de ello, sin duda,
tu eres uno de los que por meritos propios te lo mereces. Muchas felicidades y
mucha suerte!!"
Su semblanza:
Desde muy pequeño José ya sabía lo que era hacer negocios, ya que en la casa de sus padres comprar y vender era una rutina diaria. Su madre tenía un comercio, especie de ultramarinos, donde se vendía un poco de todo, y su padre, con una mula de su propiedad, con la que recorría los caseríos de la Rocita, el Convento de Mayorga y cuantos cortijos encontraba en ruta, haciendo el negocio de la recova.
Desde muy pequeño José ya sabía lo que era hacer negocios, ya que en la casa de sus padres comprar y vender era una rutina diaria. Su madre tenía un comercio, especie de ultramarinos, donde se vendía un poco de todo, y su padre, con una mula de su propiedad, con la que recorría los caseríos de la Rocita, el Convento de Mayorga y cuantos cortijos encontraba en ruta, haciendo el negocio de la recova.
Nombramiento de mejor empresario de Badajoz 2013
Al igual que otros empresarios del sector, su padre, comenzô a remitir a los mercados madrileños, los artìculos que en la zona compraba. Pero a partir del año 1956 decidió dar un giro a su empresa y
buscar alternativas. Badajoz, la capital de la provincia, estaba más cerca que Madrid, un lugar con
grandes posibilidades para vender y comprar. Para poner en marcha su nuevo
proyecto, adquiriò un furgón y contrató un empleado, a Quico Manoto, Francisco Santos Rivero, como ayudante ayudante. En un primer momento el suministro de huevos fue su
primer objetivo, ya que en la capital había almacenes distribuidores, así como
grandes consumidores que los compraban al mejor postor, además de descubrir lo
que era el mercado de la Plaza Alta.
Badajoz
A la capital el furgón iba y regresaba cada día. De chofer
Agustín Gómez su padre; de ayudante cargador, Quico y de aprendiz, José, que
comenzó a viajar con doce años, nada más dejar la escuela. Madrugaban muchos,
debido a que los compradores tenían que estar en sus tiendas antes de las nueve
de la mañana, que era la hora de abrir al público. El furgón a la ida, además
de los nuevos, llevaba cantidad de sacos con otros productos para vender y
cultivados en las fincas del pueblo, frijones, garbanzos, judías verdes, fradiños, pimientos, tomates,
calabacines, ajos, cebollas, etc., etc., todo lo que fuesen artículos para
comer eran bien recibidos por los clientes pacenses. En el mercado de la Plaza
Alta, a las nueve de la mañana ya habían terminado, después le quedaba el
resto, la venta de los huevos, que había que servirlos a domicilio. José junto
a su padre comenzó a conocer el callejero de la ciudad. El furgón y venía por
una calle, por la otra, aquí si, aquí no quieren, ofreciendo una y otra vez y
el cliente reacio a comprar. Una lucha y un arte que había que ejecutar
diariamente. En almacenes, comerciantes, restaurantes, hoteles, pasteleros y
dulceras había que estar cada día, y si no, el que llegaba los vendía.
La Codosera
Cuando José tuvo la edad, se sacó el carné de conducir
y suplió a su padre en los viajes a Badajoz, mientras que en el pueblo familias
enteras emigraban a Alemania, a Suiza a
Francia, a Madrid, a Barcelona, al País Vasco, a Castellón y a otros lugares. Para el traslado de sus enseres, los emigrantes, familias enteras, contrataban los servicios de un camión y otros, con menos muebles,
una furgoneta. José no paraba de dar viajes con el furgón. A Móstoles cobraba
4.000 pesetas y a Alcalá de Henares 4.500. Como tenía que ir diariamente a
Badajoz, los traslados los hacía en sábados, aprovechando que aquel día no había
mercado. Salían después de comer y
llegaban al destino a media noche. En el furgón podía viajar el conductor y dos
personas más, el resto de familiares, si los había, utilizaban otros medios.
Cuando llegaban al destino y entraban en la casa, echaban al suelo unos colchones de los que
llevaban, y allí mismo dormían. A la mañana siguiente, le descargaban el resto
de muebles y regresaba al pueblo. Tardaba ocho horas en hacer el trayecto de
ida y otras tantas de vuelta.
En estas fechas, los negocios
familiares estaban estructurados en base a que los ingresos en efectivo iban a
una caja central, de esta forma, los dineros que ganaban los hijos que no se
habían independizado entraban a formar parte del patrimonio familiar. Durante
ese periodo, los padres pagaban y administraban los gastos de los hijos,
incluidos los de la boda cuando se casaban, que, con casa y familia propia, se
independizaban. José se casó con Blanca, y su padre lo pagó todo. Cuando vino
del viaje de novios, le habían sobrado quinientas pesetas y se la fue a devolver,
y éste le dijo que aquellas se las podía quedar, y a partir del día siguiente se
haría cargo del negocio que generaba el furgón, pero que no era un regalo, tendría
que pagarle el valor del mismo según facturas de compra. José acepto el compromiso. Se levantaba
de lunes a viernes a las tres de la mañana para estar en el mercado de la Plaza
Alta antes de las cinco, hora tope para
poder acceder al interior como vendedor,
ya que el número de puestos autorizados era limitado.
Paralelamente a su enlace
matrimonial, en el pueblo se estaba gestionado la que iba a ser su mayor
empresa, la Granja el Cruce, en principio con capital aportado por doce socios.
Uno de ellos su padre.
La Granja, en forma de sociedad,
se creó gracias a la iniciativa de
Manolo Gómez del Solar, veterinario de profesión y afincado en Pozuelo de
Alarcón, donde era asesor de unas
granjas y propietario de otras,
conociendo por tanto un mercado emergente que estaba en alza. De los doce
socios, casi todos eran familiares y amigos del veterinario, menos Agustín
Gallardo Morro, Pablo Brígido, Casildo Pulido y Agustín Gómez, el padre de
José. Este último adquiría el compromiso de quedarse sin condiciones, con la
producción de la Granja. Un compromiso en el que tuvo mucho que ver José,
asumiendo la obligación de venderlos.
La Codosera. Río Gévora
En el año 1975 muere Agustín Gómez, el padre de José, y tres años más tarde, de los
doce socios fundadores, nueve se retiran
y ponen en venta sus acciones. Solo quedan tres, Manolo Gómez, su amigo Reyes y
José que se había quedado con las acciones de su padre. Los tiempos no eran
buenos para el mercado y los tres amigos tuvieron que afrontar la compra de
participaciones. José, gracias a que un banco conocido creyó en él y le dio el dinero, pudo pagar la parte que le correspondía. Dos
años después, en 1980, compró la totalidad de las acciones y se quedó como
socio único y unas cuantas de letras por pagar en el Banco."
Estos fueron sus inicios. Despues llegarían nuevos proyectos y la expansión de su negocio estrella, "La Granja", creando una red de sucursales distribuidas por la región extremeña. Su suerte, contar con dos hijos varones incorporados al negocio, Raul y Marcos que, junto a su padre, aprendieron el oficio. Hoy ya están incorporados plenamente en la trayectoria comercial familiar, manteniendo los puestos de trabajo y creando vias nuevas de expansión. Una firma codoserana, extremeña, abierta a nuevas ideas y retos asumibles.
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Nota.- Seis meses despues de escribir este reportaje, José Gómez González falleció en su pueblo natal consecuencia de un fallo cardiaco. Descanse en Paz.
Paisaje colorista de la Raya
Estos fueron sus inicios. Despues llegarían nuevos proyectos y la expansión de su negocio estrella, "La Granja", creando una red de sucursales distribuidas por la región extremeña. Su suerte, contar con dos hijos varones incorporados al negocio, Raul y Marcos que, junto a su padre, aprendieron el oficio. Hoy ya están incorporados plenamente en la trayectoria comercial familiar, manteniendo los puestos de trabajo y creando vias nuevas de expansión. Una firma codoserana, extremeña, abierta a nuevas ideas y retos asumibles.
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Nota.- Seis meses despues de escribir este reportaje, José Gómez González falleció en su pueblo natal consecuencia de un fallo cardiaco. Descanse en Paz.