LA CODOSERA sus aceras y andenes.
En La Codosera, hoy día, sus mas de sesenta calles y plazas están perfectamente asfaltadas con sus correspondientes aceras adoquinadas. Con dichas obras, desaparecieron las antiguas calles de tierras unas, la mayoría, y empedradas las mas céntricas del casco antiguo. Empedrar calles, una tarea ardua y muy especializada que los obreros de la localidad supieron hacer durante siglos. Los famosos gorrones, materia prima con la que se trabajaba, es el nombre tal como se conoce por aquí a los cantos rodados. Gorrones y lanchas de pizarra, estas ultimas sacadas con sacrificio a pico y pala de las pedreras que existen por los alrededores. Cavar un poco en el subsuelo, no mucho, y raro es el lugar donde no se encuentras. De ordenar colocarlos y de sufragar los gastos, se encargaban los ayuntamientos, una tarea minuciosa que necesitaba abundante mano de obra. A este tipo de trabajo se le llamaba, trabajar en las décimas, por ser diez días al mes los que cada obrero, en vez de cobrar el paro, que no había, trabajaba. Con cada remesa importante de dinero que llegaba a las arcas municipales, el pueblo se animaba, las calles se levantaban y la actividad era frenética que, una vez terminada la obra, quedaba el firme perfectamente alineado, con sus vertientes, y sus regatos bien posicionados, como si de una obra de arte se tratase.
En La Codosera, hoy día, sus mas de sesenta calles y plazas están perfectamente asfaltadas con sus correspondientes aceras adoquinadas. Con dichas obras, desaparecieron las antiguas calles de tierras unas, la mayoría, y empedradas las mas céntricas del casco antiguo. Empedrar calles, una tarea ardua y muy especializada que los obreros de la localidad supieron hacer durante siglos. Los famosos gorrones, materia prima con la que se trabajaba, es el nombre tal como se conoce por aquí a los cantos rodados. Gorrones y lanchas de pizarra, estas ultimas sacadas con sacrificio a pico y pala de las pedreras que existen por los alrededores. Cavar un poco en el subsuelo, no mucho, y raro es el lugar donde no se encuentras. De ordenar colocarlos y de sufragar los gastos, se encargaban los ayuntamientos, una tarea minuciosa que necesitaba abundante mano de obra. A este tipo de trabajo se le llamaba, trabajar en las décimas, por ser diez días al mes los que cada obrero, en vez de cobrar el paro, que no había, trabajaba. Con cada remesa importante de dinero que llegaba a las arcas municipales, el pueblo se animaba, las calles se levantaban y la actividad era frenética que, una vez terminada la obra, quedaba el firme perfectamente alineado, con sus vertientes, y sus regatos bien posicionados, como si de una obra de arte se tratase.
Actuaciones folclóricas en el andén de la plaza.
En la colocación de los acerados, el ayuntamiento no
intervenía, dejando la decisión de instalar los mismos al libre albedrío del propietario de cada vivienda. De
esta manera, cada calle, cada plaza o rincón era desigual al resto de viales y, por tanto, no había dos aceras iguales. Había propietarios que se
esmeraban en colocar lanchas bien rematadas y de grandes dimensiones y otros,
simples piezas, mas pequeñas, quizás lo indispensable para que la persona que llegaba
al portal de la casa, limpiarse la suela del calzado, antes de pasar al
interior. Otros, el espacio frente a su casa, lo en cementaban y ya, algunas de las familias mas pudientes económicamente, ponían baldosas, expresando su buen o mal gusto a la hora de
adornar la fachada de su propiedad.
Cada acerado era un espacio que la dueña de la casa se
encarga de adecentar cada día dejándolo bien barrido desde por la mañana e,
incluso, se fregaba como el resto del interior de la casa. Del empedrado, desde la mitad de la calle hasta la totalidad del frente de su vivienda, la dueña de la casa era también responsable de su limpieza periódicamente.
El andén, nos dice el diccionario que es un "corredor o sitio reservado para andar". Los de aquí, se diferenciaban del acerado por ser mucho más anchos, y estaban formados por materiales muy similares, sin que el ayuntamiento de turno exigiese normas u obstáculo alguno. Normalmente estaban situados en calles anchas, plazas o recodo, espacios por donde no circulaban los carruajes. En el pueblo los hubo y unos mas importantes que otros. Por ejemplo, en la carretera, en la puerta del bar de María la Pardala, hoy Bar Cerezo, establecimiento de bar con pista de baile y también posada.
En los andenes también se bailaba y, actualmente, en el Hogar de Mayores,
El andén, nos dice el diccionario que es un "corredor o sitio reservado para andar". Los de aquí, se diferenciaban del acerado por ser mucho más anchos, y estaban formados por materiales muy similares, sin que el ayuntamiento de turno exigiese normas u obstáculo alguno. Normalmente estaban situados en calles anchas, plazas o recodo, espacios por donde no circulaban los carruajes. En el pueblo los hubo y unos mas importantes que otros. Por ejemplo, en la carretera, en la puerta del bar de María la Pardala, hoy Bar Cerezo, establecimiento de bar con pista de baile y también posada.
Fachada y andén del antiguo Ayuntamiento.
En la plaza Alta, en las puertas del Ayuntamiento, otro, con un gran andén que, por la tarde, cuando las puertas se cerraban, era el lugar donde niños y niñas organizaban sus juegos.
Plaza de la Iglesia.
Muy cerca de allí, en la otra plaza, el de la Iglesia, donde los hombres esperaban que las campanas diesen el tercer toque para entrar en el templo.
Niños de comunion en el anden de la Iglesia.
Andén de la época tal como ha llegado hasta nuestros días.
Con el progreso, algunos de los andenes han desaparecido y, con ello, hemos perdido el aire provinciano que aportaron en su fecha como lugar de encuentro
de niños, de fieles devotos o asiduos clientes a bares o comercios.