La Codosera es un pueblo que, como la mayoría de los pueblos extremeños, a
partir de los años sesenta sufrió una fuerte emigración, pasando de tener una
población censada cercana a los 4.000 habitantes hasta quedarse en los 2.337 a
finales del pasado 2013. Este fenómeno migratorio nos ha llevado a encontrarnos
codoseranos dispersos en pueblos cercanos unos y por diferentes
partes del territorio nacional los otros, aparte de los que traspasaron las
fronteras y continúan viviendo en el extranjero.
Vista aérea de La Codosera año 1974
Vista aérea de La Codosera año 1974
Esta sangría humana comenzó a notarse, primero en el casco urbano, donde
hubo calles en las cuales sus casas quedaron casi desiertas por la marcha de
todos los miembros de cada familia, y después en caseríos y casas de labor ubicadas junto a la
tierra de la que extraían los productos
necesarios para el sustento de su familia, dándose el caso que, desde siempre, ha sido de los pocos pueblos extremeños que los residentes en la población se aproximan a los que viven dispersos por la campiña. Esta forma de vivir en la actualidad es ya otra, pues la mayoría viven en el casco urbano.
Autobús de La Estellesa cargados de maletas.
Autobús de La Estellesa cargados de maletas.
Detrás de cada familias hay historias muy interesantes, desconocidas
para la mayoría de los paisanos. Con ellas nos llevamos sorpresas y a veces nos
maravillamos del progreso y desarrollo de bienestar que en sus lugares de destino han alcanzado.
De la familia Viola, de la que vamos a hablar, por suerte, aún quedan en el
pueblo algunos de sus miembros, por lo que continúan siendo muy conocidos. El
relato que os cuento se ha publicado esta semana en el diario Extremadura.com y
espero que os guste.
Puentes sobre el Gévora en el año 1933
“Jacinto Viola Fernándes se casó con Dominga Fernández . El era un portugués
de la Freguesía de San Julián del concejo de Portalegre y se dedicaba a la
agricultura, era hortelano, tenía ganado y residía en la parte alta de La Codosera, en Badajoz, sobre la frontera.
El matrimonio trajo al mundo a tres hijos: Manuel Jacinto , Juan y Gregorio .
Juan fue en vida todo un personaje: contrabandista de café, hombre especial de gran fuerza física, que sabía de todo y tenía una enorme personalidad. Vivía en la campiña de La Codosera y murió soltero porque, dicen, era una persona inteligente. Gregorio se dedicó más a las huertas, a la pequeña agricultura y al ganado. Este sí se casó, vivía en la parte de arriba de La Codosera y luego se trasladó a Alburquerque porque se dedicaba al arriendo de fincas agrícolas, fincas que arrendaba a cambio del pago de una renta y se ocupaba de la propiedad de las mismas durante un periodo aproximado de seis años. Se trataba de fincas grandes, con muchas hectáreas, mucho ganado y mucha labor.
Aurora, Angel y su cuñada Francisca.
Juan fue en vida todo un personaje: contrabandista de café, hombre especial de gran fuerza física, que sabía de todo y tenía una enorme personalidad. Vivía en la campiña de La Codosera y murió soltero porque, dicen, era una persona inteligente. Gregorio se dedicó más a las huertas, a la pequeña agricultura y al ganado. Este sí se casó, vivía en la parte de arriba de La Codosera y luego se trasladó a Alburquerque porque se dedicaba al arriendo de fincas agrícolas, fincas que arrendaba a cambio del pago de una renta y se ocupaba de la propiedad de las mismas durante un periodo aproximado de seis años. Se trataba de fincas grandes, con muchas hectáreas, mucho ganado y mucha labor.
Manuel Jacinto contrajo matrimonio con Francisca
Cardoso Piris , que era natural de la campiña de La Codosera, hija de Manuel
Cardoso Duarte y de Rosa Piris , que eran agricultores y que además de
Francisca llegaron a tener hasta 11 hijos: María , Rosa , Juana , Teresa ,
Francisco , Simón... y así hasta completar los 11.
Manuel Jacinto y Francisca fueron padres de siete
hijos: Juan , que murió muy pequeñito, Josefa , Francisco , Manolo , Angel ,
Aurora y Juancho . Josefa y Francisco nacen en La Codosera. Manolo, en
Alburquerque. Angel y Aurora también en La Codosera porque coincide el tiempo
de la guerra civil. Juancho vino
al mundo en Alburquerque, en la zona conocida como Monte Oscuro.
Josefa, la mayor de la prole, era espléndida mujer,
casada con Andrés Piris , agricultor, y residentes en Los Riscos, cerca de la
frontera portuguesa, al sur de Alburquerque. Francisco se casó con Filomena ,
también se dedicaron a la agricultura y vivieron a caballo entre Alburquerque y
La Codosera. Manolo contrajo matrimonio con Josefa , cuentan que era el más
avispado de la familia, se asentaron en La Roca de la Sierra donde se dedicaron
al comercio porque tenían tiendas relacionadas con el sector de la alimentación.
Angel se casó con Francisca y se dedicaba al negocio de la agricultura y la
ganadería. También vivían en La Codosera. Aurora se casó en Alburquerque con
Carlos Trat , igualmente agricultor y ganadero.
Juancho, el hijo que completa el círculo familiar, ya
con 5 años hacía los trabajos propios de una explotación agrícola: segaba a
mano de sol a sol y araba con yunta. Pasó todas las penalidades propias del
campo, pero con la suerte de que en casa siempre había abundante comida y
agasajo, chimenea donde se colgaba la matanza y un cuarto donde dormir. Fue,
pues, la de Juancho una infancia en cortijos grandes en Monte Oscuro o La Galga
de Alburquerque, con habitaciones para las niñas, habitaciones para los
varones, habitación para los padres... un ambiente agradable, entrañable y
feliz, serio y corporativo, bajo la autoridad de Manuel Jacinto, el patriarca,
una persona con absoluta jerarquía que merecía ser respetado porque el respeto
de todos se había ganado.
La era, la parva.
En las fincas siempre había un aperador, encargado de
la labor, que era la voz cantante si el dueño se ausentaba. A medida que
los hijos de Manuel Jacinto se hacían mayores iban teniendo también voz en
aquella especie de consejo del que igualmente formaba parte Francisca, la
matriarca, mujer de genio, salero y ojos azules que para no darse importancia
siempre decía que sus ojos eran del color de las coles. Una mujer que, como
todas las madres, quería mucho a su gente. Esa fue, en definitiva, la infancia
de Juancho Viola: su patria, porque como decía Rilke , la patria de uno está en
esos años de la infancia y lo demás es todo accesorio.
Caserío de la Raya. Casa Simona
Antes de cumplir los 18, Juancho se trasladó con sus
padres a Alburquerque, donde estudió en el Instituto de Segunda Enseñanza,
en un libre adoptado, con bendición de los curas. Por la ventana de aquel
instituto divisaba Juancho el cielo de la Sierra de San Pedro, ese azul intenso
como los cuadros de Pietro de la Francesca . Así que a veces a Juancho le daban
ganas de saltar esa ventana, de volver a su antigua vida, pero los exámenes
apremiaban y había que acudir a otro instituto de Badajoz, donde parte del
jurado lo formaban algunos profesores de Alburquerque, que eran quienes lo
examinaban.
Pasó el tiempo, terminó el Bachillerato y ante sí
quedaban dos opciones: o estudiar Magisterio, o estudiar Comercio. De manera
que Juancho optó por lo segundo porque el hermano de un amigo suyo hizo como
trabajo de final de carrera un anteproyecto para desarrollar una unidad de
producción y de negocios. Y aquello le encantó a Juancho, que justo en 1º de
carrera le llegó la edad de irse a la mili.
Como sus hermanos Francisco, Manolo
y Angel ya habían ido a filas y él, por ley, podía elegir cuerpo y lugar,
escogió Badajoz, donde había una pequeña Unidad de Caballería. Lo malo fue que
aquel año la transformaron en Brigada Blindada Hernán Cortés, número 2, con
2.000 soldados en el llamado Cuartel de la Bomba, de manera que no tardó en
darse cuenta de que la mili era tal y como la pintaban: algo duro.
La parte buena también la hubo: encontró Juancho que
existían unas unidades de complemento, cuyos miembros en lugar de portar
charreteras rojas o verdes las llevaban blancas. Pronto descubrió Juancho que
aquellos soldados formaban parte de los Cursos Regimentales de Complemento, que
se hacían en la propia mili, así que Juancho acabó licenciándose de sargento de
regimiento de complemento con charreteras blancas y grises 16 meses después, lo
que le sirvió para evitar el curso de alférez en Montejaque, que hubiera
alargado dos meses más el servicio militar.
Caminando bajo la lluvia junto a la frontera
Calleja
Campo con cancilla
Cuando Juancho acabó la mili y la carrera empezó a
trabajar en una fábrica de piensos compuestos en Trujillo. Con su primer sueldo
y un crédito de la Caja de Ahorros de Plasencia se compró su primer coche, un 2
caballos que costaba 185.000 pesetas.
Noche de verano en La Codosera
Juancho se casó en Guadalupe con María Antonia Sofía
Nevado de la Calle , una cordobesa de Cardeña, hija de Enrique y de Teresa
(agricultores y ganaderos que tenían olivares), a la que conoció en
Alburquerque porque un cuñado de ella trabajaba en la Junta de Energía Nuclear
y había acudido a visitarlo.
Pareja de cigüeñas en La Codosera
En ese tiempo, Juancho comenzó a trabajar en Sopren SA, una empresa de tratamiento químico de la madera. La pareja se fue a vivir a Sierra de Fuentes. Allí Juanjo era feliz porque en parte regresó a su infancia, a un lugar donde podía tener gatos y perros.
Pradera de flores junto a las encinas.
Como
Juancho tenía amigos en Portugal y conocía bien ese país, una noche durante una
cena en casa de su amigo Alberto Ramoncinho , gobernador civil de Castelo
Branco, a la que asistió Ramallo , presidente de la República, le propusieron
seriamente que fuera cónsul de Portugal en Cáceres, algo que alegró
profudamente a su padre porque alejaba a Juancho definitivamente de cualquier
aspiración política.
Caminantes de La Raya
Y así
lleva 32 años, como cónsul honorario. Hoy, es abuelo de una nieta: Inés , y
padre de cuatro hijos: Guadalupe , abogada en Madrid; Manuel , arquitecto;
Enrique , profesor de instituto en Ecija, y Luis María , ejecutivo de Galerías
Lafayatte en París. Junto a su esposa reside en el número 3 de la plaza de las
Veletas, donde también viven las monjitas de San Pablo o el gobernador militar.
Y es feliz Juancho Viola con su familia, también con su perro, que se llama
Bonifacio Calatrava y tiene 18 años. A Bonifacio lo llaman teckel en Madrid,
porque aquí en Cáceres lo llamamos 'perrino' y algunos con mala sombra, 'salchicha',
que eso ya no tiene gracia.
Folklore en La Codosera
Lo
cierto es que Juancho está exento de vanidades, él es de piñón fijo y sus
amigos continúan siendo exactamente los mismos, y sus recuerdos, exactamente
los mismos, y su patria, exactamente la misma, porque su patria, como diría
Rilke, es su infancia y todo lo demás es accesorio.
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Lo anterior que habeis leído, aparece publicado en mi blog, en el mes de marzo del 2014. Seis años han pasado y durante todo este tiempo los acontecimiento se han precipitado, porque el tiempo pasa y la vida sigue. Juancho desgraciadamene falleció en Cáceres, lugar donde residía, y ahora conocemos a otro miembro de la familia, Manuel Simón Viola, hijo de Josefa, el cual, una vez jubilado como prefesor de Literatura, en el colegio Claret de Don Benito, periodicamente reside en La Codosera, su lugar de nacimiento. Es un un gran escritor y podemos ver su biografía en cualquier libro o escrito por el publicado. Hace unos dias ha presentado en la Feria del Libro de Badajoz, su ultimo trabajo, "Fronteras", donde en algunos pasajes, narra su niñez en La Codosera.
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A la izquierda, Simón Viola en la presentación de su libro.