Esta España nuestra.
EXTREMADURA
EN AÑOS DE POS GUERRA. Años malos.
ESPAÑA ROTA,
por Julian Carretero. Hoy 22 11 2023
Cuando para buscar la sombra se sembraba una parra.
Me dieron a luz el mes de septiembre del vigésimo año de la
victoria, en un pueblo de la España profunda y de la todavía más profunda
Extremadura. Justo tres meses después Eisenhower pisaría suelo patrio para
regocijo del Régimen, culminando así nuestra incorporación al bloque occidental
y terminando definitivamente con el aislamiento sufrido por el alineamiento
franquista con las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Eran
tiempos de una España más en negro que en blanco, de una mayoría de vencidos y
una minoría de vencedores, de contubernio judeo-masónico-comunista, de miedo y
represión, de falta de libertades y censura, de nacionalcatolicismo, de cara al
sol, de sección femenina, de mujer en sus labores necesitada de permiso
paternal o marital para todo… Tiempos de dictadura de la de verdad. De
señoritos altivos y braceros de cara ajada por jornadas de sol a sol, mirando
sumisos al suelo con la boina sujeta entre sus manos. Tiempos de escasez y
pobreza, de beneficencia municipal y falta de prestaciones sociales, aunque
España se definiera como «una unidad de destino en lo universal», de diáspora
externa e interna en busca de pan y trabajo, donde dos millones de personas se
calculan emigradas a Europa en la década subsiguiente, rondando los cuatro
millones el movimiento interior. Tiempos de escasa escolarización, de pizarra y
pizarrín, pluma, tintero, enciclopedia y catecismo; de leche en polvo y queso
del Plan Marshall. En la España de 1960 mas de 7,5 millones de personas eran
analfabetas y menos del 3% tenía educación superior. Aquí en el terruño aún
eran tiempos de pies descalzos y alpargatas, comedores parroquiales, cuadrillas
de menores ‘apaña bellotas’ y ‘apaña aceitunas’ y aún resonaban con cierta
frecuencia los denominados repiquetes anunciando la muerte de algún niño o
niña. Eran frecuentes los andancios de sarampiones, paperas, escarlatinas,
rubeolas y tosferinas, no faltando tuberculosis, paludismos y fiebres de Malta.
Tiempos sin saneamiento ni agua corriente para beber, labores domésticas o baño
semanal en el lebrillo, de lavado de ropa en panera de pilas, lavaderos
públicos y regatos cercanos. En muchos hogares solo había una comida diaria,
escasa y repetitiva y alguna merendilla de bellotas y castañas, asadas o
cocidas, membrillo cocido o en dulce, pan con aceite y azúcar, meloja o
sucedáneo de chocolate. Tiempo de jergones de lana de oveja churra, virutas de
corcho, hojas de maíz o paja, de pantalones raídos por el tiempo y jerséis
encogidos por el crecimiento, de sabañones, de frío en el cuerpo, de brasero de
picón, candiles, carburo y bombillas de 15 bujías. Tiempo de mochileros,
belloteros y rebuscos, de jornales inferiores a diez duros y búsqueda diaria de
trabajo en la plaza del pueblo, del Plan Badajoz, yegua y vaca, que benefició a
pocos y no impidió el éxodo de cientos de miles. Tiempos de una España rota
desde siempre… En la que nací y que hubo de esperar aún veinte años más para
comenzar a componerse con equidad.
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