LA CODOSERA. ¿Por qué repican los campanillos?
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Los vecinos del pueblo bien lo saben. Lo hicieron
nuestros ancestros y no se recuerda ningún año que dejaran de sonar. Lo protagonizaron la gente mayor, los jóvenes y niños, tal como podemos observar en el
“Aleluya” que ilustran el relato, pues es la festividad religiosa, junto con la
Misa del Gallo que se celebran de madrugada, a partir de los inicios del
Domingo de Pascua.
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Los más viejos del lugar la recuerdan en su infancia,
cuando los trabajadores del campo, dueños de sus rebaños, desposeían de los
campanillos al ganado y corrían con ellos adosados a sus cuerpos hasta llegar a
la plaza del casco urbano para unirse al resto de vecinos, llegados de
todas partes del entorno por caminos y veredas en un silencio sepulcral hasta
llegar a las puertas de la iglesia donde, en el interior del templo, el
celebrante anunciaba al Mundo la Resurrección de Cristo.
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En los últimos cien años, hasta donde la memoria
alcanza, los curas locales no dominaron el fervor tan alegre del vecindario, de
ahí que pasada la Guerra Civil Española, cuando Franco les dio carta blanca y
poder de censurar la moral y la ética, la Vigilia nunca dejó de celebrarse,
pero los campanillos por la noche quedaron prohibidos. Con la muerte de Franco
llego la libertad de culto y de todo y en España los curas perdieron el poder
de censurar. Los jóvenes recuperaron la tradición de tocarlos a la vez que las
campanas de la iglesia tañían en en el Gloria por la buena nueva de Cristo
Resucitado. Un par de minutos era suficiente, después se organizaba un cortejo
de todos ellos recorriendo calles, locales públicos y alguna que otra casa
particular que sus moradores autorizaban hasta que cansados, regresaban a sus
domicilios.
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Sucedió que el pueblo vivía feliz y tranquilo en
comunión con el párroco de turno y todos contentos durante años. Las
procesiones en Semana Santa, gracias a las aportaciones de los vecinos,
mejoraron sus pasos y las imágenes, una vez restauradas, iluminaron de belleza
las calles del pueblo en su recorrido.
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Todo era de una normalidad absoluta. La iglesia llena
de fieles. El pueblo contento por la cantidad de turistas que llegaban para
presenciar los desfiles procesionales era asombroso y la fiesta del Aleluya se
enriquecía con nuevas imágenes anunciando el Encuentro entra María y Jesús.
Todo esto orquestado y dirigido por el párroco correspondiente.
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Pues ná, como decía aquella, ya verás como viene
alguno por ahí y lo estropea todo. Así fue. Al viejo cura, como no podían con él,
lo trasladaron y trajeron a uno recién salido del seminario que a este si, la
instrucción la realizaba sin equivocarse, como decimos por aquí.
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El título de la famosa película, “Con ella llegó el
escándalo”, pues igual. “Con él llego la Provocación”. La espoleta para que el
follón comenzase. ¡Con lo tranquilo que estábamos! Pues guerra que te crio.
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Y sucedió que se puso en
movimiento la trama que cogió al pueblo desprevenido. Lo hicieron en silencio
sin consultar con nadie para conseguir sus objetivos, como decía Franco. En
caso era llegar hasta el final.
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A pesar que, para justificarse alegaron que:
“cuando cambia la reforma del Concilio Vaticano II, se suprime la Misa del
Sábado Santo de Gloria y pasa a ser éste un día de reflexión y reposo hasta la
media noche en que se celebre la Vigilia Pascual. No hay Misa por la mañana,
por tanto, y no hay Aleluya”. ¿Está claro? No está. Asi pues. En su afán de sacar las
cosas de quicio aseguran algo que no es cierto. El Aleluya, en la Vigilia de
Pascua, siempre se ha celebrado en la madrugada del Domingo, nunca en sábado.
Ellos lo denuncian como algo obligado a cambiar. Y claro, por eso la cambian,
la única vez en la vida del pueblo, a las ocho de la tarde del sábado de Gloria,
para después pasar lo que pasó. Comenzaba la maquinaria mental a funcionar.
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El alcalde de turno, el anterior, y todo el
pueblo detrás, quisieron informarse que, por favor, que a que era debido este
cambio. Le dijeron que la tradición del Aleluya es de madrugada. Pues nada, con
el pico cerrado esperando que su plan diera resultado. Este era el comienzo. Y
efectivamente. El pueblo estaba que trinaba con el cura. Después de reunirse y
tratar de buscar alguna solución para no perder esta tradición, lo único
que hicieron es coger los campanillos e ir a la iglesia en orden y con devoción
a las ocho, como lo venían haciendo siempre. El cura abrió bien las puertas
para que entraran, cuantos más mejor, diría. En las imágenes se puede la película
integra que todos entran con respeto y educación, ni tirando bombas ni con las
bolsas del botellón en la mano ni rompiendo los bancos del templo, como
denunciaron. ¡Madre mía, lo que hay que aguantar! Al año siguiente ya no hubo
Vigilia Pascual. La prueban la habían superado. Como sabían que el pueblo
estaba enfadado, unos días después organizaron la visita pastoral en la pequeñísima ermita
de la Luz. del señor obispo, García Aracil. Un recinto lo más pequeño que encontraron, pues sabían
ambos que los fieles no acudirán a saludarlo. El ciclo estaba cerrado. Ya
tenían al Obispo de su parte.
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Faltaba justificarse para poder pasearse tranquilos
por las calles del pueblo, y comenzó a funcionar el guion de una película de terror,
poniendo al pueblo verde, de los campanilleros dijeron y escribieron, que eran lo peor de lo
peor, no malos si no, peor todavía. Lean algunos de los insultos; Como que, “ahora los
niños no van al Aleluya porque es de madrugada". “Que la muchedumbre a la media
noche, con su grito aleluyero querían despertar a Cristo para que se levantase
del sepulcro”. “Que son los que ni en los entierros pisan la Parroquia”, “Que
no creen en la Resurrección ni en el Dios que lo fundo”, “Que son los que
antaño les robaban a la pobre gente que los dejaba entrar en sus casas para
destrozárselas”, Y que, lo peor de todo, que al pobre cura le han robado el
ordenador” Y que, a medida que comenzaron los actos vandálicos, entre los que
pasaban por las casas, rompiendo macetas, robando dulces o la chacina, la buena
gente que se alegraban por el paso del Aleluya, decidieron no abrir jamás sus
puertas”. Pero si, lo que hacían era impedir la celebración de la Vigilia
Pascual a golpe de cencerros, petardos y silbidos amparados por la masa
incontrolada.”. El colmo de los insultos hacia los campanilleros, que tal como
observamos en las imágenes de los videos que circulan, son la mayoría de vecinos del pueblo. En la actualidad rara es la persona que no lleva consigo el teléfono móvil con su cámara de fotos incorporada, pues no existe ni una sola imagen circulando del mal comportamiento del vecindario. Mas grave es
cuando siguen comparando la actitud de los campanilleros como una acción
demoníaca”. Esto ya es de locura. ¿Si un juez le hubiese preguntado al autor de
la denuncia ante las autoridades eclesiásticas, “Usted ha sido testigo de tales
horrores dentro del templo? “. La respuesta cierta hubiese sido NO. Hubiese
dicho que eran bulos que circulaban por el pueblo. Contradicciones, y más
contradicciones. Sin embargo, lo escribe como si la verbena valenciana que
narra, en vez de celebrarse en las Fallas la sitúa en la parroquia. Increíbles tales
afirmaciones.
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Todos estos tristes y lamentables sucesos, tienen un principio y son precisamene los curas de aquí, los que estaban y los que se han marchado sin detenerse a dialogar, los
responsables. El que mueve ficha y provoca, es culpable de lo que posteriormente suceda en la vida y más a sabiendas que en un pueblo
hay gente preparada para dialogar y otros que no lo son tanto. Todo esto eran conocedores de ello. Las nefastas consecuencias son estas, que en un año llevamos tres párrocos. Se marchó el padre Domingo y
ha llegado el padre Ángel.
Y pasó el tiempo a la espera de conocer si en este año habría Aleluya o no. Y el cura callado. Como si el mal rollo en el pueblo no existiese. Así que hace unos dias, junto con el presidente de la asociación del Aleluya, nos acercamos a saludarlo y naturalmente, a preguntarle cómo estaba
el tema del Aleluya de esta Semana Santa. Nos pareció una persona muy cercana, muy simpático, de sonrisa fácil y proponiéndoos irnos a tomar unas cañas en algún bar de los del pueblo. Le dijimos que no era el lugar. Accedió que fuese en su despacho. Después de escucharnos casi en silencio, como aquel que el tema no va con él, nos respondió sin complejos que con él no contásemos. ---Yo voy a seguir en
la misma línea de mis antecesores-, nos dijo. Omitió el tercer antecesor, que fue el
más implicado en abrir las puertas de la iglesia a todos e incorporar la
procesión del Resucitado comprando nuevas imágenes y creando sendas cofradías,
todo un éxito. De Diego no, este como si los años que estuvo de párroco en el
pueblo no existiesen. Los borró. Se refería a los otros. –Yo no les voy a hacer
ese feo a mis compañeros-, nos dijo. Se refería a los dos últimos. Al otro
cura, no. ---Pues a la gente no les va a gustar--, le respondimos.. Entre otras
cosas le advertimos sobre que, el Aleluya es una fiesta religiosa donde la
iglesia es parte de la misma. –La gente del pueblo no me importan, a mi lo que
me interesa es dedicarme a mi Ministerio- nos respondió. A su Ministerio y a
fastidiar al vecindario, digo yo. Y lo va a ver en los próximos días cuando
salude a muchos de sus parroquianos con su sonrisa fácil y no sea capaz de mirarles
a los ojos. Eso va a ser duro para él. Ellos les han hecho llegar al Arzobispo
los cuatro folios del que hemos extraído algunas calumnias que este pueblo no
perdona. Ni a éste ni ningún otro. Lo que aquí se escribe sobre el vecindario
es un delito, inculcar este odio públicamente está penado por Ley, y lo que
debería hacer el Padre Ángel, es pedir perdón a los fieles en nombre de esos
compañeros, los responsables de haber creado este malestar entre el vecindario.
Esto no es lo que nos enseña la religión, estas no son las palabras que la
Virgen de Chandavila pidió, PAZ Y PERDON. No, lo que estamos viendo en La
Codosera es a un pueblo dividido, herido en su interior y soportando con una
humildad tremenda palabras muy duras que han trascendido fronteras y que van a
ser muy difíciles de remediar. La Semana Santa son nuestras fiestas de
primavera, vendrán nuestros familiares, muchos turistas y preguntaran porque
las puertas de la Iglesia, de las que los que organizaron este desaguisado se
hartaban de decir que eran de todos, se cierran en determinados actos. Seremos
los malos de la película, como intenta justifica con su actitud el padre Ángel.
Pues no. No lo somos, y usted lo sabe, lo que le pasa es que el orgullo es mucho
y eso ofende. Por lo visto el PERDON no forma parte de su Ministerio.
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