domingo, 26 de enero de 2014

José Gómez González. Semblanza.


JOSE GÓMEZ GONZÁLEZ.- Una vida dedicada a su familia, a su pueblo y al trabajo. 




El empresario junto a su hermana.


La Jubilación es el nombre que recibe el acto administrativo cuando dejamos de ejercer nuestra actividad laboral, normalmente a los 65 años de edad, si las fuerzas físicas y la salud te han acompañado hasta entonces. Lo que suele ocurrir que no todo el mundo ha trabajado los mismos años. Unos comenzaron cuando llegaron a la madurez y otros lo hicieron cuando todavía vestían pantalón corto. Este es el caso de la persona a la cual el vamos a dedicar estos renglones. 




Junto a Francisco Santos, uno de sus antiguos colaboradores.

La Codosera es un pueblo fronterizo donde, durante años los negocios en la raya, aunque prohibidos, se realizaban, a pesar de cuantas trabas los gobiernos de turno impusieron. Por este motivo, los negocios que se realizaban fueron uno de los ingresos que durante años impulsaron la economía local. Los industriales de La Codosera, aunque no se dedicaran al contrabando expresamente, si eran conocedores que para ganar dinero había que estar preparados, estudiar los mercados y arriesgar con precaución. Uno de los negocios que florecieron durante años en La Codosera fue el de los huevos y las aves de corral, precisamente por la proximidad de la frontera y por la facilidad con que los vecinos de la otra parte de la Raya encontraban para trasladarlos y venderlos en tierra española, donde los mercados centrales de la capital de España, a través de lineas regulares de transportes, los recepcionaban.  


Dirigiendo unas palabras a los asistentes

Ayer se ha jubilado un buen amigo, José Gómez González, propietario de la empresa Granja el Cruce, que comenzó su andadura con el negocio de los huevos, cuya semblanza más adelante les detallo. 

Con su mujer y sus hijos

Con motivo del fenómemo migratorio, de La Codosera han salido muchos hombres y mujeres, emprendedores, que han triunfado en sus lugares de destino poniendo lo mejor de ellos mismos al servicio de empresas y negocios, con los cuales, se han ganado unos o contiúan en activo otros, su manera de vivir. Fueron tiempos muy duros en los cuales el futuro de la región extremeña era incierto. José Gómez fue uno de los que se quedaron, maniendo el tipo y buscando conexión fuera del pueblo con los cuales poder hacer negocios. 
Marcandose un baile

Por este motivo, esta jubilación era diferente a otras, por ser uno de los pocos codoseranos que, desde siempre, ha vivido muy cerca los problemas del pueblo y la dificultades que se le presentaban cada día para poder continuar con sus proyectos. 


Dirigiéndose a una de sus nietas y al público

Como amigo suyo, en este homenaje de ayer, quise elogiar su trayectoria humana y empresarial por lo que, en algo más de un folio, cuyo texto les transcribo,  le exprese mi admiración y el sentimiento positivo que que me honra al ser amigo suyo.  



Las palmas y los aplausos sonaban



Con los amigos en 1961


"Amigo José:

Nos conocemos desde siempre. Juntos fuimos a la escuela de Arriba, a la  de don Andres, y allí aprendimos las primeras letras sobre  viejas pizarras enmarcadas en las que había que borrar las tareas una y mil veces con un trapo medio sucio cuando no con la manga de la camisa.  Nos tocó vivir en una España en la que no había casi de nada y donde protestar por algo justo estaba mal visto. A la escuela iban los niños y niñas que querían, donde el control apenas existía. Llegabas un día, te apuntabas en la libreta del maestro y a los que no asistían a las clases no les ponían ni falta. Sobre este asunto, cuando yo tenía 11 años, recuerdo como una mañana llegó el maestro, al que llamaáamos don Pedro el Chico, al despacho de la panadería para hablar con mi padre. El problema que exponía era que le habían anunciado la visita de la inspección provincial y que apenas tenía alumnos en la escuela con los cuales poder justificar su enseñanza, ya que la mayoría estaban trabajando. Aunque no todos trabajaban.  Las calles y plazas del pueblo estaban nutridas de chavales como nosotros que se aburrían en la escuela y preferían jugar con otros de su edad a marro, tintajerrera, al mocho o a la raya.



Con su pandilla de amigos


Ese no fue tu caso. Con pantalón corto, dentro de la empresa familiar, aprendistes todo lo que en la escuela no te enseñaron. Sin duda tuvistes los mejores maestros. Estudios de mercado. Competencia. Rentabilidad. Seriedad y disciplina.



El dia que en su pueblo le entregaron el título de codoserano del año.

Con este bagaje, quizás no cumplidos los doce años, como fue tu caso, tuvistes el primer contacto con el mundo comercial. Comprar y vender. Negociar. Cobrar. Pagar. Contar. Todo el dia contando y embalando pasaban los días, semanas y meses. Contabas por reales, por docenas, por cuartillas, por arrobas, por fanegas, por cajas, kilos, cuartos y cuarterones. Sin darte cuenta ya estabas conectado a la rueda de la productividad, un mundo fascinante en el que te movias como pez en el agua. Uno de los días mas felices de tu vida, sin duda,  fue cuando tu padre te entregó, con el compromiso de pagarla, las llaves de tu primera furgoneta, fue consciente que había nacido un empresario.


Sus nietos le entregan la placa que lo acredita

Los acontecimientos se sucedían mientras el mundo avanzaba en un pueblo que, por aquellos años no había crisis, eramos un país subdesarrollado. ¡Que te van a decir a ti de bienestar ni de carreteras,! cuando tus primeros kilómetros, durante años, circulabas por caminos vecinales, piedras sin alquitranar donde los pinchazos en los neumáticos eran frecuentes. Seguro que han sido tantos los kilómetros que has recorrido que enumerar la cantidad te seria difícil.


Con su hijo Raul, sucesor en una de sus empresas.

Incansable cuanto mayor era el riesgo, cumpliendo  objetivos, aumentaba tu autoestima. Asi te hemos visto los que hemos estado cercanos. Un luchador nato, tenaz ante las adversidades.

Pero todo llega y, hoy, tu familia y tus amigos, nos reunimos aquí para celebrar el fin de una etapa que has sabido cumplir con éxito. Han sido mas de cinco décadas de trabajo casi sin parar, sin apenas vacaciones, tratando de solucionar cuantos problemas surgían cada dia.


Con algunos de los asistentes a la comida de despedida.

Dicen que la distancia mas corta entre dos puntos es una recta, pero en tu caso han sido muchas curvas por ti enderazadas.  Ese ha sido tu saber, lograr en el mundo empresarial lo que otros no fueron capaces de imaginar. Crear empresas, reflotar otras y lograr beneficios. Y todo esto sin renunciar a vivir en tu pueblo, paseando el nombre por doquier. La Codosera es un lugar entrañable, para sus hijos y para cuantas personas la conocen. Un enclave hasta hace poco tiempo perdido en un rincón de los mas bellos de Extremadura, un paraíso natural desconocido para el gran publico,  en el que tu, con tus empresas desde siempre has promocionado.


Hubo un fin de fiesta

Hoy comienza para ti un nuevo periodo  que espero y deseo que lo disfrutes, que a partir de ahora, le dediques lo mejor de ti a tu familia, a tu mujer, Blanca, a tus hijos y a tus nietos. Ellos te lo van a agradecer y te puedo asegurar que, por experiencia, ver crecer a los mas pequeños, es uno de los acontecimientos mas gratificantes que la vida nos brinda.

Los asistentes se animaron. 



Te deseo toda clase de venturas en tu nueva etapa, que si hay personas  merecedoras de ello, sin duda, tu eres uno de los que por meritos propios te lo mereces. Muchas felicidades y mucha suerte!!"









La Codosera.

Su semblanza:

Desde muy pequeño José ya sabía lo que era hacer negocios, ya que en la casa de sus padres comprar y vender era una rutina diaria. Su madre tenía un comercio, especie de ultramarinos, donde se vendía un poco de todo,  y  su padre, con  una mula de su propiedad, con la que recorría los caseríos de la Rocita, el Convento de Mayorga y cuantos cortijos encontraba en ruta, haciendo el negocio de la recova.



Nombramiento de mejor empresario de Badajoz 2013

Al igual que otros empresarios del sector, su padre,  comenzô a remitir a los mercados madrileños,  los artìculos que en la zona compraba. Pero a partir del año 1956 decidió dar un giro a su empresa y buscar alternativas. Badajoz, la capital de la provincia, estaba más cerca que Madrid, un lugar con grandes posibilidades para vender y comprar. Para poner en marcha su nuevo proyecto, adquiriò un furgón y contrató  un empleado, a Quico Manoto, Francisco Santos Rivero, como ayudante ayudante. En un primer momento el suministro de huevos fue su primer objetivo, ya que en la capital había almacenes distribuidores, así como grandes consumidores que los compraban al mejor postor, además de descubrir lo que era el mercado de la Plaza Alta.


Badajoz

A la capital el furgón iba y regresaba cada día. De chofer Agustín Gómez su padre; de ayudante cargador, Quico y de aprendiz, José, que comenzó a viajar con doce años, nada más dejar la escuela. Madrugaban muchos, debido a que los compradores tenían que estar en sus tiendas antes de las nueve de la mañana, que era la hora de abrir al público. El furgón a la ida, además de los nuevos, llevaba cantidad de sacos con otros productos para vender y cultivados en las fincas del pueblo, frijones, garbanzos, judías verdes, fradiños, pimientos, tomates, calabacines,  ajos, cebollas,  etc., etc., todo lo que fuesen artículos para comer eran bien recibidos por los clientes pacenses. En el mercado de la Plaza Alta, a las nueve de la mañana ya habían terminado, después le quedaba el resto, la venta de los huevos, que había que servirlos a domicilio. José junto a su padre comenzó a conocer el callejero de la ciudad. El furgón y venía por una calle, por la otra, aquí si, aquí no quieren, ofreciendo una y otra vez y el cliente reacio a comprar. Una lucha y un arte que había que ejecutar diariamente. En almacenes, comerciantes, restaurantes, hoteles, pasteleros y dulceras había que estar cada día, y si no, el que llegaba los vendía.


La Codosera

Cuando José tuvo la edad, se sacó el carné de conducir y suplió a su padre en los viajes a Badajoz, mientras que en el pueblo familias enteras emigraban a Alemania, a Suiza  a Francia, a Madrid, a Barcelona, al País Vasco, a Castellón y a otros lugares. Para el traslado de sus enseres, los emigrantes, familias enteras, contrataban los servicios de un camión y otros, con menos muebles, una furgoneta. José no paraba de dar viajes con el furgón. A Móstoles cobraba 4.000 pesetas y a Alcalá de Henares 4.500. Como tenía que ir diariamente a Badajoz, los traslados los hacía en  sábados, aprovechando que aquel día no había mercado. Salían  después de comer y llegaban al destino a media noche. En el furgón podía viajar el conductor y dos personas más, el resto de familiares, si los había, utilizaban otros medios. Cuando llegaban al destino y entraban en la casa,  echaban al suelo unos colchones de los que llevaban, y allí mismo dormían. A la mañana siguiente, le descargaban el resto de muebles y regresaba al pueblo. Tardaba ocho horas en hacer el trayecto de ida y otras tantas de vuelta.


La Codosera


                En estas fechas, los negocios familiares estaban estructurados en base a que los ingresos en efectivo iban a una caja central, de esta forma, los dineros que ganaban los hijos que no se habían independizado entraban a formar parte del patrimonio familiar. Durante ese periodo, los padres pagaban y administraban los gastos de los hijos, incluidos los de la boda cuando se casaban, que, con casa y familia propia, se independizaban. José se casó con Blanca, y su padre lo pagó todo. Cuando vino del viaje de novios, le habían sobrado quinientas pesetas y se la fue a devolver, y éste le dijo que aquellas se las podía quedar, y a partir del día siguiente se haría  cargo del negocio que generaba el furgón, pero que no era un regalo, tendría que pagarle el valor del mismo según facturas de compra. José acepto el compromiso. Se levantaba de lunes a viernes a las tres de la mañana para estar en el mercado de la Plaza Alta  antes de las cinco, hora tope para poder  acceder al interior como vendedor, ya que el número de puestos autorizados era limitado.


La Codosera, desde La Lamparona

                Paralelamente a su enlace matrimonial, en el pueblo se estaba gestionado la que iba a ser su mayor empresa, la Granja el Cruce, en principio con capital aportado por doce socios. Uno de ellos su padre.

                La Granja, en forma de sociedad, se creó  gracias a la iniciativa de Manolo Gómez del Solar, veterinario de profesión y afincado en Pozuelo de Alarcón, donde  era asesor de unas granjas  y propietario de otras, conociendo por tanto un mercado emergente que estaba en alza. De los doce socios, casi todos eran familiares y amigos del veterinario, menos Agustín Gallardo Morro, Pablo Brígido, Casildo Pulido y Agustín Gómez, el padre de José. Este último adquiría el compromiso de quedarse sin condiciones, con la producción de la Granja. Un compromiso en el que tuvo mucho que ver José, asumiendo la obligación de venderlos.
La Codosera. Río Gévora

               
                En el año  1975 muere Agustín Gómez, el  padre de José, y tres años más tarde, de los doce socios fundadores,  nueve se retiran y ponen en venta sus acciones. Solo quedan tres, Manolo Gómez, su amigo Reyes y José que se había quedado con las acciones de su padre. Los tiempos no eran buenos para el mercado y los tres amigos tuvieron que afrontar la compra de participaciones. José, gracias a que un banco conocido creyó en él y  le dio el dinero,  pudo pagar la parte que le correspondía. Dos años después, en 1980, compró la totalidad de las acciones y se quedó como socio único y unas cuantas de letras por pagar en el Banco."


Paisaje colorista de la Raya

                   Estos fueron sus inicios. Despues llegarían nuevos proyectos  y la expansión de su negocio estrella, "La Granja", creando una red de sucursales distribuidas por la región extremeña. Su suerte, contar con dos hijos varones incorporados al negocio, Raul y Marcos que, junto a su padre,  aprendieron el oficio. Hoy ya están incorporados plenamente en la trayectoria comercial familiar, manteniendo los puestos de trabajo y creando vias nuevas de expansión. Una firma codoserana, extremeña,  abierta a nuevas ideas y retos asumibles. 

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Nota.- Seis meses despues de escribir este reportaje, José Gómez González falleció en su pueblo natal consecuencia de un fallo cardiaco. Descanse en Paz.





                


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