martes, 16 de abril de 2019

LA CODOSERA en primavera






                    LA CODOSERA en primavera.

               Después de un marzo pardo, en abril, es el mejor momento de salir al campo, pasear por la campiña codoserana y disfrutar del paisaje. 


                Llanura y montaña conjugan un abanico de colores cuando dirigimos nuestra mirada hacia el este, allá, en el lugar donde se pierde nuestra visión por encima de las crestas del castillo de Alburquerque. Por encima de dicha atalaya, bordeando sus murallas se puede contemplar al amanecer el mayor espectáculo de color que nos proporciona la salida del Sol. Este dato solo es el comienzo sorprendente que nos encontraremos cuando realicemos cualquier recorrido por sus alrededores. Si elegimos acercarnos a las cercanias de los ríos Gévora o algunos de  sus afluentes,  observaremos como alisos y chopos se suman al espectáculo primaveral, vistiendo  sus troncos y ramas emergentes con sus mejores galas de un verde intenso.  





                  El rio Gèvora será el norte de las mejores rutas que elijamos, sin olvidar  las dos cadenas de montañas formadas por, a la izquierda rio abajo, las que emergen de la Sierra de San Pedro y a la derecha, a las espaldas de la población, la Sierra del Lugar, continuación de la de Sao Mamede, considerado Parque Natural por nuestros vecinos, al otro lado de la frontera donde,  monte bajo y arboleda junto a tomillos jaras y codesos, crean los matices del violeta, verde con flores blancas y amarillos intensos, que aparecen ante nosotros como el mejor regalo de la Naturaleza.



                 Carreteras, caminos y veredas que, con salida desde el casco urbano, nos brindan la posibilidad de elegir cualquiera de ellas para iniciar nuevos recorridos, rutas por donde nos sumergiremos en ese paraíso natural cuya visión, nuestra madre naturaleza nos obsequia en cada estación primaveral.



            El agua es otro de sus atractivos naturales. Sin ella aquí hubiese sido imposible crear tal belleza. No solo ríos atravesaremos por cualquier camino que elijamos, también el fluir del agua desde la tierra en decenas de manantiales la encontraremos.



                 Río arriba hasta llegar a la frontera, en el pego de La Rabaza, se encuentran las tierras fértiles de este pueblo, son parcelas creadas, desde tiempos remotos, por la mano del hombre, aprovechando las avenidas de sus ríos en cada invernada y sabiendo construir lo que aquí se llaman tapadas, paredes permeables construidas con piedras de pizarra, que han logrado retener las mejores tierras donde, hoy día, se cosechan las mejores hortalizas de esta parte de Extremadura.



                El verde en toda su gama no nos abandonará por cualquier dirección que elijamos. Si nos acercamos al rio, junto a la desembocadura del Gevorete, allá en Las Juntas, por donde el Gévora circula, encontraremos a los obreros preparando las instalaciones de lo que son Piscinas Naturales, construidas en el mismo lecho fluvial, una maravilla para el disfrute de paisanos y forasteros para cuando llega el calor a las puertas de cada verano  



                 El paisaje natural que encontramos por los alrededores de la población, también se observa salpicado por el color blanco que forman las fachadas de algunas de las casas de los propietarios del terreno, viejas viviendas que aquí, son adornadas, la mayoría de ellas por jardines rústicos que engrandecen el panorama del lugar.


             Disfrutar de bellos paisajes, sin olvidar en el recorrido, el cántico de las aves, que aquí forman una colonia completísima, además de poder degustar en los restaurantes locales una gastronomía singular, donde se mezclan los guisos y sabores tradicionales con la herencia de la cocina portuguesa, mereciendo para cualquier viajero realizar una visita a este lugar.



             El refrán popular dice que “todo el que viene a este pueblo se queda”. Yo no creo que todos se queden para siempre, pero, para pasar unas jornadas de placer, les aseguró que sí. No lo duden.