viernes, 11 de octubre de 2013

LAS RENTAS DEL SEÑORÍO DE LA CODOSERA.



La Codosera año 1974 
SOBRE LAS RENTAS SEÑORIALES DE LA VILLA DE LA CODOSERA
Un estudio realizado por Alfonso Franco Silva, profesor de la Universidad de Cádiz, nos desvela algunos secretos de la forma y manera que los vecinos de La Codosera pagaban sus tributos a finales del siglo XIV y principios del siguiente.
A través de estos impuestos vamos a conocer algunas de las circunstancias y características sobre el modo de vivir de aquellos antiguos codoseranos.

Dibujo de como debió ser el castillo de La Codosera.

El 15 de Mayo de 1549 el tercer duque de Alburquerque, don Beltrán de la Cueva, decidió que le era necesario contar con un libro, en el que se recogiesen las rentas, impuestos y derechos, que se cobraban en sus villas de Alburquerque y La Codosera. De esta forma sus contadores tendrían a su disposición un instrumento útil que les permitiese conocer de una manera clara los conceptos específicos de los diferentes ingresos en ambas localidades. Desplazados los tres mayordomos del duque, desde su castillo en Cuellar,  se reunieron en el  de Alburquerque con, entre otros mandatarios, Diego López de Hinestrosa, que había sido alcalde mayor de Alburquerque y La Codosera durante seis años.  


Campiña codoserana.



El resultado de una pesquisa tan minuciosa fue la publicación de un libro llamado del Estado de Alburquerque, que se conserva actualmente en el Archivo Ducal, en Cuellar, donde se detallan la hacienda de tan poderoso estado señorial en la villa de La Codosera.

 Vistas del casco urbano en la actualidad.

En 1464, el Señorío de La Codosera, junto con Alburquerque fueron donados por el rey Enrique IV, a su privado don Beltrán, para compensar a este personaje por la pérdida del maestrazgo de Santiago.

En aquella época, la población contaba con 117 vecinos, entendiéndose que se refiere a familias completas,  lo que equivaldría a unos 500 o 600 habitantes.


Dibujo de como debió ser la iglesia parroquial, con su torre, antes de ser destruida.

La Codosera proporcionaba cada año a su señor una serie de diversas rentas, de las cuales, éstas eran las fundamentales:


El asedio en 1642



Inauguración de un nuevo puente sobre el Gévora, 1933


El puente medieval.


El Castillo


El río enfurecido.

Esta villa, mucho más pequeña que Alburquerque, se gobernaba por un corregidor, nombrado por el duque, cargo que recaía en la misma persona que ejercía de alcalde mayor en la villa principal. Este magistrado conocía y juzgaba todas las causas civiles y criminales en primera instancia, así como a las sentencias emitidas por los alcaldes ordinarios.

La Codosera poseía una fortaleza, a la que rodeaba una huerta cercada por muchos árboles y un pedazo de viña y tierras para sembrar. De todo esto gozaba el acaide, a quien además le pertenecían los esclavos y bienes mostrencos, (cuantos bienes hubiera sin dueño conocido).




Raices portuguesas. Codesseira.

El duque nombraba dos alcaldes ordinarios para el gobierno y administración de la villa. Proveía también dos regidores, un procurador general, un mayordomo y un escribano de concejo. Todos ellos nombrados  a su voluntad, cuando lo creía conveniente, sin intervención alguna de los vecinos de la villa.


Popularmente conocido como "El Santo"

El señor nombraba también al alguacil, el cual era el responsable de llevar el control de  los derechos correspondientes a cuantos  negocios se ejecutaban por contrato público, sentencia, conocimiento reconocido y confesión judicial. En esta renta entraban también las setenas y fuerzas, es decir las multas que equivalían a la séptima parte de una cantidad determinada, y los juegos y marcos de amancebados,   conforme naturalmente al arancel del reino.


La Sierra

Como señor jurisdiccional de la villa, al duque le correspondía el control de la escribanía pública que solía arrendar por subasta.

Asimismo, poseía la propiedad  del patronato curado que había en la única iglesia de la villa, y procedía cada año a presentarlo para su nombramiento por el Obispo de Badajoz.


Caminos, cuando no había carreteras.

Todo el termino de La Codosera era una dehesa propia de los duques de Alburquerque. El segundo duque procedio a poblar la villa  en la primera década del siglo XVI y para ello hizo merced de todo el termino a los vecinos nuevos que se avecindasen en la población. A cambio deberían satisfacerle, a él y a sus sucesores de una determinada cantidad de dinero en reconocimiento de la propiedad eminente, además de tener que abonar una serie de impuestos llamado derecho de terrazgo, que consistía en la entrega, de cada uno de ellos, de 10 fanegas anuales de pan y de todos los frutos que se cogiesen en esa tierra.  



Germán, soldado en África

Le correspondía al duque por merced real, el derecho a la posesión de todas las minas de oro, plata y cualquier otro metal que se descubriese en el término municipal.

La renta del pan y del vino. De cada 100, 27 partes. Media fanega de cada simiente, si pagaban de cinco fanegas para arriba, las cobraba el cura de la iglesia.




Los churreros, Dolores y Joaquín

De cada diez becerros, se pagaba uno.

Corderos, quesos y lanas. Enjambres, pollos patos, cabritos, así como linos y legumbres, el 10%.  La partida de los linos se cobraba en la ribera cuando los metían en el agua por algunos días para su maceración.
                                                         Festejos en la plaza

Los tejeros tenían que entregar 200 tejas de cada hornada y por el ladrillo, según costumbre,  no pagaban nada.

A todo el que vendía algo en la villa como en su término, le cobraba un maravedí por cada veinte unidades.



                                                        A todas partes se iba andando.

Todos los molinos que había en la villa y su término pertenecían al duque. Ningún vecino podía construir uno nuevo y, todos sin excepción estaban obligados a moler su trigo en los molinos señoriales, pagando una medida de trigo de cada doce que se moliesen.

El único  mesón que había  era propiedad del duque. Ningun vecino podía tener mesón en la villa.




El primer autobús de servicio público. La Estellesa

El señor poseía también los hornos que había en la población. Ningún vecino podía tener horno en su casa ni fuera de ella. Los usuarios pagaban un pan por cada 30 que se cociesen y dos si la cantidad sobrepasaba los 30 y no llegaba a los 40.




                                                La primera banda de música

Hubo años en los cuales, por mandato del duque, las rentas de la villa fueron arrendadas en bloques a través de subasta pública. Con respecto a La Codosera, varios años fueron adjudicadas a Gaspar Rodriguez, vecino de Alburquerque, por la cantidad de 342.000 mrs.anuales.



                     Arando la tierra, como en tiempos de los romanos. Familia Perera

Con respecto a los aranceles por aduanas, consecuencia de la situación estratégica que tenía la villa con respecto a otros reinos de Castilla y Portugal, los ingresos fueron importantes. Cobraban por cada cabeza de ganado que entraba, así como también por la venta de esclavos.

De la misma manera también se pagaban tributos por el ganado que se sacrificase, teniendo que abonar el cazador un cuarto de cada res  por cada ciervo, gamos o puercos que así murieren.


Otro de los impuestos que hacen referencia, eran conocidos como montazgo y montazguillo.  Eran las cantidades que habrían de entregar los ganaderos por el ganado que transitaba de paso por el término de la villa.

De todo ello llegamos a la conclusión que los vecinos de aquella época deberían de estar hartos de pagar impuestos por todo cuanto se movía. Con estos ingresos los señores feudales tenían que sufragar los gastos tan importantes que le suponía estar en guerras constantes con sus vecinos de donde fuera.

También deducimos que La Codosera era una tierra codiciada donde abundaban los bosques y las tierras de labor, además de terrenos fértiles regados por caudales de ríos abundantes. El ganado era abundante y en su término la caza de jabalíes, ciervos y gamos era habitual.



                                                                       El Corpus








jueves, 3 de octubre de 2013

LA CODOSERA, EL PUEBLO QUE NO PARA DE CRECER.



                                                         LA CODOSERA
 
Al día de hoy los españoles no somos ajenos a la crisis por la que atraviesa el país, donde la principal preocupación es conservar el puesto de trabajo o conseguir uno nuevo, para aquellos que no lo tienen. Estas circunstancias, penosas para las personas que las sufren, están haciendo cambiar algunos hábitos cotidianos que los medios de comunicación se encargan de publicar cada día. Una de las consecuencias de este fenómeno es el regreso al pueblo de algunas de las familias que en su día emigraron buscando bienestar para sus familias y, ante la adversidad, están optando por volver a su tierra.


 
El pueblo los recibe con los brazos abiertos y su deambular por las calles se nota cada día. Saludos, abrazos, besos de bienvenida y apoyos incondicionales de sus paisanos, encuentran a su llegada. Como en casa en ninguna parte, apostillan.



                                               Es un pueblo rayano.
 
En estos años de bonanzas, de dispersión y de cambios, el pueblo ha permanecido activo gracias al tesón y al trabajo, en diferentes facetas de sus vidas, de los que aquí permanecieron. Hace dos años, el diario Hoy publicaba un reportaje sobre La Codosera, cuyo texto les transcribo.
 

Donde abundan ríos y riachuelos

"2.320

son los habitantes que oficialmente viven en La Codosera, según el Instituto Nacional de Estadística. Más de 700 de ellos están empadronados fuera del núcleo central, en aldeas y caseríos circundantes, según apunta su alcalde, Manuel Viles Piris.

 
Con bellos parajes para caminar

1.000

personas más se suman cada fin de semana a esa población, según Viles. La mayoría de ellos proviene de Badajoz. Muchos tienen sus propias casas de fin de semana, otros las alquilan. Durante los puentes oficiales, esta cantidad se dispara hasta las 2.000 o 2.500 personas más.

 
Una historia milenaria.

5.000

veraneantes se suman a los vecinos habituales del pueblo durante el periodo estival y durante unos días de agosto se supera incluso esta cifra.


 
Puentes internacionales.

Confiesa Celia Morato que ella no fue consciente de la buena reputación de la que goza su pueblo hasta que hace unos días en Badajoz escuchó sin querer una conversación entre dos personas. «Hablaban de lo que harían si les tocara la lotería de Navidad. Uno de ellos decía que compraría una casa en la playa y un coche, pero el otro aseguraba que cumpliría el mayor sueño de su vida: tener una casa en La Codosera. En ese momento me di cuenta de la suerte que tengo de vivir aquí», relata orgullosa esta concejala del Ayuntamiento y madre de dos hijos.
 
 
Excursionistas que llegan procedentes de otros lugares

Situada a cinco minutos de Portugal, al noroeste de la provincia de Badajoz (a unos 60 kilómetros de la capital) este municipio de 2.300 habitantes se ha convertido en un refugio para personas muy distintas y de diversas nacionalidades.
 
Reporteros atraídos por nuestro entorno.

 Algunos visitan el municipio solo por unos días, pero otros tantos compran una vieja casa, muchas de ellas en ruinas, y la restauran para convertirla en una segunda vivienda en la que pasar los fines de semana y días de asueto. Aunque también hay quien se establece allí de forma definitiva seducido por sus espectaculares paisajes, su tranquilidad y su gastronomía.


 
Procesiones en un paraje único.


En el pueblo existen al menos tres corredores de fincas que se encargan de hacer de intermediarios entre las familias interesadas en vender casas o terrenos y los que quieren comprar.


                                           Es un pueblo religioso

Manuel Piris lleva unos seis años desempeñando esta tarea. Asegura que lo que mejor funciona es el boca a boca. «Los que se compran casas aquí son nuestros mejores embajadores», subraya.

 Con devoción mariana.

Normalmente son las empresas constructoras del pueblo las que se encargan de las labores de rehabilitación, por lo que durante algunos años este sector tenía el trabajo prácticamente asegurado.


Un castillo con leyendas.
 
 
El alcalde, Manuel Viles Piris, que lleva gobernando ocho años, admite incluso que hubo un momento en el que llegó a haber demasiados constructores para un pueblo tan pequeño al calor de esta particular 'burbuja inmobiliaria'.


 
Un pasado festivo.
 

El mandatario del Partido Popular explica que no hay ninguna normativa establecida en lo que a restauración de viviendas se refiere, aunque reconoce que se favorece, a la hora de conceder los permisos, a aquellos que no rompen el paisaje. «Intentamos que la gente mantenga la estética de aquí: piedra, madera, teja envejecida y mucha pizarra», apunta. Añade que un 95% de sus 'nuevos habitantes' se mudan para vivir en el campo.

 
Lleno de tradiciones familiares.

Las limitaciones que sí existen son las impuestas por el hecho de que el pueblo se encuentra dentro de una zona ZEPA, LID y de la Red Natura 2000 (tres figuras de protección medioambiental) y eso supone que en un terreno inferior a ocho hectáreas no se puede construir una casa.

 
                                  "Asador Raíces" paraje de Bacoco

«Lo que sí se puede es transformar o reformar lo que ya existía», explica el alcalde codoserano señalando un viejo molino de aceite que un constructor de Madrid ha convertido en una preciosa casa de campo. «Si alguien quisiera ahora construirse una casa a esa distancia del río sería imposible, pero como el molino ya existía...», puntualiza.

 
Con viviendas renovadas.

Entre 30.000 y 40.000 euros

El corredor Manuel Piris opina que precisamente si no se venden todavía más casas en la zona es por todas las limitaciones que existen. Asimismo añade que, pese a que ha habido cierto 'boom' inmobiliario, los precios se han mantenido en los últimos cinco o seis años. Según él, las viviendas no demasiado grandes oscilan entre los 30.000 y 40.000 euros, dependiendo de si hay que hacer la casa desde los cimientos o si se trata de rehabilitarla, aunque apunta que suele costar lo mismo. En cuanto a los precios del alquiler, están entre los 200 y 300 euros mensuales.

 
Nuevas y modernas construcciones

Para hacer frente al meteórico desarrollo turístico de su pueblo y el consiguiente aumento de población que acarrea, dependiendo del día de la semana o la época del año, Manuel Viles reconoce que tiene que hacer verdaderos malabarismos para que los servicios estén a la altura.
 
 Chalets de emigrantes trabajadores.

«Nuestra aspiración es de calidad y excelencia. Los caseríos funcionaban a nivel autónomo en el tema del agua, por ejemplo. Pero en los últimos años hemos hecho un esfuerzo de saneamiento, equipamiento, alumbrado e infraestructuras en todas estas zonas», argumenta el alcalde.
 
Nuevas barriadas.

Añade que en todo lo demás, comercio, hostelería, limpieza y seguridad, el pueblo está a la altura de las circunstancias. «Primero por tradición y segundo porque todo el mundo está interesado en que el turismo siga funcionando bien, porque viven de ello», apostilla.
 
 
 
   Donde han surgidos bloques de viviendas unifamiliares.

El perfil de los 'nuevos habitantes' es muy variado. Aunque cuenta Viles Piris que la mayoría son funcionarios de Badajoz que llegan a La Codosera a partir del viernes por la tarde y se van el domingo. Buena cuenta de ello es el tráfico que 'colapsa' las carreteras que unen estas dos poblaciones en las 'horas punta' los fines de semana.

 
                                       Con el senderismo en auge.

Pero también vienen de más lejos. Ángela Santos, al frente de la Oficina de Turismo del municipio desde 2005, señala que en este momento conviven americanos, holandeses, belgas, alemanes, ingleses, portugueses, rusos y extremeños en un pueblo donde se hablan tres idiomas: español, portugués y 'portuñol'.


 
                                                            Viviendas con vistas.

Otros han regresado después de muchos años. «Yo llevaba dos décadas viviendo en Cataluña. Me quedé sin trabajo y mi mujer, que es maestra, consiguió plaza en el colegio de La Codosera y eso obró el milagro. Estar aquí no se paga con dinero. Tenemos dos niñas de dos y once años y se han adaptado muy bien.
 
                                                                 Nuevas calles

Entiendo perfectamente que la gente se esté comprando casas para descansar o para vivir aquí, aunque cuando yo era pequeño era impensable que algo así pudiera suceder.



                                                       Donde el paisaje se hace notar.


Me encanta cómo eso ha servido para mejorar esta zona y las posibilidades económicas que supone para la gente de aquí de toda la vida. Ha sido un renacer para La Codosera», resume José Teodoro González.

 
 
Restaurante "Braseria Portugal". en La Rabaza


Espíritu emprendedor

Todo este fenómeno de 'expansión turística' ha tenido estos años unos testigos silenciosos de excepción que han sabido adaptarse a las circunstancias con habilidad: los habitantes del pueblo y de la zona. Acostumbrados a vivir en la frontera, han sabido aprovechar su oportunidad. «Este es un pueblo en el que cuando España todavía no estaba dentro de la Unión Europea se vivía del contrabando.


 
Es un pueblo que protesta 
 
Eso supone que la gente utilice la cabeza para sacar el mayor rendimiento a una actividad tan peligrosa y ha desarrollado su potencial de emprendedores. Por eso, desaparecida la frontera, han visto en el turismo una nueva forma de salir adelante», resume el primer edil codoserano.

                                           
                                            Manteniendo sus tradiciones y fiestas.

Es el caso de Soledad T. González, un ejemplo de adaptación a los nuevos tiempos. «Mis abuelos tenían un bar/tienda pequeñito dedicado al contrabando. Mi padre y mis tíos siguieron con el negocio, aunque se centraron más en el bar, pero vinieron tiempos más flojos. Cuando a partir 2004 empezó a resurgir el turismo en la zona pensamos que no había ningún sitio grande para dar de comer a mucha gente y nos animamos, con mucho esfuerzo, a montar un restaurante», explica Soledad.

 
Con un pasado lleno de historias
 

Esa iniciativa se materializó con el nombre 'Brasería Portugal', un acogedor restaurante ubicado en el caserío de La Rabaza. En festividades como el día de los Reyes cuenta Soledad que llenan varias veces el comedor, que tiene capacidad para 120 personas. Su especialidad es el bacalao. Para ella, que La Codosera se haya convertido en un 'refugio' de fin de semana y de verano ha supuesto la oportunidad de poder vivir y trabajar en su pueblo.

 
                                                     Antiguo, incluido hasta en viejos mapas

Algo parecido le ha sucedido a Pío Piris Rodríguez. Un accidente laboral le dotó del dinero necesario para animarse a montar el 'Asador Raíces' en el caserío de Bacoco. Situado en mitad de un impresionante paraje junto a la sierra de Pan de Trigo, este negocio hostelero le permite ganarse la vida y mantener a su familia.

 
                                                  Que cuida su campiña y caseríos

También Rosa Viles decidió apostar por su patria chica y por el negocio de sus ancestros. Su familia se dedicaba al contrabando hace más de cuarenta años.
 
                                Restaurante y Casa Rural "La Tojera"

«Cuando aquello se terminó, la tienda/bar familiar estuvo cerrada durante 20 años. Pero a mí me daba mucha pena, porque aquí estaban mis raíces. Así que entre mi marido, mis hijos y yo, decidimos 


 
Y presume de sus fuentes

 Pero estamos contentos», asegura. El establecimiento, llamado 'La Tojera', recoge en su carta esa mixtura de cocina lusa y extremeña. Y en la actualidad trabajan en la construcción de una casa rural que está encima del restaurante y que esperan abrir para la próxima primavera.


 
La calle Santa María.

También Ana Isabel Cordero creó una microempresa en su patria chica. Junto a su pareja, un holandés enamorado de Extremadura, montó un negocio basado en el turismo de naturaleza: 'Ecoturex', que ofrece servicios de guías ornitológicos especializados, rutas ecológicas y actividades de educación ambiental. Empezó mucho antes del 'despegue' turístico del pueblo, allá por el año 1996, y 'Anica', como la conocen en el pueblo, reconoce que ha tenido épocas mejores y peores. Ahora están encantados con la fuerza que ha tomado la afición por senderismo porque La Codosera dispone de siete rutas.


Y recuerda a sus mochileros

De mucho más lejos vinieron Julia Inozemtseva y su familia. Esta rusa, casada con un español, ha vivido siempre del turismo. «Trabajo en el sector en mi país durante la temporada alta y el resto del tiempo me vengo aquí», resume.


 
El Castillo y el pueblo
 

Junto a su pareja encontró un terreno en el caserío La Tojera donde después de tres años de trámites están concluyendo la construcción de un pequeño hotel. «Nos encantó la zona porque es muy tranquila. Veníamos de Madrid, donde la vida es mucho más ajetreada y esto era un respiro. Esto tiene, además, un microclima especial y un paisaje magnífico.


 
Hotel rural "La Tojera" (detalle)

La gran ventaja es que está muy cerca de Portugal, por lo que nos permite conocer otra cultura. Nuestro plan es dar a conocer esta zona al resto de España y del mundo», asegura. De momento, cruza los dedos para que su negocio pueda estar abierto antes del verano".