sábado, 30 de diciembre de 2023

Cuéntame un cuento.

Cuéntame un cuento



Contando cuentos


    Abuela, cuéntanos un cuento!. Era una de las peticiones de los niños de antaño, sorprendidos escuchando los cuentos que los mayores les contaban. 

        Pasaron los años y llegaran las nuevas tecnologías, las abuelas se pusieron a ver la tele y los nietos aprendieron a manejar el iPad. La "caja boba" del televisor nos ha trasformado la vida a todos.  La grandeza del cuento literario tiene consigo muchos recursos para atraer la atención de los pequeños y existen diferentes versiones dado que se transmiten de boca en boca. Es una labor de todo que esta tradición culturan no se pierda ya que el cuento, en definitiva, es una enseñanza que el niño ha de aprender. No es fácil contar un cuento, pues los pequeños no solo están pendientes de la historia si no también de los gestos y de la voz modulada cambiante durante el relato. 

         En años como aquellos, la vida de los pequeños por las tardes, una vez que salían de las escuelas, era salir de casa corriendo e ir a encontrarse con el grupo de amigos y vecinos de su misma edad para jugar y entretenerse hasta que llegase la noche y regresar a casa. 

      Al abrigo de un lugar seguro donde no molestar mucho a los vecinos, se jugaba a todo. Plazas y andenes se llenaban de chiquillos que, al atardecer, cansados de tanto corretear, sentados en el suelo en corros, llegaba la hora de contar historias. 


        No se porque motivos, en aquellos años, los mayores solían inquietarlos metiéndoles miedo. Los miedos estaban por todas partes, motivo que era uno de los controles para que el niño no se alejase mucho de su vivienda, mas controlados por sus padres. 


      En el argumento de algunos cuentos sus historias eran terribles, el lobo que se comía a la abuela, a los cerditos se les quemaba la casa, a pulgarcito se lo comía el buey...., si además, después de contarles el cuento, elevabas la voz y les decían un !Ooohh, que te comen", el pequeño salía corriendo y no paraba hasta llegar a su casa. 


        A finales de otoño se recogía la cosecha del maiz. Por las noches refrescaba y los agricultores, antes de que llegasen las lluvias la trasladaban del campo a sus casas donde en sus instalaciones se secaba. Quitarles las hojas a cada piña se hacia manualmente. La montaña formada en el suelo era enorme y se necesitaban muchas manos para ayudar. Los dueños, cada tarde, encendían la lumbre y asaban  castañas, lo que nosotros decimos, un "magusto",  para agasajar a los pequeños que se prestaban voluntarios para ayudarles. En compensación lo dueños les obsequiaban con las castañas asadas y los entretenían con cuentos, fabulas e historias que a los niños les encantaban. 

 
    

       
Descamisando piñas. 


        



        


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