LA CODOSERA
"2.320
son los habitantes
que oficialmente viven en La Codosera, según el Instituto Nacional de
Estadística. Más de 700 de ellos están empadronados fuera del núcleo central,
en aldeas y caseríos circundantes, según apunta su alcalde, Manuel Viles Piris.
Con bellos parajes para caminar
1.000
personas más se
suman cada fin de semana a esa población, según Viles. La mayoría de ellos
proviene de Badajoz. Muchos tienen sus propias casas de fin de semana, otros
las alquilan. Durante los puentes oficiales, esta cantidad se dispara hasta las
2.000 o 2.500 personas más.
Una historia milenaria.
5.000
veraneantes se
suman a los vecinos habituales del pueblo durante el periodo estival y durante
unos días de agosto se supera incluso esta cifra.
Puentes internacionales.
Confiesa Celia
Morato que ella no fue consciente de la buena reputación de la que goza su
pueblo hasta que hace unos días en Badajoz escuchó sin querer una conversación
entre dos personas. «Hablaban de lo que harían si les tocara la lotería de
Navidad. Uno de ellos decía que compraría una casa en la playa y un coche, pero
el otro aseguraba que cumpliría el mayor sueño de su vida: tener una casa en La
Codosera. En ese momento me di cuenta de la suerte que tengo de vivir aquí»,
relata orgullosa esta concejala del Ayuntamiento y madre de dos hijos.
Excursionistas que llegan procedentes de otros lugares.
Situada a cinco
minutos de Portugal, al noroeste de la provincia de Badajoz (a unos 60
kilómetros de la capital) este municipio de 2.300 habitantes se ha convertido
en un refugio para personas muy distintas y de diversas nacionalidades.
Algunos visitan el municipio solo por unos días, pero otros tantos compran una vieja casa, muchas de ellas en ruinas, y la restauran para convertirla en una segunda vivienda en la que pasar los fines de semana y días de asueto. Aunque también hay quien se establece allí de forma definitiva seducido por sus espectaculares paisajes, su tranquilidad y su gastronomía.
Reporteros atraídos por nuestro entorno.
Algunos visitan el municipio solo por unos días, pero otros tantos compran una vieja casa, muchas de ellas en ruinas, y la restauran para convertirla en una segunda vivienda en la que pasar los fines de semana y días de asueto. Aunque también hay quien se establece allí de forma definitiva seducido por sus espectaculares paisajes, su tranquilidad y su gastronomía.
Procesiones en un paraje único.
En el pueblo
existen al menos tres corredores de fincas que se encargan de hacer de
intermediarios entre las familias interesadas en vender casas o terrenos y los
que quieren comprar.
Es un pueblo religioso
Manuel Piris lleva unos seis años desempeñando esta tarea.
Asegura que lo que mejor funciona es el boca a boca. «Los que se compran casas
aquí son nuestros mejores embajadores», subraya.
Normalmente son las
empresas constructoras del pueblo las que se encargan de las labores de
rehabilitación, por lo que durante algunos años este sector tenía el trabajo
prácticamente asegurado.
Un castillo con leyendas.
El alcalde, Manuel Viles Piris, que lleva gobernando
ocho años, admite incluso que hubo un momento en el que llegó a haber
demasiados constructores para un pueblo tan pequeño al calor de esta particular
'burbuja inmobiliaria'.
Un pasado festivo.
El mandatario del
Partido Popular explica que no hay ninguna normativa establecida en lo que a
restauración de viviendas se refiere, aunque reconoce que se favorece, a la
hora de conceder los permisos, a aquellos que no rompen el paisaje. «Intentamos
que la gente mantenga la estética de aquí: piedra, madera, teja envejecida y
mucha pizarra», apunta. Añade que un 95% de sus 'nuevos habitantes' se mudan
para vivir en el campo.
Lleno de tradiciones familiares.
Las limitaciones
que sí existen son las impuestas por el hecho de que el pueblo se encuentra
dentro de una zona ZEPA, LID y de la Red Natura 2000 (tres figuras de
protección medioambiental) y eso supone que en un terreno inferior a ocho
hectáreas no se puede construir una casa.
"Asador Raíces" paraje de Bacoco
«Lo que sí se puede es transformar o reformar lo que ya existía», explica el alcalde codoserano señalando un viejo molino de aceite que un constructor de Madrid ha convertido en una preciosa casa de campo. «Si alguien quisiera ahora construirse una casa a esa distancia del río sería imposible, pero como el molino ya existía...», puntualiza.
«Lo que sí se puede es transformar o reformar lo que ya existía», explica el alcalde codoserano señalando un viejo molino de aceite que un constructor de Madrid ha convertido en una preciosa casa de campo. «Si alguien quisiera ahora construirse una casa a esa distancia del río sería imposible, pero como el molino ya existía...», puntualiza.
Con viviendas renovadas.
Entre 30.000 y
40.000 euros
El corredor Manuel
Piris opina que precisamente si no se venden todavía más casas en la zona es
por todas las limitaciones que existen. Asimismo añade que, pese a que ha
habido cierto 'boom' inmobiliario, los precios se han mantenido en los últimos
cinco o seis años. Según él, las viviendas no demasiado grandes oscilan entre
los 30.000 y 40.000 euros, dependiendo de si hay que hacer la casa desde los
cimientos o si se trata de rehabilitarla, aunque apunta que suele costar lo
mismo. En cuanto a los precios del alquiler, están entre los 200 y 300 euros
mensuales.
Nuevas y modernas construcciones
Para hacer frente
al meteórico desarrollo turístico de su pueblo y el consiguiente aumento de
población que acarrea, dependiendo del día de la semana o la época del año,
Manuel Viles reconoce que tiene que hacer verdaderos malabarismos para que los
servicios estén a la altura.
«Nuestra aspiración
es de calidad y excelencia. Los caseríos funcionaban a nivel autónomo en el
tema del agua, por ejemplo. Pero en los últimos años hemos hecho un esfuerzo de
saneamiento, equipamiento, alumbrado e infraestructuras en todas estas zonas»,
argumenta el alcalde.
Añade que en todo
lo demás, comercio, hostelería, limpieza y seguridad, el pueblo está a la
altura de las circunstancias. «Primero por tradición y segundo porque todo el
mundo está interesado en que el turismo siga funcionando bien, porque viven de
ello», apostilla.
El perfil de los
'nuevos habitantes' es muy variado. Aunque cuenta Viles Piris que la mayoría
son funcionarios de Badajoz que llegan a La Codosera a partir del viernes por
la tarde y se van el domingo. Buena cuenta de ello es el tráfico que 'colapsa'
las carreteras que unen estas dos poblaciones en las 'horas punta' los fines de
semana.
Con el senderismo en auge.
Pero también vienen
de más lejos. Ángela Santos, al frente de la Oficina de Turismo del municipio
desde 2005, señala que en este momento conviven americanos, holandeses, belgas,
alemanes, ingleses, portugueses, rusos y extremeños en un pueblo donde se
hablan tres idiomas: español, portugués y 'portuñol'.
Viviendas con vistas.
Otros han regresado
después de muchos años. «Yo llevaba dos décadas viviendo en Cataluña. Me quedé
sin trabajo y mi mujer, que es maestra, consiguió plaza en el colegio de La
Codosera y eso obró el milagro. Estar aquí no se paga con dinero. Tenemos dos niñas
de dos y once años y se han adaptado muy bien.
Nuevas calles
Entiendo perfectamente que la gente se esté comprando casas para descansar o para vivir aquí, aunque cuando yo era pequeño era impensable que algo así pudiera suceder.
Donde el paisaje se hace notar.
Me encanta cómo eso ha servido para mejorar esta zona y las posibilidades económicas que supone para la gente de aquí de toda la vida. Ha sido un renacer para La Codosera», resume José Teodoro González.
Entiendo perfectamente que la gente se esté comprando casas para descansar o para vivir aquí, aunque cuando yo era pequeño era impensable que algo así pudiera suceder.
Donde el paisaje se hace notar.
Me encanta cómo eso ha servido para mejorar esta zona y las posibilidades económicas que supone para la gente de aquí de toda la vida. Ha sido un renacer para La Codosera», resume José Teodoro González.
Restaurante "Braseria Portugal". en La Rabaza
Espíritu
emprendedor
Todo este fenómeno
de 'expansión turística' ha tenido estos años unos testigos silenciosos de
excepción que han sabido adaptarse a las circunstancias con habilidad: los
habitantes del pueblo y de la zona. Acostumbrados a vivir en la frontera, han
sabido aprovechar su oportunidad. «Este es un pueblo en el que cuando España todavía
no estaba dentro de la Unión Europea se vivía del contrabando.
Eso supone que
la gente utilice la cabeza para sacar el mayor rendimiento a una actividad tan
peligrosa y ha desarrollado su potencial de emprendedores. Por eso,
desaparecida la frontera, han visto en el turismo una nueva forma de salir
adelante», resume el primer edil codoserano.
Manteniendo sus tradiciones y fiestas.
Es un pueblo que protesta
Manteniendo sus tradiciones y fiestas.
Es el caso de
Soledad T. González, un ejemplo de adaptación a los nuevos tiempos. «Mis
abuelos tenían un bar/tienda pequeñito dedicado al contrabando. Mi padre y mis
tíos siguieron con el negocio, aunque se centraron más en el bar, pero vinieron
tiempos más flojos. Cuando a partir 2004 empezó a resurgir el turismo en la
zona pensamos que no había ningún sitio grande para dar de comer a mucha gente
y nos animamos, con mucho esfuerzo, a montar un restaurante», explica Soledad.
Con un pasado lleno de historias
Esa iniciativa se
materializó con el nombre 'Brasería Portugal', un acogedor restaurante ubicado
en el caserío de La Rabaza. En festividades como el día de los Reyes cuenta
Soledad que llenan varias veces el comedor, que tiene capacidad para 120
personas. Su especialidad es el bacalao. Para ella, que La Codosera se haya
convertido en un 'refugio' de fin de semana y de verano ha supuesto la
oportunidad de poder vivir y trabajar en su pueblo.
Antiguo, incluido hasta en viejos mapas
Algo parecido le ha
sucedido a Pío Piris Rodríguez. Un accidente laboral le dotó del dinero necesario
para animarse a montar el 'Asador Raíces' en el caserío de Bacoco. Situado en
mitad de un impresionante paraje junto a la sierra de Pan de Trigo, este
negocio hostelero le permite ganarse la vida y mantener a su familia.
Que cuida su campiña y caseríos
También Rosa Viles
decidió apostar por su patria chica y por el negocio de sus ancestros. Su
familia se dedicaba al contrabando hace más de cuarenta años.
Restaurante y Casa Rural "La Tojera"
«Cuando aquello se terminó, la tienda/bar familiar estuvo cerrada durante 20 años. Pero a mí me daba mucha pena, porque aquí estaban mis raíces. Así que entre mi marido, mis hijos y yo, decidimos
Pero estamos contentos», asegura. El establecimiento, llamado 'La Tojera', recoge en su carta esa mixtura de cocina lusa y extremeña. Y en la actualidad trabajan en la construcción de una casa rural que está encima del restaurante y que esperan abrir para la próxima primavera.
«Cuando aquello se terminó, la tienda/bar familiar estuvo cerrada durante 20 años. Pero a mí me daba mucha pena, porque aquí estaban mis raíces. Así que entre mi marido, mis hijos y yo, decidimos
Y presume de sus fuentes
Pero estamos contentos», asegura. El establecimiento, llamado 'La Tojera', recoge en su carta esa mixtura de cocina lusa y extremeña. Y en la actualidad trabajan en la construcción de una casa rural que está encima del restaurante y que esperan abrir para la próxima primavera.
La calle Santa María.
También Ana Isabel
Cordero creó una microempresa en su patria chica. Junto a su pareja, un
holandés enamorado de Extremadura, montó un negocio basado en el turismo de
naturaleza: 'Ecoturex', que ofrece servicios de guías ornitológicos
especializados, rutas ecológicas y actividades de educación ambiental. Empezó
mucho antes del 'despegue' turístico del pueblo, allá por el año 1996, y
'Anica', como la conocen en el pueblo, reconoce que ha tenido épocas mejores y
peores. Ahora están encantados con la fuerza que ha tomado la afición por
senderismo porque La Codosera dispone de siete rutas.
Y recuerda a sus mochileros
De mucho más lejos
vinieron Julia Inozemtseva y su familia. Esta rusa, casada con un español, ha
vivido siempre del turismo. «Trabajo en el sector en mi país durante la
temporada alta y el resto del tiempo me vengo aquí», resume.
El Castillo y el pueblo
Junto a su pareja
encontró un terreno en el caserío La Tojera donde después de tres años de
trámites están concluyendo la construcción de un pequeño hotel. «Nos encantó la
zona porque es muy tranquila. Veníamos de Madrid, donde la vida es mucho más
ajetreada y esto era un respiro. Esto tiene, además, un microclima especial y
un paisaje magnífico.
La gran ventaja es que está muy cerca de Portugal, por lo que nos permite conocer otra cultura. Nuestro plan es dar a conocer esta zona al resto de España y del mundo», asegura. De momento, cruza los dedos para que su negocio pueda estar abierto antes del verano".
Hotel rural "La Tojera" (detalle)
La gran ventaja es que está muy cerca de Portugal, por lo que nos permite conocer otra cultura. Nuestro plan es dar a conocer esta zona al resto de España y del mundo», asegura. De momento, cruza los dedos para que su negocio pueda estar abierto antes del verano".
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