domingo, 26 de noviembre de 2017

LA CODOSERA, UN PUEBLO DE LA RAYA




Otoño en La Codosera. 



LA CODOSERA, Un Pueblo de La Raya




 Poder participar en el homenaje que se prepara sobre los “Noventa años de vida de la Revista de Estudios Extremeños” para hablar de La Codosera y su entorno, es algo muy querido y gratificante.


     Antes de realizar una crónica breve sobre lo que ha sido la vida del pueblo en estos últimos noventa años, voy a intentar, de forma amena, realizar la fotografía de algunos de los pasajes que condicionaron la forma de ser tan genuina de sus habitantes, con el deseo de que, al final de su lectura, hayan pasado un rato entretenido y, sobre todo, si todavía no lo han hecho, sientan la necesidad de conocer y querer un poco más este territorio de la comarca de La Raya. 
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     Nací y crecí cerca de la ribera de uno de los ríos que discurren por las tierras de uno de los rincones más bellos de Extremadura, el Gévora.






Río Gévora a su paso por La Codosera

             Mis recuerdos de pequeño están colmados de imágenes y sonidos plagados de vida en torno a este río y sus afluentes. El trino de las aves revoloteando en el aire o el murmullo de sus aguas formando remolinos por doquier son difíciles de olvidar. El tintinear de las esquilas que portaban el ganado y que a sus orillas bebían, o el chapuzón de los patos zambulléndose a la caza de su codiciada captura. Inconfundible el chasquido de un guijarro que cualquier compañero de juego lanzaba para cortar el agua y sobre todo, observar las aguas claras y transparente de un río plagado de vida, venido de la otra parte de la frontera procedente de las montañas portuguesas, allá en la cascada del monte Sete, en la Sierra de São Mamede donde nace fiero y bravo para llegar a las inmediaciones del casco urbano, hacerse manso y regar una de las vegas más hermosas de este rincón extremeño que, dada su importancia, el entorno por donde discurre, ha sido declarado  de Interés Comunitario (LIC) por el buen estado de conservación que tiene su ecosistema, lo que permite que en él se den cita una gran variedad de especies faunísticas y florísticas, hasta el punto de ser considerado como uno de los ríos de mayor riqueza biológica de España y Europa. El Río Gévora es, además, el único río truchero de la provincia de Badajoz. Recientemente el tramo alto, que discurre por la localidad, también se ha declarado zona ZEPA (zona de especial protección para las aves) y ha entrado a formar parte de la Red Natura 2000 para espacios protegidos a nivel europeo.icos a lo largo del cauce junto a  sus afluentes.





Puente sobre el Gévora año 1933. (Óleo del autor). 


La Codosera es un pueblo cargado de historia. Portugués de nacimiento hasta que, por el Tratado de Alcañices, sirvió de moneda de cambio para conformar la frontera hispano-lusa que hoy todos conocemos. Una vez incorporado a la Corona castellano-leonesa, el territorio fue transformado en señorío, como Señorio de La Codosera, hasta el año 1464 que, junto con el Ducado de Alburquerque, el rey Enrique IV, en compensación por los servicios prestados, fueron cedidos a su valido don Beltrán de la Cueva, I Duque de Alburquerque, del que los libros de texto dicen que, por el gran parecido físico, fue el padre biológico de la reina Juana la Beltraneja. 

Por su situación geográfica, durante siglos, por aquí pasaron ejércitos, como la mejor ruta para atravesar la frontera con motivo de las guerras que en la Península hubo, por ello sufrió  asedios y destrucciones, y por motivos políticos, sus habitantes, a veces,  tuvieron que cambiar de nacionalidad y sufrir el desamparo de sus gobernantes, con consecuencias nefastas para las familias, al quedar separadas mediante una línea fronteriza que ellos no habían pedido establecieran.

Es un pueblo singular donde en el lenguaje, la gastronomía, el folklore, la música y la cultura en general, hay matices propios de La Raya. Por ello, su nexo con el país vecino, constituye la característica más significativa de su propia identidad.

Es un lugar encantador que en los últimos tiempos apuesta por el turismo, poniendo en valor su paisaje natural de gran belleza, sus tradiciones y fiestas populares que a lo largo del año se celebran.

 Quién visite La Codosera y lo desee, podrá realizar una serie de rutas de senderismo bien a pie o a caballo, o presenciar las famosas carreras de MotoCross en el circuito de Valleseco, pruebas puntuables para el campeonato de Extremadura, o, si elige el verano y le gustan los baños, darse un chapuzón en las trasparentes aguas de las Piscinas Naturales del río  Gévora.

Piscinas naturales Río Gévora.


           Para los amantes del turismo religioso, si el paisaje del entorno es hermoso, en Chandavila lo es mucho más y, por ello, merece la pena realizar una visita. El Santuario de igual nombre es un lugar donde vienen los fieles a meditar y a rezarle a la Virgen.   

Estratégicamente, es un municipio integrado dentro de la comarca de La Raya, a caballo entre el Alentejo portugués y la Comunidad de Extremadura, separados ambos por una frontera política, pero compartiendo elementos históricos, familiares, culturales y económicos.

                        Aparte de limitar por el oeste con Portugal, está situado a 58 kms de Badajoz, hacia el norte con los términos de San Vicente de Alcántara y Valencia de Alcántara y al SE con el de Alburquerque.


Límite del primitivo termino municipal de Marvão (1226)


Históricamente, La Codosera o Codiçeira como los portugueses la  llaman, fue conquistada por Afonso Henrique a los árabes en el año 1160, mucho antes que lo hiciera Alfonso IX con Badajoz y sus pueblos aledaños en 1230, precisamente porque este pueblo ya formaba parte de la región portuguesa de Marvão, según consta en la I Foral de Marvão del año 1226. Y lo siguió siendo hasta el año 1297 que, mediante el Tratado de Alcañices firmado entre la reina regente María de Molina, tutora del rey Fernando IV, con Dionisio I de Portugal, donde se fijaron, entre otros puntos, las fronteras con Portugal que hoy siguen vigente y que todos conocemos, a excepción de algún que otro ajuste menor que se haya producido posteriormente. El beneficiado en dicho tratado fue el reino de Portugal que recibió una serie de plazas fuertes, como la entones encomienda de Olivenza, la plaza fuerte de Ouguela y Campomaior además de otras muchas a lo largo de la frontera, compensadas, entre otros pequeños territorios,   por la cesión de una franja de terreno de una parte de lo que hoy es la Comunidad Extremeña, según consta en  "O Foral de Marvao"  ya comentado, concedida por el rey Sancho II, hijo de Dom Dinís, donde se detallan las fronteras de su reino y que, por su importancia para la historia de nuestra región extremeña, parcialmente, el tramo por donde iba trazada la línea fronteriza, aquí transcribimoscuyo limíte de frontera conectaría con el rio Xévora, e daí seguiría perto de Albuquerque, na zona de (daroches), infetia para o planalto de El Palancar (planum de alapalancer) até á cumeda da Serra de S.Pedro (serra de sancto petro quae vertente aquas). Da Serra de S. Pedro, a meio caminho de Cáceres, a linha de limite do territorio norte, em direçao ao Rio Tejo (directum ad tagum). 

Pero quiso el destino que las circunstancias históricas cambiasen y esto llego para los vecinos del pueblo en el año 1580 en tiempo de Felipe II quién por herencia de madre, acababa de heredar el Reino de Portugal y su frontera quedaba técnicamente diluida, de esta manera en la Península Iberica hubo dos reinos y un solo monarca hasta el año 1640 que Portugal le declaró la Guerra a España y proclamó su independencia. El conflicto duró veintiocho años y cinco batallas, terminado en el año 1668 con la firma del tratado de Lisboa. Estos años fueron terribles para La Codosera. En el grabado que nos dejaron los portugueses se observa al pueblo sitiado por el ejército portugués al mando de dos generales. El resultado fue desastroso para el pueblo.


Mapa de Extremadura. Año 1627

Terminada la Guerra de Restauración o también llamada de Independencia de Portugal, se llegó a una serie de acuerdos que tuvieron sus consecuencias para los vecinos de esta parte de La Raya, a saber:

-El cese de hostilidades y la paz perpetua y,
-“Libertad de circulación y de comercio para los súbditos de ambos países en el país vecino”. Además, ocurrió algo que fue determinante para que aumentase el desconcierto en esta parte de la frontera. Se firmó la paz y también se acordó que, “las propiedades usurpadas a sus legítimos dueños durante los veintiocho años que duró el conflicto, habrían de ser devueltas en ambas partes del territorio fronterizo”. Este hecho fue difícil de controlar y, consecuencia de ello ocurrió que, ante la incapacidad jurídica existente, una franja de terreno importante a ambos lados de la línea divisoria, se consideró tierra de nadie.

Por este motivo, al no quedar los conceptos aclarados, como la posesión de la tierra o la jurisdicción pertenecientes a los vecinos asentados junto a la frontera,  se crearon conflictos que en ocasiones quedaban zanjados con heridos graves o muertes, tal como relataba el coronel portugués José Baptista Barreiros en su detallado informe del 29/9/1864, sobre la  “Delimitaçao da Fronteira Luso-Espanhola y las Refertas (reyertas) fronterizas”, lo que daría a que cuatro años más tarde, reinando en España Isabel II y en Portugal Luis I,  se firmase  el Tratado de Lisboa (1868),  conocido también como Tratado de Lindes,  de cuya letra extraemos el siguiente párrafo:….”Para terminar con el estado de desosiego en que se encontraban parte de los vecinos de muchos pueblos situados en los confines de ambos reinos por no existir una deligación precisa del territorio ni tratado alguno internacional la señale, y deseando poner término de una vez para siempre a los desagradables altercados que con aquel motivo se suscitan en varios puntos de la raya y establecer y consolidar la paz y armonía entre las poblaciones limítrofes

Emitido este informe reinando en España Isabel II se firmó en Lisboa el Tratado de Lindes mediante el cual se fijaba la línea fronteriza entre los dos países que todos conocemos y desaparecía el espíritu de libre comercio que, hasta entonces habría existidos entre los dos Estados. El cierre de fronteras trajo consigo la apertura de puestos aduaneros, cuatro en la provincia de Badajoz, de los cuales, uno, en La Codosera, estableciéndose un lugar de paso obligado para hacer negocios legales inexistentes hasta aquel momento. El aumento de funcionarios fue un aliciente más en la vida social, debido a que, agentes gubernamentales, policías secretas y vistas de aduanas se asentaron en el pueblo como nuevos vecinos, incluso, algunos de los cuales aquí se casaron. 

 Por este motivo y durante el primer tercio del siglo XX, La Codosera conoció su mejor momento económico derivado de las buenas relaciones con el país vecino. En el tema de comunicaciones, comenzó a utilizarse el Puerto de Lisboa para exportar e importar cereales y se potenció el llamado camino de Badajoz, atravesando tierras más allá de la frontera, que fue utilizado por los transportistas locales, arrieros y carreteros, para acortar distancias y llegar hasta los mercados de Badajoz, donde vendían cuantos productos en esta magnífica tierra se cultivaban.

Insistimos otra vez comentando que algunos de los vecinos del pueblo, el comprar y vender se le da muy bien, pero a además de ser buenos comerciantes, aquí se vive de lo que da el campo, del ganado que se cría en las parcelas y, últimamente, un sector muy importante, apuestan por el turismo.

             El comercio local es consecuencia de su situación estratégica cercana a la frontera y de fácil permeabilidad,  de la que apenas la separan algo más de 3 kms, y muy próxima a los núcleos urbanos portugueses, donde existen por cercanía, si en la parte española, en un radio de 30 kms solo hay dos poblaciones, Alburquerque y San Vicente de Alcantara, en la portuguesa son algo más de una  docena de municipios, villas o freguesías, como Esperança, Arronches, Mosteiro, Sao Juliao,  Alegrete,  Besteiro de Cima, Moeda, Nave Fría o Parra, entre otros.

Uno de los grandes negocios a destacar, que generaba buenos dividendos, ha sido la producción y comercialización de huevos de gallinas y aves de corral, una actividad que comenzó a ser interesante a partir del año 1925, cuando los primeros camiones empezaron a rodar por carretera, estableciéndose líneas regulares de transporte de mercancías entre pueblos y ciudades, como la de Transportes Abajo, que un par de veces a la semana realizaba la ruta desde aquí hasta los mercados centrales de ciudades como Badajoz o Madrid. Esto ha evolucionado y ahora ya no es así. En la actualidad, las viejas granjas de aves han sido sustituidas por explotaciones industriales de gran rendimiento, la principal de todas por su expansión comercial a nivel regional, es sin duda Granja el Cruce, creada en el año 1961, una de las primeras empresas a nivel regional, que continúan en el negocio y distribución del sector.

En el tema agrícola, su importancia es derivada de la existencia de buenos profesionales que han sabido acondicionar estas tierras en huertas fértiles de regadío, aprovechando los sedimentos que los ríos aportan en sus avenidas y construyendo cerramientos permeables utilizando piedras de pizarra, un tipo de paredes, que aquí llaman tapadas, y gozando sus productos de gran aceptación, debido a su extraordinaria calidad, a destacar tres de gran calidad  que merecerían la calificación de denominación de origen, como son las judías verdes, los tomates y los pimientos, que en sabor y presentación no hay quien los iguales. Y como anécdota comentar que, en los años treinta del siglo pasado, el mejor arroz de la provincia, aquí se cultivaba y para su descascarillado, los productores disponían de una amplia red de molinos hidráulicos construidos junto al cauce de los ríos cercanos. 


En la década de los años cuarenta, con el racionamiento en España y la escasez de artículos de primera necesidad, La Codosera pasó a ser un centro importante de aprovisionamiento de víveres no perecederos al que llegaban viajeros con dinero procedentes de otros lugares a tratar de comprar comida u otros artículos de primera necesidad.  Las aves de corral o los huevos de gallinas, ante la fuerte demanda existente, a través de la frontera comenzaron a fluir grandes cantidades difíciles de controlar por los agentes fiscales. Le Ley prohibía que, a una mujer, un guardia civil varón pudiese cachearla, por ello, sabedores de dicha norma jurídica, y puesto que en el pueblo no había guardias femeninas, la afluencia de señoras que habían comprado en Portugal, y entraban por caminos y veredas, era masiva, trayendo bajo sus ropas, desde sábanas enrolladas al cuerpo a huevos de gallina colocados en soportes de telas ocultos a la vista de los agentes.  

El comercio del contrabando con Portugal siempre ha existido en ambas direcciones. Por ejemplo, con la corcha, donde allí son expertos en la transformación industrial de esta materia prima. Los llamados niños de la posguerra española, pequeños comprendidos entre los 10 y 15 años la mayoría huérfanos de padre, para paliar las carencias en su familia, cargando a la espalda con un saco de bornizo, andando se echaron al monte sufriendo las inclemencias del tiempo y cruzaron ríos y bosques hasta llegar hasta el pueblo portugués de Alegrete donde se la compraban. A la vuelta no regresaban de vacío. En el comercio portugués también vendían comida, que los niños adquirían con las ganancias de la venta de la corcha.

 Suponemos que los niños que iban con frecuencia hasta Portugal no tendrían ningún problema a la hora de entenderse con los comerciantes portugueses. Seguro que no. Y es que aquí hay muchos vecinos que hablan los dos idiomas perfectamente y en sus charlas, a veces, sin darse cuenta mezclan palabras de un idioma en sus conversaciones utilizando el otro. Esto ha hecho que el idioma que aquí se habla se ha enriquecido con la incorporación de vocablos diferentes que ya forman parte de su lenguaje habitual.

             En la forma de hablar, hay que matizar que aquí existen dos grupos , uno, los castellanos parlantes, algunos de ellos, consecuencia de la decisión que los Duque de Alburquerque tomaron, como soberanos de estas tierras, en las diferentes etapas de la historia, repoblándola con familias venidas de otros puntos del reino, a las que se le aseguró casa y trabajo, y el otro, los herederos de los portugueses naturales asentados junto a su tierra, alejados del casco antiguo y mal comunicados con el poder establecido que nunca perdieron sus señas de identidad. En los años sesenta, como en el resto de la región, también muchos de éstos emigraron y los que se quedaron, con la llegada del automóvil y la construcción de buenas carreteras hasta sus fincas, decidieron venirse a vivir al casco urbano, por eso, si consultamos la guía de teléfono local observaremos como en ella abundan los apellidos de procedencia portuguesa.

El vivir en la campiña ha sido así desde siempre hasta que entró en vigor la llamada Ley General de Educación de 1970, (4/Agosto/1970), que por primera vez en nuestro país regulaba y estructuraba todo el sistema educativo español, principalmente la obligatoriedad de educación plena para todos los niños y niñas en edades comprendidas entre los 6 y los 14 años. En esta fecha La Codosera no era igual que otros pueblos, al tener casi el 50% del alumnado viviendo alejado del casco urbano, en algunos casos a no menos de 10 o 15 kms. Con una población censada en el año 1970 de 2.704 habitantes, aproximadamente la mitad 1.327 vivían en el núcleo urbano y el resto 1.377 dispersos por la campiña.

Con la entrada de la nueva ley de la que hablamos, en el casco urbano del pueblo se construyó un centro de enseñanza pública de EGB de dieciséis unidades con comedor escolar y servicio de transportes para garantizar la asistencia de cuantos alumnos residían diseminados por la campiña. Como cada mañana, de lunes a viernes, el autobús iba recogiendo a los escolares en los lugares establecidos, dándose el caso curioso que, la totalidad, entraban en el autobús hablando portugués y así viajaban durante el trayecto y solo dejaban de hacerlo pasándose al castellano, cuando entraban a clase por las puertas del nuevo colegio.

Por este motivo, los habitantes de aquí, siempre se han entendido perfectamente con los portugueses y por ello,  el negocio ha estado presente, y cuando no ha sido posible, porque los gobernantes no lo quisieron, los materiales clandestinamente han cruzado la frontera en las dos direcciones de contrabando.

Para hablar del contrabando, nos vamos a situar en el año 1942 fecha en la cual se reunieron los dos jefes de estado, Francisco Franco y Salazar para hablar de seguridad y protegerse militarmente firmando el Pacto Ibérico y deliberadamente obviaron lo más elemental,  firmar un acuerdo comercial para que un país le pueda vender al otro lo que crea oportuno dentro de la legalidad. Pues no. De eso no hablaron, ni aquel día ni tampoco en los sucesivos años que estuvieron en el poder. Se firmó el primer en el año 1978, cuando ambos ya habían fallecido.

Ante esta falta de acuerdos, Portugal, gran productora de artículos como el café a  bajo coste, tenía que venderlos en el exterior de cualquier forma, ya que en España apenas había y el que se encontraba disponible en las tiendas su precio era el doble. Los primeros cafeteros surgidos en los años cuarenta, entre los que se encuentran la familia Nabeiro en Campo Maior, empezaron a fabricarlo en un cobertizo bajo la marca “ O Camelho” y hoy día con su marca Delta poseen un imperio comercial. El éxito de su empresa fue la de organizar cuadrillas de hombres fuertes y audaces para evadir cualquier encontronazo bien con los guardias fiscales portugueses o también con los carabineros españoles a la hora de cruzar la frontera o sus aledaños.

En línea recta por caminos o senderos Campo Maior debe de estar de La Codosera a unos  30 kms de distancia, por lo que dichos empresarios ponen sus ojos en los habitantes, en el mundo obrero de clase humilde de La Codosera para su plan comercial. A todos ellos, el señor Nabeiro le daba el saco de café fiado, con la condición que en el siguiente viaje se lo tenían que pagar. El negocio fue todo un éxito.

Al abrigo del contrabando, en La Codosera y en los terrenos cercanos a la misma frontera comenzar a surgir aldeas donde se asentaron los primeros comerciantes junto a contrabandistas conocedores de las mejores rutas para burlar la vigilancia de las autoridades fiscales.


                                      Excursionistas sobre el puente de El Marco. 


Puente internacional entre dos países, mas pequeño del mundo. 


Uno de estos caseríos es El  Marco, situado  junto al arroyo del Abrilongo, río que hace de frontera a escasos tres kms del casco urbano de la pedanía. Por tanto, una sola comunidad donde vivían entremezclados portugueses y españoles, con un idioma común, el portugués, Dos vecindades con pocos documentos, un solo idioma, una cultura común heredada de siglos y un arroyo que en un principio se cruzaba al salto, después pusieron pasaderas y más tarde un tablón de madera, el cual tenían que quitar cuando los guardias de vez en cuando regresaban, lo mismo unos que otros. Así convivieron años. La tabla desaparecía una y otra vez y otras tantas alguien la volvía a ubicar, hasta que decidieron instalar una más ancha y resistente que soportase el peso de varias personas a la vez, e incluso, el de una carretilla cargada. Con la carretilla o carretón llegó el progreso y además se industrializó el contrabando. Cada vez que los vecinos verificaban que los guardias se habían marchado, las carretillas volaban de un lado hacía el otro en ambas direcciones cargadas de todo lo que interesase vender a los vecinos de la otra parte.

El puente del Marco

 El tablón de madera, tras 90 años de permanencia, con la entrada en vigor del tratado de Schengen en 1994, que abolió las fronteras interiores de la Unión Europea, su agonía se agravó definitivamente en el año  2002 cuando el euro se convirtió en la moneda común. La gente siguió pasando por encima del improvisado puente ya sin miedo a los guardias. Las autoridades de ambos municipios entendieron que los tiempos eran otros y había que hacer algo para recordarlo y contentar a todos. Y así es como decidieron construir el bonito puente que les muestro en la fotografía insertada que, con tres metros de largo por uno y medio de ancho, dicen ser “el puente internacional más pequeño del mundo

Partiendo desde El Marco dirección norte, siguiendo la línea fronteriza, se localiza otra de las aldeas perteneciente al municipio, La Tojera, igualmente casi unida a la línea divisoria,  donde en los años de pujanza, había trabajo para todos y ganas de divertirse no faltaban. Para ello, contaban con un salón de baile donde cada dos por tres se organizaban festejos entre los jóvenes y las mozas que vivían en las proximidades, igual en España que en la cercana Portugal.

El negocio del contrabando del café tuvo tanto éxito que los hombres que se dedicaron a ello, llamados mochileros, por el saco que llevaban a la espalda, terminaron agrupándose en cuadrillas, muchos de los cuales aún viven y participan en charlas contando sus interesantes aventuras.


                    Un exmochilero de La Rabaza

Los mochileros se agruparon en cuadrillas y dejaron de ser autónomos contratados por alguien que no los acompañaba. Algunos de ellos vivían en caseríos, como éste de La Tojera, pero la mayoría procedían del casco urbano. Solían ser gente con un gran sentido de disciplina ante el jefe que los dirigía. Ser fuerte era una condición indispensable ya que habrían de  caminar por la noche para no ser vistos, cargados con la mochila que a veces sobrepasaba los 25 kgs. Aparte de esta carga, llevaban sujetos al pecho una bolsa con 5 kgs, a la que llamaban fiador, esta última cantidad ya pactada que sería su salario, para, en caso de ser sorprendidos por los guardias, tirar la mochila, salir huyendo  y quedarse con el fiador, garantizando que, al menos, el jornal no lo perdían.

Las aldeas junto a la raya jugaron un papel importante en el negocio del café, sobre todo las lonjas donde no faltaba un espacio dedicado a bar, lugares de encuentro, de citas secretas, miradas de complicidad y de pocas palabras. Eran el refugio del carabinero y lugar de descanso del contrabandista, matando las horas sin hacer nada hasta que llegase el momento de emprender otra nueva aventura. A veces, los guardias y los mochileros se entretenían juntos jugando a los naipes, conociéndose pero sin delatarse si quiera.   


Siguiendo la ruta, el siguiente caserío interesante de mencionar es Bacoco,  en dirección norte y a pocos kms del anterior. El nombre de Bacoco es uno más de los topónimos que quedaron deformados al transcribirlos del portugués al castellano. El viajero que nos visita por primera vez, al oírlo,  le extraña, y se confunde creyendo que el lugar es un espacio exótico con palmeras, pero nada de eso. Su nombre original en portugués era Vao Covo, que significa “paso o badén  hondo”. Situado al NO del término municipal, en las estribaciones montañosas de la Sierra de São Mamede, por donde discurre el río Gevorete, un bonito valle desde donde se alza la Sierra de Bastos con la cota más alta del pueblo, el pico de La Lamparona con 596 mts de altura,  y a pocos metros de una ermita de gran devoción mariana donde se venera la Virgen de la Lapa, construida en el interior de una gran gruta, un lugar casi desconocido y oculto tras el altar, lugar donde antaño los contrabandistas escondían sus cargas durante el día para no ser descubiertos. Es curioso el caso del nombre de La Lamparona. Cuando a un vecino del pueblo se le pregunta, dice que  es debido a que hace años allí hubo asentado un faro para orientar a la navegación aérea, una gran lámpara rotativa cuyos destellos luminosos se vislumbraban desde muchos kms. a la redonda. Sin embargo, el faro se instaló en el año 1927 y la sierra, que compartimos con Portugal,  ya estaba allí, con el nombre de Serra da Laparona, donde tambien se encuentra la milenaria ermita de la Lapa,  y de ahí su nombre de Laparona, que es como se denomina en la cartografía portuguesa. 




La Codosera es un lugar donde hay algunas ermitas, creo que en total son seis y en el pasado hubo muchas más, todas ellas fueron consecuencia de la necesidad que sintieron los habitantes de épocas anteriores, que buscaron asentarse al abrigo de un castillo y cercanas a la ermita, donde orar,  ante el temor de la guerra, buscando la protección divina. Junto a la última que hemos comentado, muy cerca de Bacoco, en un precioso cerro arbolado, se venera a la Virgen del Carmen; el paraje se llama La Varse,  que igual que el anterior, parece que tiene algo que ver con lavarse, pero nada eso. El topónimo es otra más de la deformación derivadas del portugués, a Varzea, que significa La Vega.

Ermita de Lavarse. 


 Bacoco, es interesante por ser el territorio donde terminaba lo llano y se iniciaban las estribaciones montañosas del Sistema Central. Otro topónimo mal traducido del portugés, El "Bao Covo", (Badén de la Gruta), se quedó en el Bacoco.  A partir de los años veinte, quizás en el 27, cuando los aviones de la aviación comercial necesitaron faros terrestres para orientar su rumbo, en la Lamparona, el Ministerio del Aire gestionó la instalación y el servicio de una unidad, funcionando hasta que dejó de ser útil, sustituido por los pilotos automáticos de las naves aéreas.


Bacoco

Aparte del faro, en Bacoco  para vigilar una parte del territorio fronterizo, muy alejada del pueblo y con malos caminos,  a la sombra de la cima de La Lamparona, hasta su desaparición, estuvo asentada una caseta  de la Guardia Civil. Al igual que en una casa-cuartel, dentro del recinto, vivían las familias de los agentes. Una vivienda independiente para cada unidad familiar y un huerto pequeño para cultivarlo.  Así fue hasta el mes de enero del año 1993 que, juntos con los compañeros destinados en los demás destacamentos del municipio, cerraron puertas para ser trasladados al cuartel comarcal de Alburquerque, desde donde, motorizados o con vehículos, siguen prestando el mismo servicio de vigilancia que antaño. 

Hoy día, Bacoco cuenta con un buen restaurante y una fábrica de quesos. De aquellos viejos comerciantes que, en cada casa de vecino, sin rótulos en las puertas, había uno, ya nada queda. También el faro aéreo dejó de prestar servicio y como recuerdo, en la cima de la Sierra, solo quedan los restos de la construcción donde se alojaba la turbina con motor de gasolina necesaria para orientar al tráfico aéreo trasatlántico.


Pico de La Lamparona con restos de la caseta del faro.

Por otra parte, el edificio del viejo cuartel, tras subastarse, pasó a propiedad privada y hoy día es un centro de ocio turístico de ambiente rural. El día que se inauguró, por la proximidad con Badajoz, donde viven muchos de los guardias civiles que en su día aquí estuvieron destinados, asistieron al festejo, incluso contaron con la presencia del Coronel Jefe de la Comandancia. La tarde fue larga y todos guardaban un grato recuerdo de este lugar. Como anécdota, no pararon de contar historias y vivencias divertidas que recordaban con mucho cariño de aquel tiempo.

Bacoco, caseta de los carabineros. 

             Dejamos Bacoco y en nuestro recorrido encontramos la siguiente de las aldeas, La Rabaza, que debe su nombre a su homónima portuguesa, a Rabaça, situada a poca distancia una de la otra. Este caserío es famoso y aparece en todos los libros de texto debido a que, por aquí, cruzando el poblado, irrumpe en España el río Gévora, es por tanto la aldea donde sus gentes, además de haber vivido del contrabando también han tenido la suerte de disponer del agua suficiente procedente del rio para regar las tierras cercanas de su propiedad. Es por ello un caserío, igual a los dos anteriores, con las mismas perspectivas de modus vivendi que nació junto a la frontera para vivir del comercio del contrabando, con la ventaja que, desde aquí, existe la distancia  más corta para llegar caminando a las estaciones de ferrocarril de la vía Madrid - Lisboa,  un trayecto que hicieron frecuentemente a través de las montañas, atravesando ríos,  a escondida e intentando  no ser descubiertos antes de llegar a su destino. En el negocio del contrabando del café había involucradas mucha gente. Además de todos los que hemos mencionado anteriormente, aquí en el tema de la Renfe, los funcionarios del tren también lo estaban, desde el fogonero hasta el revisor formaban parte del tramado.




Casas de La Rabaza. 

Junto a las vías del tren, para soltar la carga, actuaban de la siguiente forma. Tenía que ser  de noche. Normalmente elegían estaciones casi sin viajeros.  Agazapados, esperaban a la salida del pueblo, buscando alguna curva donde el maquinista se viese obligado a aminorar la marcha y en fila india, con rapidez, esperaban el momento adecuado, desde donde, los maquinistas y sus ayudantes, provistos de garfios largos, izaban las mochilas hasta lograr subirlas y con rapidez ocultar, y así llegaban a la capital madrileña, escondidas entre el carbón.

Homenaje al "Mochilero", en La Codosera. 

Una vez que hemos comentado el negocio del contrabando en esta parte de La Codosera, queda demostrado que la frontera con Portugal, al ser terreno llano, sin accidentes geográficos insalvables de por medio, con una población importante asentadas en viviendas cercanas entre sí, junto a caseríos que actuaban de intermediarios contralando el movimiento los horarios de los guardias, prácticamente era fácil de cruzar.

 Como hemos comentado al principio, para el  pueblo, los recursos turísticos de que dispone son muy alentadores.

La historia viene de lejos, cuando  los turistas comenzaron a interesarse por el pueblo a partir de mayo del año 1945. Por entonces llegar hasta el pueblo era una aventura en determinados momentos hasta peligrosa. Por entonces la única carretera existente era la que comunicaba con la vecina Alburquerque, 17 kms. de tierra llena de baches  y de por medio, un puente diminuto, el de Carrión, que cuando llovía en exceso permanecía cortado y había que esperar que las aguas volviesen a su estado normal.  




Santuario de Chandavila. 



Se cumplen ahora 72 años, fecha en la cual un determinado público comenzó a interesarse por los acontecimientos que en este lugar ocurrían. La gran afluencia venidas de pueblos cercanos y desde más allá de nuestras fronteras era algo novedoso para los lugareños. Tan importante fueron los acontecimientos que el diario Informaciones de Madrid, durante un cierto tiempo, desplazó a uno de sus mejores reporteros, José de la Cueva, para escribir las crónicas de los hechos aquí acaecidos.

Procesión en Chandavila

            En aquel año del 45, las heridas de las guerras aún estaban sangrantes.  Hacía un año que la II Guerra Mundial terminó y cinco que finalizó la Guerra Civil española, un panorama no muy esperanzador. Eran tiempos de miserias y de carencias. Tiempos de hambre y de necesidades, tiempos de concordia en España y en el mundo. En la vieja Europa las fábricas habían desaparecido y los bloques de pisos, de derruirlos se encargó la aviación de uno y otro bando, que no pararon de tirar bombas y más bombas.  Y para colmo de males, el comunismo se expandía a pasos agigantados, con lo que ello suponía para los creyentes cristianos. En La Codosera las cosas tampoco iban mejor, el dinero era poco y la gente compraba menos. Menos mal que como hemos comentado en otros apartados, aquí la frontera estaba cerca y había oportunidades que daban para por lo menos subsistir, aunque fuesen medios ilegales con que ganarse unas pesetas, y eso es lo que ocurrió, que un día, hacía finales del mes de mayo del año que comentamos, una niña de doce años de edad, huérfana de padre, acompañada de su prima, se dirigió al caserío del Marco, a comprar café y alguna cosa más de contrabando. Al pasar por el paraje de Chandavila, en uno de los castaños, distante a unos 60 metros a la derecha del camino, creyó observar la figura de una señora vestida de negro. Asustada corrió junto a su prima y se lo contó. Sin darle mayor importancia, hicieron el encargo que su madre le había encomendado, dejaron El Marco y emprendieron el regreso por el mismo camino por donde habían venido. Al llegar a los castaños, empujada por una fuerza sobrenatural la curiosidad le hizo mirar hacía el lugar donde le había parecido ver la extraña figura y, grande fue su asombro al distinguir claramente, envuelta en rayos luminosos, a la Santísima Virgen con una expresión de tristeza en su rostro y elevada a mitad del castaño. Regresó a su casa y pretendió guardar silencio, aunque, no pudiéndolo tener callado, contó a su madre lo ocurrido, pero ésta no la creyó. entre otras cosas le dijo, que como iba a ver a la Virgen si todos los miembros de su familia eran rojos, que a su abuelo y a su padre los fusilaron por ser de izquierda, y en su casa ni se rezaba. Aun así, a la mañana siguiente, los vecinos se enteraron y se armó la revolución. En los días siguiente, la niña no sabía qué hacer, si ir al castañar o no ir, cerca no estaba, el terreno era cuesta arriba y por mal camino y en junio el calor apretaba. Fue gracias a una vecina, una señora mayor que la convenció, se decidió volver al castañar. Y efectivamente, en compañía de Dolores, que así se llamaba, llegaron al lugar y con gran alegría, al poco tiempo volvió a ver a la Virgen y esta vez la Señora le habló y le dijo quién era Ella, además entre otras cosas le pidió que volviese al día siguiente por que iba a hacer un milagro. La niña al llegar al pueblo así lo contó y la que se armó fue buena. El periodista cuenta que por distintos caminos llegaron más de mil personas, incluso de los pueblos de al lado y hasta de Portugal se acercaron. La expectación en el campo se palmaba en el ambiente bajo un sol abrasador. La gente miraba al cielo observando ver si algo se movía. Entre el público se notaba el nerviosismo. El momento era súper emocionante, pues nunca anteriormente la Virgen había anunciado su presencia en la Tierra. De pronto, todos notaron que algo ya estaba ocurriendo al ver a Marcelina como arrodillada, con las palmas unidas y con rostro celestial. Extrañados se quedaron cuando observaron que sus rodillas se deslizaban por el pedregal lleno de erizos, pinchos y arbustos secos, en dirección al castaño. La madre de la niña, presente entre el público, al verla, se desmayó, pues, ante todos los presentes, la Virgen acababa de hacer el milagro anunciado. Al volver en sí, el público se agrupó junto a la pequeña y con gran asombro comprobaron que sus rodillas estaban completamente sanas, sin herida alguna.   Además, entre la niña y la Virgen mientras que existió el éxtasis, se produjo un diálogo que periodista, el señor De la Cueva, lo narra ampliamente en su libro, “Los Prodigios de La Codosera”. (9-1945).

Santa Misa en Chandavila. 

No hay duda que el pueblo, con estos hechos y teniendo a la Santísima Virgen tan cerca, tuvo muchísima suerte. Y es que los prodigios de la Virgen de Chandavila comenzaron a manifestarse de forma inmediata después de las apariciones . Las crónicas relatan que en aquellos días hubo gente incrédula que perdieron la vista, mudos que hablaron y enfermos que se curaron. Chandavila era un hervidero de gente venidas de diferentes puntos del país, mientras que los vecinos del pueblo no sosegaban por todo lo que en el cercano campo estaba sucediendo. A medida que el proceso avanzaba, alrededor del castaño de las apariciones comenzaron a surgir, primero un altar al aire libre, después una ermita en cuyo interior aún se conserva el tronco del famoso castaño y más tarde, junto al castaño, un santuario.



Marcelina, la niña que vio a la Virgen, hoy monja de clausura en Sevilla. 


La noticia de las apariciones corrió como la pólvora por todo el país, una corriente que se mantiene activa hasta nuestros días, Marcelina, que aún vive, una vez terminó sus estudios, ingresó en un Convento de monjas en Sevilla dentro de la Congregación de las Hermanas de la Cruz, como la hermana, Misericordia de la Cruz    



Santuario de Chandavila

Con mucho esfuerzo, y gracias a las aportaciones de los fieles, el santuario que hoy conocemos, fue surgiendo poco a poco, y actualmente es uno de los templos marianos a nivel provincial que más visitantes recibe a lo largo del año. A todo se acostumbra uno, y eso es lo que hicieron los vecinos del pueblo, principalmente los comerciantes, acostumbrarse a vivir en un pueblo célebre. En Badajoz, por ejemplo, se comentaba que la fiesta que por cada 27 de mayo se celebraba, era la fiesta del café, y razón tenían. La distancia del Santuario al caserío portugués del Marco no es mayor de 500 metros, y ese día de romería eran decenas de autobuses los que solían llegar cargados de fieles para rezarle a la Virgen, comer en familia a la sombra de los castaños o por la tarde darse un paseo hasta los comercios portugueses, y en las lonjas, tomar café y comprar un par de paquetes de café en granos.

Devotos de la Virgen en Chandavila


 Había años que la operación les salía bien y regresaban a casa contentos con la buena compra, por lo barato que el café les había costado, pero, hubo otros que los civiles montaron el control a la salida del pueblo, parando a los autobuses y decomisaron todos y cada uno de los envoltorios. Hoy día no es necesario comprar nada de contrabando y sin embargo la gente sigue viniendo. Cada domingo se celebran misas y los bancos de madera se llenan de devotos. Cuantos elementos existen en el interior del templo es arte y belleza, gracias al mejor mecenas que, enamorado de este lugar, cambió los aires madrileños, donde tenía su estudio, y eligió La Codosera para pasar los últimos días de su vida. Escultor de prestigio, premio nacional de bellas artes y con maravillosas obras artísticas repartidas por distintos lugares del mundo, Jenaro Lázaro Gumiel fue el artífice de embellecer este santo lugar donde todo lo visible expuesto en el interior del templo, de sus manos y fina gubia ha salido, incluso quiso que, tras su muerte, sus restos descansaran junto a su Virgen, y efectivamente, en el interior del santuario está la cripta perfectamente señalizada. El escultor de la Virgen como reza en su lápida, también quiso hacerle un regalo a su pueblo, a La Codosera, ya que es hijo adoptivo. Para ello, tomando como base uno de los torreones de lo que fue un Castillo medieval, mando reconstruir y en la cima, en lo más alto de la torre, erigió la majestuosa y colosal imagen pétrea de un Corazón de Jesús, posicionado con los brazos abiertos, como dando la bienvenida a cuantas personas de bien se acercan por aquí.


                           Escultura del Corazón de Jesús.

La antigua fortaleza, conocida por el nombre de “Castillo Juana la Beltraneja”, es otro de los atractivos más que el pueblo posee. Sin documentación que precise la fecha de su construcción, igual fue mandado construir por los Caballeros Templarios, bastión de los portugueses en su lucha durante la reconquista contra los árabes, o quizás fuese edificado por los nobles castellanos-leoneses  en sus guerras contra Portugal. En la actualidad, la propiedad se encuentra en periodo de liquidación y la esperanza del pueblo es que finalmente sea el Ayuntamiento local quién pase a gestionarlo y ponerlo en valo


Castillo "La Beltraneja". Entrada principal.

Tan antiguo como el Castillo Medieval, y algunas de ellas, puede que aún más, son las tradiciones con las que el pueblo cuenta, a celebrar en diferentes fechas del año.  Una de ellas, Correr el Aleluya, se festejan en primavera, el Sábado Santo, donde la mayoría de los mozos con ganas de trotar, en la madrugada del Domingo de Resurrección, provistos de campanillos enganchados al correaje, recorren cada rincón del municipio con gran algarabía, celebrando que Jesús ha resucitado. Otra, La Fiesta de los Mayos, es de orígenes ancestrales y se remonta a antiguas civilizaciones, donde el fin que se pretendía era el culto a la divinidad Maia y al rejuvenecimiento de los campos. Actualmente la tradición no se ha perdido  a pesar que en épocas anteriores siempre contó con la obstrucción del poder eclesiástico unas veces y político otras.  Celebrada el día primero del mes de mayo, es costumbre que, en algunos portales de las viviendas, en encrucijada de calles o plazas públicas, los vecinos coloquen muñecos satíricos rellenos de paja y vestidos de ropas viejas aludiendo, mediante un mensaje, a hechos o acontecimientos acaecidos durante el año. Eso ocurre ahora, pero hace algo más de medio siglo, el mensaje era diferente. Normalmente el personaje siempre era una pareja joven, hombre y mujer, que aparecían sentados en sillas o butacas y vestidos también con ropas viejas, pero siempre, con el tema erótico sexual presente.


La fiesta de las castañas


 En el mes de noviembre, hay otra, La Fiesta de las Castañas, a celebrar el día primero, festividad de Todos los Santos. Esa tarde-noche, era y lo sigue siendo, casi de obligación, ir al campo para asar castañas a la brasa, lo que a nivel local es conocido como hacer un magusto, donde no es preciso llevarlas, pues en los castañales cercanos, esparcidas por el suelo, entre los erizos, con solo pisarlos,  las había de sobra.  Es una fiesta donde todo el mundo colabora apañando castañas y recogiendo leña para hacer la hoguera, que, calculando y cuando se apreciaban las primeras brasas, se echaban directamente hasta que los entendidos consideraban que ya estaban para comerse. Con el tiempo frio, las castañas calientes están deliciosas y acompañadas de licores, como era el caso, una copa de anís, mejor todavía. En los últimos años, sobre todo la gente joven, aprovechando el rescoldo de la hoguera, con los trozos de leños a medio apagar, se tiznan la cara, lo que aquí llaman mascarrarse. El magusto es una herencia de nuestro pasado portugués. A los niños de pequeño, las madres nos decían que las castañas sobrantes las guardásemos debajo de la almohada para comérnoslas por la mañana, en Portugal, antes de acostarse, las ponen encima de la mesa en honor a sus muertos porque así, entendían, en caso que volviesen, podrían comérselas. No olvidemos que esa noche en el mundo religioso es el momento de rezar por los fieles difuntos, cuyos actos litúrgicos comienzan pocas horas después con el doblar de las campanas.

Doblan las campanas y también es la hora de terminar este escrito y de hacer una breve reflexión comparativa de cómo han sido a nivel local los últimos noventa años. Sin duda muy positivos, supongo que, con mucho empeño, trabajo y sacrificio por parte de todos, se ha conseguido lo que hoy tenemos. La Codosera es un pueblo donde se han asfaltado la totalidad de sus calles y plazas, todas ellas con alumbrado público homologado. La electricidad también ha llegado a cada aldea o agrupación de viviendas de las muchas que hay dispersas por el campo. Se ha construido una amplia red de carreteras, con los puentes necesarios para atravesar ríos donde los hubiere para dar servicio al vecindario asentado en los diferentes caseríos que pueblan la campiña. En captación de agua potable para el consumo humano, se han hecho las obras necesarias y que en la actualidad continúan con la renovación de la red subterránea de tuberías por estar en malas condiciones. Al pueblo también se le dotó en su día de la red de saneamiento y últimamente con la construcción de la Estación de Depuración de Aguas Residuales.  La construcción de un nuevo edificio, sede del ayuntamiento, la Casa de la Cultura, el Centro de salud, el Hogar del Pensionista o el Tanatorio, junto con el pabellón deportivo o las instalaciones del campo de futbol municipal, también son obras a destacar, además hay que indicar como necesaria, la implantación en el ayuntamiento del servicio informático, o la compra de cuantos vehículos y maquinarías son precisos para dar a los vecinos el servicio adecuado. Todo ello suma y ha sido posible gracias a la Diputación Provincial de Badajoz que ha sabido cumplir con la misión encomendada según el apartado b) de sus competencias, donde dice que una de sus obligaciones ha de ser: “tióLa asistencia y cooperación jurídica, económica y técnica a los Municipios, especialmente los de menor capacidad económica y de gestipn” En La Codosera así ha sido y lo hecho a la vista de todo el mundo está. Hoy día, el pueblo no se parece absolutamente en nada a lo que antaño fue.


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