Otoño en La Codosera.
LA CODOSERA, Un
Pueblo de La Raya
Poder
participar en el homenaje que se prepara sobre los “Noventa años de vida de la
Revista de Estudios Extremeños” para hablar de La Codosera y su entorno, es algo muy querido y gratificante.
Antes de realizar una crónica breve sobre
lo que ha sido la vida del pueblo en estos últimos noventa años, voy a
intentar, de forma amena, realizar la fotografía de algunos de
los pasajes que condicionaron la forma de ser tan genuina de sus habitantes,
con el deseo de que, al final de su lectura, hayan pasado un rato entretenido y,
sobre todo, si todavía no lo han hecho, sientan la necesidad de conocer y
querer un poco más este territorio de la comarca de La Raya.
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Nací y crecí cerca de la ribera de uno de
los ríos que discurren por las tierras de uno de los rincones más bellos de
Extremadura, el Gévora.
Río Gévora a su paso por La Codosera
Mis
recuerdos de pequeño están colmados de imágenes y sonidos plagados de vida en
torno a este río y sus afluentes. El trino de las aves revoloteando en el aire
o el murmullo de sus aguas formando remolinos por doquier son difíciles de
olvidar. El tintinear de las esquilas que portaban el ganado y que a sus
orillas bebían, o el chapuzón de los patos zambulléndose a la caza de su
codiciada captura. Inconfundible el chasquido de un guijarro que cualquier compañero de juego
lanzaba para cortar el agua y sobre todo, observar las aguas claras y
transparente de un río plagado de vida, venido de la otra parte de la frontera
procedente de las montañas portuguesas, allá en la cascada del monte Sete, en la Sierra de São Mamede donde
nace fiero y bravo para llegar a las inmediaciones del casco urbano, hacerse
manso y regar una de las vegas más hermosas de este rincón extremeño que, dada su importancia, el entorno por donde discurre, ha sido declarado de
Interés Comunitario (LIC) por el buen estado de conservación que tiene su
ecosistema, lo que permite que en él se den cita una gran variedad de especies
faunísticas y florísticas, hasta el punto de ser considerado como uno de los
ríos de mayor riqueza biológica de España y Europa. El Río Gévora es, además,
el único río truchero de la provincia de Badajoz. Recientemente el tramo alto,
que discurre por la localidad, también se ha declarado zona ZEPA (zona de
especial protección para las aves) y ha entrado a formar parte de la Red Natura
2000 para espacios protegidos a nivel europeo.icos a lo largo del cauce
junto a sus afluentes.
Puente sobre el Gévora año 1933. (Óleo del autor).
La Codosera es un pueblo cargado de historia.
Portugués de nacimiento hasta que, por el Tratado de Alcañices, sirvió de
moneda de cambio para conformar la frontera hispano-lusa que hoy todos
conocemos. Una vez incorporado a la Corona castellano-leonesa, el territorio
fue transformado en señorío, como Señorio
de La Codosera, hasta el año 1464 que, junto con el Ducado de Alburquerque,
el rey Enrique IV, en compensación por los servicios prestados, fueron cedidos
a su valido don Beltrán de la Cueva, I Duque de Alburquerque, del que los
libros de texto dicen que, por el gran parecido físico, fue el padre biológico
de la reina Juana la Beltraneja.
Por su situación geográfica, durante siglos,
por aquí pasaron ejércitos, como la mejor ruta para atravesar la frontera con
motivo de las guerras que en la Península hubo, por ello sufrió asedios y destrucciones, y por motivos
políticos, sus habitantes, a veces, tuvieron que cambiar de nacionalidad y sufrir
el desamparo de sus gobernantes, con consecuencias nefastas para las familias,
al quedar separadas mediante una línea fronteriza que ellos no habían pedido
establecieran.
Es un pueblo singular donde en el lenguaje, la
gastronomía, el folklore, la música y la cultura en general, hay matices
propios de La Raya. Por ello, su nexo con el país vecino, constituye la característica más significativa de su
propia identidad.
Es un lugar encantador que en los últimos
tiempos apuesta por el turismo, poniendo en valor su paisaje natural de gran
belleza, sus tradiciones y fiestas populares que a lo largo del año se
celebran.
Quién visite La Codosera y lo desee,
podrá realizar una serie de rutas de senderismo bien a pie o a caballo, o
presenciar las famosas carreras de MotoCross en el circuito de Valleseco, pruebas
puntuables para el campeonato de Extremadura, o, si elige el verano y le
gustan los baños, darse un chapuzón en las trasparentes aguas de las Piscinas Naturales
del río Gévora.
Piscinas
naturales Río Gévora.
Para los amantes del turismo religioso, si el
paisaje del entorno es hermoso, en Chandavila lo es mucho más y, por ello,
merece la pena realizar una visita. El Santuario de igual nombre es un lugar donde
vienen los fieles a meditar y a rezarle a la Virgen.
Estratégicamente, es un municipio integrado
dentro de la comarca de La Raya, a caballo entre el Alentejo portugués y la Comunidad
de Extremadura, separados ambos por una frontera política, pero compartiendo
elementos históricos, familiares, culturales y económicos.
Aparte
de limitar por el oeste con Portugal, está situado a 58 kms de Badajoz, hacia el
norte con los términos de San Vicente de Alcántara y Valencia de Alcántara y al
SE con el de Alburquerque.
Límite
del primitivo termino municipal de Marvão (1226)
Históricamente, La Codosera o Codiçeira como
los portugueses la llaman, fue
conquistada por Afonso Henrique a los árabes en el año 1160, mucho antes que lo
hiciera Alfonso IX con Badajoz y sus pueblos aledaños en 1230, precisamente
porque este pueblo ya formaba parte de la región portuguesa de Marvão, según
consta en la I Foral de Marvão del año 1226. Y lo siguió siendo hasta el año
1297 que, mediante el Tratado de Alcañices firmado entre la reina regente María
de Molina, tutora del rey Fernando IV, con Dionisio I de Portugal, donde se
fijaron, entre otros puntos, las fronteras con Portugal que hoy siguen vigente
y que todos conocemos, a excepción de algún que otro ajuste menor que se haya
producido posteriormente. El beneficiado en dicho tratado fue el reino de
Portugal que recibió una serie de plazas fuertes, como la entones encomienda de
Olivenza, la plaza fuerte de Ouguela y Campomaior además de otras muchas a lo
largo de la frontera, compensadas, entre otros pequeños territorios, por la cesión de una franja de terreno de
una parte de lo que hoy es la Comunidad Extremeña, según consta en "O Foral de Marvao" ya comentado, concedida por el rey
Sancho II, hijo de Dom Dinís, donde se detallan las fronteras de su reino y
que, por su importancia para la historia de nuestra región extremeña,
parcialmente, el tramo por donde iba trazada la línea fronteriza, aquí
transcribimos, “cuyo limíte de frontera conectaría con el
rio Xévora, e daí seguiría perto de Albuquerque, na zona de (daroches), infetia
para o planalto de El Palancar (planum de alapalancer) até á cumeda da Serra de
S.Pedro (serra de sancto petro quae vertente aquas). Da Serra de S. Pedro, a
meio caminho de Cáceres, a linha de limite do territorio norte, em direçao ao
Rio Tejo (directum ad tagum).
Pero quiso el destino que las circunstancias
históricas cambiasen y esto llego para los vecinos del pueblo en el año 1580 en
tiempo de Felipe II quién por herencia de madre, acababa de heredar el Reino de
Portugal y su frontera quedaba técnicamente diluida, de esta manera en la
Península Iberica hubo dos reinos y un solo monarca hasta el año 1640 que
Portugal le declaró la Guerra a España y proclamó su independencia. El
conflicto duró veintiocho años y cinco batallas, terminado en el año 1668 con
la firma del tratado de Lisboa. Estos años fueron terribles para La Codosera.
En el grabado que nos dejaron los portugueses se observa al pueblo sitiado por
el ejército portugués al mando de dos generales. El resultado fue desastroso
para el pueblo.
Mapa de Extremadura. Año 1627
Terminada la Guerra de Restauración o también
llamada de Independencia de Portugal, se llegó a una serie de acuerdos que
tuvieron sus consecuencias para los vecinos de esta parte de La Raya, a saber:
-El cese
de hostilidades y la paz perpetua y,
-“Libertad
de circulación y de comercio para los súbditos de ambos países en el país
vecino”. Además, ocurrió algo que fue determinante para que aumentase el
desconcierto en esta parte de la frontera. Se firmó la paz y también se acordó
que, “las propiedades usurpadas a sus
legítimos dueños durante los veintiocho años que duró el conflicto, habrían de
ser devueltas en ambas partes del territorio fronterizo”. Este hecho fue
difícil de controlar y, consecuencia de ello ocurrió que, ante la incapacidad
jurídica existente, una franja de terreno importante a ambos lados de la línea
divisoria, se consideró tierra de nadie.
Por este motivo, al no quedar los conceptos
aclarados, como la posesión de la tierra o la jurisdicción pertenecientes a los
vecinos asentados junto a la frontera,
se crearon conflictos que en ocasiones quedaban zanjados con heridos graves
o muertes, tal como relataba el coronel portugués José Baptista Barreiros en su
detallado informe del 29/9/1864, sobre la
“Delimitaçao da Fronteira
Luso-Espanhola y las Refertas (reyertas) fronterizas”, lo que daría a
que cuatro años más tarde, reinando en España Isabel II y en Portugal Luis
I, se firmase el Tratado de Lisboa (1868), conocido también como Tratado de Lindes, de cuya letra extraemos el siguiente párrafo:….”Para terminar con el estado de
desosiego en que se encontraban parte de los vecinos de muchos pueblos situados
en los confines de ambos reinos por no existir una deligación precisa del
territorio ni tratado alguno internacional la señale, y deseando poner término
de una vez para siempre a los desagradables altercados que con aquel motivo se
suscitan en varios puntos de la raya y establecer y consolidar la paz y armonía
entre las poblaciones limítrofes
Emitido este informe reinando en España Isabel
II se firmó en Lisboa el Tratado de Lindes mediante el cual se fijaba la línea
fronteriza entre los dos países que todos conocemos y desaparecía el espíritu
de libre comercio que, hasta entonces habría existidos entre los dos Estados.
El cierre de fronteras trajo consigo la apertura de puestos aduaneros, cuatro
en la provincia de Badajoz, de los cuales, uno, en La Codosera, estableciéndose
un lugar de paso obligado para hacer negocios legales inexistentes hasta aquel
momento. El aumento de funcionarios fue un aliciente más en la vida social,
debido a que, agentes gubernamentales, policías secretas y vistas de aduanas se
asentaron en el pueblo como nuevos vecinos, incluso, algunos de los cuales aquí
se casaron.
Por
este motivo y durante el primer tercio del siglo XX, La Codosera conoció su
mejor momento económico derivado de las buenas relaciones con el país vecino.
En el tema de comunicaciones, comenzó a utilizarse el Puerto de Lisboa para
exportar e importar cereales y se potenció el llamado camino de Badajoz,
atravesando tierras más allá de la frontera, que fue utilizado por los transportistas
locales, arrieros y carreteros, para acortar distancias y llegar hasta los
mercados de Badajoz, donde vendían cuantos productos en esta magnífica tierra
se cultivaban.
Insistimos otra vez comentando que algunos de
los vecinos del pueblo, el comprar y vender se le da muy bien, pero a además de
ser buenos comerciantes, aquí se vive de lo que da el campo, del ganado que se
cría en las parcelas y, últimamente, un sector muy importante, apuestan por el
turismo.
El comercio local es consecuencia
de su situación estratégica cercana a la frontera y de fácil
permeabilidad, de la que apenas la
separan algo más de 3 kms, y muy próxima a los núcleos urbanos portugueses,
donde existen por cercanía, si en la parte española, en un radio de 30 kms solo
hay dos poblaciones, Alburquerque y San Vicente de Alcantara, en la portuguesa
son algo más de una docena de
municipios, villas o freguesías, como Esperança, Arronches, Mosteiro, Sao
Juliao, Alegrete, Besteiro de Cima, Moeda, Nave Fría o Parra,
entre otros.
Uno de los grandes negocios a destacar, que
generaba buenos dividendos, ha sido la producción y comercialización de huevos
de gallinas y aves de corral, una actividad que comenzó a ser interesante a partir
del año 1925, cuando los primeros camiones empezaron a rodar por carretera,
estableciéndose líneas regulares de transporte de mercancías entre pueblos y
ciudades, como la de Transportes Abajo, que un par de veces a la semana
realizaba la ruta desde aquí hasta los mercados centrales de ciudades como
Badajoz o Madrid. Esto ha evolucionado y ahora ya no es así. En la actualidad,
las viejas granjas de aves han sido sustituidas por explotaciones industriales
de gran rendimiento, la principal de todas por su expansión comercial a nivel
regional, es sin duda Granja el Cruce, creada en el año 1961, una de las
primeras empresas a nivel regional, que continúan en el negocio y distribución
del sector.
En el tema agrícola, su importancia es
derivada de la existencia de buenos profesionales que han sabido acondicionar
estas tierras en huertas fértiles de regadío, aprovechando los sedimentos que
los ríos aportan en sus avenidas y construyendo cerramientos permeables
utilizando piedras de pizarra, un tipo de paredes, que aquí llaman tapadas, y gozando sus productos de gran aceptación, debido a su
extraordinaria calidad, a destacar tres de gran calidad que merecerían la calificación de denominación de origen, como son
las judías verdes, los tomates y los pimientos, que en sabor y presentación no
hay quien los iguales. Y como anécdota comentar que, en los años treinta del
siglo pasado, el mejor arroz de la provincia, aquí se cultivaba y para su
descascarillado, los productores disponían de una amplia red de molinos hidráulicos
construidos junto al cauce de los ríos cercanos.
En la década de los años cuarenta, con el
racionamiento en España y la escasez de artículos de primera necesidad, La
Codosera pasó a ser un centro importante de aprovisionamiento de víveres no
perecederos al que llegaban viajeros con dinero procedentes de otros lugares a
tratar de comprar comida u otros artículos de primera necesidad. Las aves de corral o los huevos de gallinas,
ante la fuerte demanda existente, a través de la frontera comenzaron a fluir
grandes cantidades difíciles de controlar por los agentes fiscales. Le Ley
prohibía que, a una mujer, un guardia civil varón pudiese cachearla, por ello,
sabedores de dicha norma jurídica, y puesto que en el pueblo no había guardias
femeninas, la afluencia de señoras que habían comprado en Portugal, y entraban
por caminos y veredas, era masiva, trayendo bajo sus ropas, desde sábanas enrolladas
al cuerpo a huevos de gallina colocados en soportes de telas ocultos a la vista
de los agentes.
El comercio del contrabando con Portugal
siempre ha existido en ambas direcciones. Por ejemplo, con la corcha, donde
allí son expertos en la transformación industrial de esta materia prima. Los
llamados niños de la posguerra española, pequeños comprendidos entre los 10 y
15 años la mayoría huérfanos de padre, para paliar las carencias en su familia,
cargando a la espalda con un saco de bornizo, andando se echaron al monte
sufriendo las inclemencias del tiempo y cruzaron ríos y bosques hasta llegar
hasta el pueblo portugués de Alegrete donde se la compraban. A la vuelta no
regresaban de vacío. En el comercio portugués también vendían comida, que los
niños adquirían con las ganancias de la venta de la corcha.
Suponemos
que los niños que iban con frecuencia hasta Portugal no tendrían ningún
problema a la hora de entenderse con los comerciantes portugueses. Seguro que
no. Y es que aquí hay muchos vecinos que hablan los dos idiomas perfectamente y
en sus charlas, a veces, sin darse cuenta mezclan palabras de un idioma en sus
conversaciones utilizando el otro. Esto ha hecho que el idioma que aquí se
habla se ha enriquecido con la incorporación de vocablos diferentes que ya forman
parte de su lenguaje habitual.
En
la forma de hablar, hay que matizar que aquí existen dos grupos , uno, los
castellanos parlantes, algunos de ellos, consecuencia de la decisión que los
Duque de Alburquerque tomaron, como soberanos de estas tierras, en las
diferentes etapas de la historia, repoblándola con familias venidas de otros
puntos del reino, a las que se le aseguró casa y trabajo, y el otro, los
herederos de los portugueses naturales asentados junto a su tierra, alejados
del casco antiguo y mal comunicados con el poder establecido que nunca perdieron
sus señas de identidad. En los años sesenta, como en el resto de la región,
también muchos de éstos emigraron y los que se quedaron, con la llegada del
automóvil y la construcción de buenas carreteras hasta sus fincas, decidieron
venirse a vivir al casco urbano, por eso, si consultamos la guía de teléfono
local observaremos como en ella abundan los apellidos de procedencia
portuguesa.
El vivir en la campiña ha sido así desde
siempre hasta que entró en vigor la llamada Ley General de Educación de 1970,
(4/Agosto/1970), que por primera vez en nuestro país regulaba y estructuraba
todo el sistema educativo español, principalmente la obligatoriedad de
educación plena para todos los niños y niñas en edades comprendidas entre los 6
y los 14 años. En esta fecha La Codosera no era igual que otros pueblos, al
tener casi el 50% del alumnado viviendo alejado del casco urbano, en algunos
casos a no menos de 10 o 15 kms. Con una población censada en el año 1970 de
2.704 habitantes, aproximadamente la mitad 1.327 vivían en el núcleo urbano y
el resto 1.377 dispersos por la campiña.
Con la entrada de la nueva ley de la que
hablamos, en el casco urbano del pueblo se construyó un centro de enseñanza
pública de EGB de dieciséis unidades con comedor escolar y servicio de
transportes para garantizar la asistencia de cuantos alumnos residían
diseminados por la campiña. Como cada mañana, de lunes a viernes, el autobús
iba recogiendo a los escolares en los lugares establecidos, dándose el caso
curioso que, la totalidad, entraban en el autobús hablando portugués y así viajaban
durante el trayecto y solo dejaban de hacerlo pasándose al castellano, cuando
entraban a clase por las puertas del nuevo colegio.
Por este motivo, los habitantes de aquí,
siempre se han entendido perfectamente con los portugueses y por ello, el negocio ha estado presente, y cuando no ha
sido posible, porque los gobernantes no lo quisieron, los materiales
clandestinamente han cruzado la frontera en las dos direcciones de contrabando.
Para hablar del contrabando, nos vamos a
situar en el año 1942 fecha en la cual se reunieron los dos jefes de estado,
Francisco Franco y Salazar para hablar de seguridad y protegerse militarmente firmando
el Pacto Ibérico y deliberadamente obviaron lo más elemental, firmar un acuerdo comercial para que un país
le pueda vender al otro lo que crea oportuno dentro de la legalidad. Pues no. De
eso no hablaron, ni aquel día ni tampoco en los sucesivos años que estuvieron
en el poder. Se firmó el primer en el año 1978, cuando ambos ya habían
fallecido.
Ante esta falta de acuerdos, Portugal, gran
productora de artículos como el café a
bajo coste, tenía que venderlos en el exterior de cualquier forma, ya que
en España apenas había y el que se encontraba disponible en las tiendas su
precio era el doble. Los primeros cafeteros surgidos en los años cuarenta,
entre los que se encuentran la familia Nabeiro en Campo Maior, empezaron a
fabricarlo en un cobertizo bajo la marca “ O Camelho” y hoy día con su marca
Delta poseen un imperio comercial. El éxito de su empresa fue la de organizar
cuadrillas de hombres fuertes y audaces para evadir cualquier encontronazo bien
con los guardias fiscales portugueses o también con los carabineros españoles a
la hora de cruzar la frontera o sus aledaños.
En línea recta por caminos o senderos Campo
Maior debe de estar de La Codosera a unos 30 kms de distancia, por lo que dichos
empresarios ponen sus ojos en los habitantes, en el mundo obrero de clase
humilde de La Codosera para su plan comercial. A todos ellos, el señor Nabeiro
le daba el saco de café fiado, con la condición que en el siguiente viaje se lo
tenían que pagar. El negocio fue todo un éxito.
Al abrigo del contrabando, en La Codosera y en
los terrenos cercanos a la misma frontera comenzar a surgir aldeas donde se
asentaron los primeros comerciantes junto a contrabandistas conocedores de las
mejores rutas para burlar la vigilancia de las autoridades fiscales.
Uno de estos caseríos es El Marco, situado junto al arroyo del Abrilongo, río que hace de
frontera a escasos tres kms del casco urbano de la pedanía. Por tanto, una
sola comunidad donde vivían entremezclados portugueses y españoles, con un
idioma común, el portugués, Dos vecindades con pocos documentos, un solo
idioma, una cultura común heredada de siglos y un arroyo que en un principio se
cruzaba al salto, después pusieron pasaderas y más tarde un tablón de madera,
el cual tenían que quitar cuando los guardias de vez en cuando regresaban, lo
mismo unos que otros. Así convivieron años. La tabla desaparecía una y otra vez
y otras tantas alguien la volvía a ubicar, hasta que decidieron instalar una
más ancha y resistente que soportase el peso de varias personas a la vez, e
incluso, el de una carretilla cargada. Con la carretilla o carretón llegó el
progreso y además se industrializó el contrabando. Cada vez que los vecinos
verificaban que los guardias se habían marchado, las carretillas volaban de un
lado hacía el otro en ambas direcciones cargadas de todo lo que interesase
vender a los vecinos de la otra parte.
El
tablón de madera, tras 90 años de permanencia, con la entrada en vigor del
tratado de Schengen en 1994, que
abolió las fronteras interiores de la Unión Europea, su agonía se agravó
definitivamente en el año 2002 cuando el
euro se convirtió en la moneda común. La gente siguió pasando por encima del
improvisado puente ya sin miedo a los guardias. Las autoridades de ambos
municipios entendieron que los tiempos eran otros y había que hacer algo para
recordarlo y contentar a todos. Y así es como decidieron construir el bonito
puente que les muestro en la fotografía insertada que, con tres metros de largo
por uno y medio de ancho, dicen ser “el
puente internacional más pequeño del mundo”
Partiendo desde El Marco dirección norte,
siguiendo la línea fronteriza, se localiza otra de las aldeas perteneciente al municipio,
La Tojera, igualmente casi unida a la línea divisoria, donde en los años de pujanza, había trabajo
para todos y ganas de divertirse no faltaban. Para ello, contaban con un salón
de baile donde cada dos por tres se organizaban festejos entre los jóvenes y
las mozas que vivían en las proximidades, igual en España que en la cercana
Portugal.
El negocio del contrabando del café tuvo tanto
éxito que los hombres que se dedicaron a ello, llamados mochileros, por el saco
que llevaban a la espalda, terminaron agrupándose en cuadrillas, muchos de los
cuales aún viven y participan en charlas contando sus interesantes aventuras.
Un exmochilero de La Rabaza
Los mochileros se agruparon en cuadrillas y
dejaron de ser autónomos contratados por alguien que no los acompañaba. Algunos
de ellos vivían en caseríos, como éste de La Tojera, pero la mayoría procedían
del casco urbano. Solían ser gente con un gran sentido de disciplina ante el
jefe que los dirigía. Ser fuerte era una condición indispensable ya que habrían
de caminar por la noche para no ser
vistos, cargados con la mochila que a veces sobrepasaba los 25 kgs. Aparte de
esta carga, llevaban sujetos al pecho una bolsa con 5 kgs, a la que llamaban
fiador, esta última cantidad ya pactada que sería su salario, para, en caso de
ser sorprendidos por los guardias, tirar la mochila, salir huyendo y quedarse con el fiador, garantizando que,
al menos, el jornal no lo perdían.
Las aldeas junto a la raya jugaron un papel
importante en el negocio del café, sobre todo las lonjas donde no faltaba un
espacio dedicado a bar, lugares de encuentro, de citas secretas, miradas de
complicidad y de pocas palabras. Eran el refugio del carabinero y lugar de
descanso del contrabandista, matando las horas sin hacer nada hasta que llegase
el momento de emprender otra nueva aventura. A veces, los guardias y los
mochileros se entretenían juntos jugando a los naipes, conociéndose pero sin
delatarse si quiera.
Siguiendo la ruta, el siguiente caserío
interesante de mencionar es Bacoco, en
dirección norte y a pocos kms del anterior. El nombre de Bacoco es uno más de
los topónimos que quedaron deformados al transcribirlos del portugués al
castellano. El viajero que nos visita por primera vez, al oírlo, le extraña, y se confunde creyendo que el
lugar es un espacio exótico con palmeras, pero nada de eso. Su nombre original
en portugués era Vao Covo, que
significa “paso o badén hondo”. Situado al NO del término
municipal, en las estribaciones montañosas de la Sierra de São Mamede, por
donde discurre el río Gevorete, un bonito valle desde donde se alza la Sierra
de Bastos con la cota más alta del pueblo, el pico de La Lamparona con 596 mts
de altura, y a pocos metros de una
ermita de gran devoción mariana donde se venera la Virgen de la Lapa,
construida en el interior de una gran gruta, un lugar casi desconocido y oculto
tras el altar, lugar donde antaño los contrabandistas escondían sus cargas
durante el día para no ser descubiertos. Es curioso el caso del nombre de La Lamparona. Cuando a un vecino del pueblo se le pregunta, dice que es debido a que hace años allí hubo asentado un faro para orientar a la navegación aérea, una gran lámpara rotativa cuyos destellos luminosos se vislumbraban desde muchos kms. a la redonda. Sin embargo, el faro se instaló en el año 1927 y la sierra, que compartimos con Portugal, ya estaba allí, con el nombre de Serra da Laparona, donde tambien se encuentra la milenaria ermita de la Lapa, y de ahí su nombre de Laparona, que es como se denomina en la cartografía portuguesa.
La Codosera es un lugar donde hay algunas
ermitas, creo que en total son seis y en el pasado hubo muchas más, todas ellas
fueron consecuencia de la necesidad que sintieron los habitantes de épocas
anteriores, que buscaron asentarse al abrigo de un castillo y cercanas a la ermita, donde orar, ante el temor de la guerra, buscando la protección divina. Junto a la
última que hemos comentado, muy cerca de Bacoco, en un precioso cerro arbolado,
se venera a la Virgen del Carmen; el paraje se llama La Varse, que igual que el anterior, parece que tiene
algo que ver con lavarse, pero nada eso. El topónimo es otra más de la
deformación derivadas del portugués, a Varzea,
que significa La Vega.
Bacoco,
es interesante por ser el territorio donde terminaba lo llano y se iniciaban
las estribaciones montañosas del Sistema Central. Otro topónimo mal traducido del portugés, El "Bao Covo", (Badén de la Gruta), se quedó en el Bacoco. A partir de los años veinte,
quizás en el 27, cuando los aviones de la aviación comercial necesitaron faros
terrestres para orientar su rumbo, en la Lamparona, el Ministerio del Aire gestionó
la instalación y el servicio de una unidad, funcionando hasta que dejó de ser
útil, sustituido por los pilotos automáticos de las naves aéreas.
Aparte del faro, en Bacoco para vigilar una parte del territorio fronterizo, muy alejada
del pueblo y con malos caminos, a la
sombra de la cima de La Lamparona, hasta su desaparición, estuvo asentada una
caseta de la Guardia Civil. Al igual que en una casa-cuartel, dentro del recinto, vivían las familias de los agentes. Una vivienda independiente para cada unidad familiar y un huerto pequeño para cultivarlo. Así fue hasta el mes de enero del año 1993
que, juntos con los compañeros destinados en los demás destacamentos del
municipio, cerraron puertas para ser trasladados al cuartel comarcal de
Alburquerque, desde donde, motorizados o con vehículos, siguen prestando el mismo servicio de vigilancia que antaño.
Hoy
día, Bacoco cuenta con un buen restaurante y una fábrica de quesos. De
aquellos viejos comerciantes que, en cada casa de vecino, sin rótulos en las puertas,
había uno, ya nada queda. También el faro aéreo dejó de prestar servicio y como
recuerdo, en la cima de la Sierra, solo quedan los restos de la construcción
donde se alojaba la turbina con motor de gasolina necesaria para orientar al
tráfico aéreo trasatlántico.
Pico de La Lamparona con restos de la caseta del faro.
Por otra parte, el edificio del viejo cuartel,
tras subastarse, pasó a propiedad privada y hoy día es un centro de ocio
turístico de ambiente rural. El día que se inauguró, por la proximidad con Badajoz,
donde viven muchos de los guardias civiles que en su día aquí estuvieron
destinados, asistieron al festejo, incluso contaron con la presencia del
Coronel Jefe de la Comandancia. La tarde fue larga y todos guardaban un grato
recuerdo de este lugar. Como anécdota, no pararon de contar historias y
vivencias divertidas que recordaban con mucho cariño de aquel tiempo.
Bacoco, caseta de los carabineros.
Dejamos Bacoco y en nuestro recorrido
encontramos la siguiente de las aldeas, La Rabaza, que debe su nombre a su
homónima portuguesa, a Rabaça, situada
a poca distancia una de la otra. Este caserío es famoso y aparece en todos los
libros de texto debido a que, por aquí, cruzando el poblado, irrumpe en España
el río Gévora, es por tanto la aldea donde sus gentes, además de haber vivido
del contrabando también han tenido la suerte de disponer del agua suficiente
procedente del rio para regar las tierras cercanas de su propiedad. Es por ello
un caserío, igual a los dos anteriores, con las mismas perspectivas de modus vivendi
que nació junto a la frontera para vivir del comercio del contrabando, con la
ventaja que, desde aquí, existe la distancia más corta para llegar caminando a las
estaciones de ferrocarril de la vía Madrid - Lisboa, un trayecto que hicieron frecuentemente a
través de las montañas, atravesando ríos, a escondida e intentando no ser descubiertos antes de llegar a su
destino. En el negocio del contrabando del café había involucradas mucha gente.
Además de todos los que hemos mencionado anteriormente, aquí en el tema de la
Renfe, los funcionarios del tren también lo estaban, desde el fogonero hasta el
revisor formaban parte del tramado.
Junto a las vías del tren, para soltar la
carga, actuaban de la siguiente forma. Tenía que ser de noche. Normalmente elegían estaciones casi
sin viajeros. Agazapados, esperaban a la
salida del pueblo, buscando alguna curva donde el maquinista se viese obligado
a aminorar la marcha y en fila india, con rapidez, esperaban el momento
adecuado, desde donde, los maquinistas y sus ayudantes, provistos de garfios
largos, izaban las mochilas hasta lograr subirlas y con rapidez ocultar, y así
llegaban a la capital madrileña, escondidas entre el carbón.
Una vez que hemos comentado el negocio del
contrabando en esta parte de La Codosera, queda demostrado que la frontera con
Portugal, al ser terreno llano, sin accidentes geográficos insalvables de por medio, con
una población importante asentadas en viviendas cercanas entre sí, junto a
caseríos que actuaban de intermediarios contralando el movimiento los horarios
de los guardias, prácticamente era fácil de cruzar.
Como
hemos comentado al principio, para el
pueblo, los recursos turísticos de que dispone son muy alentadores.
La historia viene de lejos, cuando los turistas comenzaron a interesarse por el
pueblo a partir de mayo del año 1945. Por entonces llegar hasta el pueblo era
una aventura en determinados momentos hasta peligrosa. Por entonces la única
carretera existente era la que comunicaba con la vecina Alburquerque, 17 kms.
de tierra llena de baches y de por
medio, un puente diminuto, el de Carrión, que cuando llovía en exceso
permanecía cortado y había que esperar que las aguas volviesen a su estado normal.
Se cumplen ahora 72 años, fecha en la cual un
determinado público comenzó a interesarse por los acontecimientos que en este
lugar ocurrían. La gran afluencia venidas de pueblos cercanos y desde más allá
de nuestras fronteras era algo novedoso para los lugareños. Tan importante
fueron los acontecimientos que el diario Informaciones de Madrid, durante un
cierto tiempo, desplazó a uno de sus mejores reporteros, José de la Cueva, para
escribir las crónicas de los hechos aquí acaecidos.
En
aquel año del 45, las heridas de las guerras aún estaban sangrantes. Hacía un año que la II Guerra Mundial terminó
y cinco que finalizó la Guerra Civil española, un panorama no muy esperanzador.
Eran tiempos de miserias y de carencias. Tiempos de hambre y de necesidades,
tiempos de concordia en España y en el mundo. En la vieja Europa las fábricas
habían desaparecido y los bloques de pisos, de derruirlos se encargó la
aviación de uno y otro bando, que no pararon de tirar bombas y más bombas. Y para colmo de males, el comunismo se
expandía a pasos agigantados, con lo que ello suponía para los creyentes
cristianos. En La Codosera las cosas tampoco iban mejor, el dinero era poco y
la gente compraba menos. Menos mal que como hemos comentado en otros apartados,
aquí la frontera estaba cerca y había oportunidades que daban para por lo menos
subsistir, aunque fuesen medios ilegales con que ganarse unas pesetas, y eso es
lo que ocurrió, que un día, hacía finales del mes de mayo del año que
comentamos, una niña de doce años de edad, huérfana de padre, acompañada de su
prima, se dirigió al caserío del Marco, a comprar café y alguna cosa más de
contrabando. Al pasar por el paraje de Chandavila, en uno de los castaños,
distante a unos 60 metros a la derecha del camino, creyó observar la figura de
una señora vestida de negro. Asustada corrió junto a su prima y se lo contó.
Sin darle mayor importancia, hicieron el encargo que su madre le había
encomendado, dejaron El Marco y emprendieron el regreso por el mismo camino por
donde habían venido. Al llegar a los castaños, empujada por una fuerza sobrenatural
la curiosidad le hizo mirar hacía el lugar donde le había parecido ver la
extraña figura y, grande fue su asombro al distinguir claramente, envuelta en
rayos luminosos, a la Santísima Virgen con una expresión de tristeza en su
rostro y elevada a mitad del castaño. Regresó a su casa y pretendió guardar
silencio, aunque, no pudiéndolo tener callado, contó a su madre lo ocurrido,
pero ésta no la creyó. entre otras cosas le dijo, que como iba a ver a la
Virgen si todos los miembros de su familia eran rojos, que a su abuelo y a su
padre los fusilaron por ser de izquierda, y en su casa ni se rezaba. Aun así, a
la mañana siguiente, los vecinos se enteraron y se armó la revolución. En los
días siguiente, la niña no sabía qué hacer, si ir al castañar o no ir, cerca no
estaba, el terreno era cuesta arriba y por mal camino y en junio el calor
apretaba. Fue gracias a una vecina, una señora mayor que la convenció, se
decidió volver al castañar. Y efectivamente, en compañía de Dolores, que así se
llamaba, llegaron al lugar y con gran alegría, al poco tiempo volvió a ver a la
Virgen y esta vez la Señora le habló y le dijo quién era Ella, además entre
otras cosas le pidió que volviese al día siguiente por que iba a hacer un
milagro. La niña al llegar al pueblo así lo contó y la que se armó fue buena.
El periodista cuenta que por distintos caminos llegaron más de mil personas,
incluso de los pueblos de al lado y hasta de Portugal se acercaron. La
expectación en el campo se palmaba en el ambiente bajo un sol abrasador. La
gente miraba al cielo observando ver si algo se movía. Entre el público se
notaba el nerviosismo. El momento era súper emocionante, pues nunca
anteriormente la Virgen había anunciado su presencia en la Tierra. De pronto,
todos notaron que algo ya estaba ocurriendo al ver a Marcelina como arrodillada,
con las palmas unidas y con rostro celestial. Extrañados se quedaron cuando
observaron que sus rodillas se deslizaban por el pedregal lleno de erizos,
pinchos y arbustos secos, en dirección al castaño. La madre de la niña,
presente entre el público, al verla, se desmayó, pues, ante todos los presentes,
la Virgen acababa de hacer el milagro anunciado. Al volver en sí, el público se
agrupó junto a la pequeña y con gran asombro comprobaron que sus rodillas
estaban completamente sanas, sin herida alguna. Además,
entre la niña y la Virgen mientras que existió el éxtasis, se produjo un
diálogo que periodista, el señor De la Cueva, lo narra ampliamente en su libro,
“Los Prodigios de La Codosera”.
(9-1945).
No hay duda que el pueblo, con estos hechos y
teniendo a la Santísima Virgen tan cerca, tuvo muchísima suerte. Y es que los prodigios
de la Virgen de Chandavila comenzaron a manifestarse de forma inmediata después
de las apariciones . Las crónicas relatan que en aquellos días hubo gente
incrédula que perdieron la vista, mudos que hablaron y enfermos que se curaron.
Chandavila era un hervidero de gente venidas de diferentes puntos del país,
mientras que los vecinos del pueblo no sosegaban por todo lo que en el cercano campo
estaba sucediendo. A medida que el proceso avanzaba, alrededor del castaño de
las apariciones comenzaron a surgir, primero un altar al aire libre, después
una ermita en cuyo interior aún se conserva el tronco del famoso castaño y más
tarde, junto al castaño, un santuario.
La noticia de las apariciones corrió como la
pólvora por todo el país, una corriente que se mantiene activa hasta nuestros
días, Marcelina, que aún vive, una vez terminó sus estudios, ingresó en un
Convento de monjas en Sevilla dentro de la Congregación de las Hermanas de la
Cruz, como la hermana, Misericordia de la Cruz
Con mucho esfuerzo, y gracias a las
aportaciones de los fieles, el santuario que hoy conocemos, fue surgiendo poco
a poco, y actualmente es uno de los templos marianos a nivel provincial que más
visitantes recibe a lo largo del año. A todo se acostumbra uno, y eso es lo que
hicieron los vecinos del pueblo, principalmente los comerciantes, acostumbrarse
a vivir en un pueblo célebre. En Badajoz, por ejemplo, se comentaba que la
fiesta que por cada 27 de mayo se celebraba, era la fiesta del café, y razón
tenían. La distancia del Santuario al caserío portugués del Marco no es mayor de
500 metros, y ese día de romería eran decenas de autobuses los que solían
llegar cargados de fieles para rezarle a la Virgen, comer en familia a la
sombra de los castaños o por la tarde darse un paseo hasta los comercios
portugueses, y en las lonjas, tomar café y comprar un par de paquetes de café
en granos.
Había
años que la operación les salía bien y regresaban a casa contentos con la buena
compra, por lo barato que el café les había costado, pero, hubo otros que los
civiles montaron el control a la salida del pueblo, parando a los autobuses y
decomisaron todos y cada uno de los envoltorios. Hoy día no es necesario
comprar nada de contrabando y sin embargo la gente sigue viniendo. Cada domingo
se celebran misas y los bancos de madera se llenan de devotos. Cuantos
elementos existen en el interior del templo es arte y belleza, gracias al mejor
mecenas que, enamorado de este lugar, cambió los aires madrileños, donde tenía
su estudio, y eligió La Codosera para pasar los últimos días de su vida.
Escultor de prestigio, premio nacional de bellas artes y con maravillosas obras
artísticas repartidas por distintos lugares del mundo, Jenaro Lázaro Gumiel fue
el artífice de embellecer este santo lugar donde todo lo visible expuesto en el
interior del templo, de sus manos y fina gubia ha salido, incluso quiso que,
tras su muerte, sus restos descansaran junto a su Virgen, y efectivamente, en
el interior del santuario está la cripta perfectamente señalizada. El escultor de la Virgen como reza en su
lápida, también quiso hacerle un regalo a su pueblo, a La Codosera, ya que es hijo
adoptivo. Para ello, tomando como base uno de los torreones de lo que fue un
Castillo medieval, mando reconstruir y en la cima, en lo más alto de la torre,
erigió la majestuosa y colosal imagen pétrea de un Corazón de Jesús,
posicionado con los brazos abiertos, como dando la bienvenida a cuantas
personas de bien se acercan por aquí.
Escultura del Corazón de Jesús.
La antigua fortaleza, conocida por el nombre
de “Castillo Juana la Beltraneja”, es
otro de los atractivos más que el pueblo posee. Sin documentación que precise
la fecha de su construcción, igual fue mandado construir por los Caballeros
Templarios, bastión de los portugueses en su lucha durante la reconquista
contra los árabes, o quizás fuese edificado por los nobles castellanos-leoneses
en sus guerras contra Portugal. En la
actualidad, la propiedad se encuentra en periodo de liquidación y la esperanza
del pueblo es que finalmente sea el Ayuntamiento local quién pase a gestionarlo
y ponerlo en valo
Castillo "La Beltraneja".
Entrada principal.
Tan antiguo como el Castillo Medieval, y
algunas de ellas, puede que aún más, son las tradiciones con las que el pueblo
cuenta, a celebrar en diferentes fechas del año. Una de ellas, Correr el Aleluya, se festejan en primavera, el Sábado Santo, donde
la mayoría de los mozos con ganas de trotar, en la madrugada del Domingo de Resurrección,
provistos de campanillos enganchados al correaje, recorren cada rincón del
municipio con gran algarabía, celebrando que Jesús ha resucitado. Otra, La Fiesta de los Mayos, es de orígenes
ancestrales y se remonta a antiguas civilizaciones, donde el fin que se
pretendía era el culto a la divinidad Maia y al rejuvenecimiento de los campos.
Actualmente la tradición no se ha perdido
a pesar que en épocas anteriores siempre contó con la obstrucción del
poder eclesiástico unas veces y político otras.
Celebrada el día primero del mes de mayo, es costumbre que, en algunos
portales de las viviendas, en encrucijada de calles o plazas públicas, los
vecinos coloquen muñecos satíricos rellenos de paja y vestidos de ropas viejas
aludiendo, mediante un mensaje, a hechos o acontecimientos acaecidos durante el
año. Eso ocurre ahora, pero hace algo más de medio siglo, el mensaje era
diferente. Normalmente el personaje siempre era una pareja joven, hombre y
mujer, que aparecían sentados en sillas o butacas y vestidos también con ropas
viejas, pero siempre, con el tema erótico sexual presente.
En el mes de noviembre, hay otra, La Fiesta de las Castañas, a celebrar el día
primero, festividad de Todos los Santos. Esa tarde-noche, era y lo sigue
siendo, casi de obligación, ir al campo para asar castañas a la brasa, lo que a
nivel local es conocido como hacer un magusto,
donde no es preciso llevarlas, pues en los castañales cercanos, esparcidas por
el suelo, entre los erizos, con solo pisarlos, las había de sobra. Es una fiesta donde todo el mundo colabora
apañando castañas y recogiendo leña para hacer la hoguera, que, calculando y cuando
se apreciaban las primeras brasas, se echaban directamente hasta que los entendidos
consideraban que ya estaban para comerse. Con el tiempo frio, las castañas
calientes están deliciosas y acompañadas de licores, como era el caso, una copa
de anís, mejor todavía. En los últimos años, sobre todo la gente joven,
aprovechando el rescoldo de la hoguera, con los trozos de leños a medio apagar,
se tiznan la cara, lo que aquí llaman mascarrarse.
El magusto es una herencia de nuestro
pasado portugués. A los niños de pequeño, las madres nos decían que las
castañas sobrantes las guardásemos debajo de la almohada para comérnoslas por
la mañana, en Portugal, antes de acostarse, las ponen encima de la mesa en
honor a sus muertos porque así, entendían, en caso que volviesen, podrían
comérselas. No olvidemos que esa noche en el mundo religioso es el momento de
rezar por los fieles difuntos, cuyos actos litúrgicos comienzan pocas horas
después con el doblar de las campanas.
Doblan las campanas y también es la hora de
terminar este escrito y de hacer una breve reflexión comparativa de cómo han
sido a nivel local los últimos noventa años. Sin duda muy positivos, supongo que,
con mucho empeño, trabajo y sacrificio por parte de todos, se ha conseguido lo
que hoy tenemos. La Codosera es un pueblo donde se han asfaltado la totalidad
de sus calles y plazas, todas ellas con alumbrado público homologado. La
electricidad también ha llegado a cada aldea o agrupación de viviendas de las
muchas que hay dispersas por el campo. Se ha construido una amplia red de
carreteras, con los puentes necesarios para atravesar ríos donde los hubiere
para dar servicio al vecindario asentado en los diferentes caseríos que pueblan
la campiña. En captación de agua potable para el consumo humano, se han hecho
las obras necesarias y que en la actualidad continúan con la renovación de la
red subterránea de tuberías por estar en malas condiciones. Al pueblo también
se le dotó en su día de la red de saneamiento y últimamente con la construcción
de la Estación de Depuración de Aguas Residuales. La construcción de un nuevo edificio, sede del
ayuntamiento, la Casa de la Cultura, el Centro de salud, el Hogar del
Pensionista o el Tanatorio, junto con el pabellón deportivo o las instalaciones
del campo de futbol municipal, también son obras a destacar, además hay que
indicar como necesaria, la implantación en el ayuntamiento del servicio
informático, o la compra de cuantos vehículos y maquinarías son precisos para
dar a los vecinos el servicio adecuado. Todo ello suma y ha sido posible
gracias a la Diputación Provincial de Badajoz que ha sabido cumplir con la
misión encomendada según el apartado b) de sus competencias, donde dice que una
de sus obligaciones ha de ser: “tióLa asistencia y cooperación jurídica, económica y técnica a los Municipios, especialmente los de menor capacidad económica y de gestipn” En La
Codosera así ha sido y lo hecho a la vista de todo el mundo está. Hoy día, el
pueblo no se parece absolutamente en nada a lo que antaño fue.
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