sábado, 29 de junio de 2019

"Yo estuve allí, el dia de las apariciones de la Virgen en Chandavila".




Devotos de la Virgen en Chandavila. 

APARICIÓN MARIANA en chandavila . LA CODOSERA

    En el paraje denominado Chandavila, dentro del término municipal de La Codosera, en el año  1945 se produjeron unas apariciones milagrosas que acapararon la atención de los vecinos de la época y el interés de los medios de comunicación. Los testigos de estas apariciones marianas fueron dos niñas, Marcelina y Afra.

    Sucedió a las tres de la tarde del 27 de mayo de 1945, cuando la niña Marcelina Barroso, de diez años de edad, se dirigía al caserío de El Marco en compañía de su prima, Agustina González, para cumplimentar un encargo solicitado por su madre. No habían recorrido algo más de dos kilómetros, cuando, al pasar por la zona conocida como Chandavila, Marcelina reparó en un extraño y oscuro bulto que se divisaba a unos sesenta metros a la derecha, sobre un castaño. No haciéndole demasiado caso pensó que a la vuelta repararía si aquel extraño objeto continuaba allí. Al regresar, la pequeña Marcelina muerta de curiosidad volvió la mirada sobre el mismo castaño y cual fue su asombro al distinguir claramente la imagen de la Virgen María, vestida con manto negro y envuelta en rayos luminosos, elevada hacia la mitad del tronco aproximadamente. posicionada de perfil y mirando hacia el pueblo con las manos juntas. Su rostro bellísimo reflejaba una divina tristeza. Desaparecida la visión, que duró apenas unos segundos, la pequeña echó a correr sin parar hasta llegar a las primeras casas del pueblo, junto a su prima Agustina, la cual no había visto nada de nada. Al llegar a casa, pensó guardar silencio, pero no pudiendo tenérselo callado se lo contó a su madre y el hecho se extendió como la pólvora por todo el vecindario.

    A la pequeña Marcelina, lejos de olvidársele aquel extraordinario acontecimiento, ocho días después, el dia 4 de junio por la mañana, sin poder contener las ganas de regresar al mismo paraje, y esta vez,   acompañada por varias vecinas,  volvió a aparecérsele la Virgen, con la que  pudo entablar una conversación. La Virgen le pidió  que volviese otra vez por la tarde que le iba a solicitar a que hiciese un sacrificio en presencia de los vecinos. Habiéndose corrido la voz de estos hechos, tras esta segunda aparición, más de un millar de personas procedentes de La Codosera y sus alrededores, se congregaron en Chandavila. Y lo que  ocurrió fue que, estando esperando Marcelina, situada a unos cuantos metros del castaño, de pronto la Virgen se manifestó con un resplandor  en el cielo, descendiendo muy despacio hasta quedarse fija delante del árbol, como lo hiciera la primera vez.

    La Virgen le habló e invitó a Marcelina a que caminase de rodillas hasta llegar donde estaba Ella, pero la niña, al ver el mal estado del terreno pedregoso lleno de erizos secos de los castaños y demás malezas, puso reparos, por lo que la Virgen le dijo que no temiera y le aseguró que por el camino, a la vez que avanzara, le iría colocando una alfombra de juncos y de hierbitas. Entre la multitud desplazada al lugar, la expectación ante los hechos que estaban acaeciendo, era enorme. Su madre, presente entre el público, al verla avanzar de rodillas por el terreno abrupto, repleto de maleza entre los pedruscos, se desmayó, a la vez que la pequeña se acercaba al castaño, donde permaneció unos diez minutos arrodillada en éxtasis. Posteriormente, al volver en si,  contó que durante este espacio de tiempo, pudo ver como se entreabrió el castaño y apareció detrás de él, adornada de lámparas preciosas, una hermosa iglesia, y que en el altar se hallaba la Virgen, la cual  le indicó que mojase sus dedos en la pila del agua bendita y se santiguase. Tras esto, la Señora bajó del retablo y le preguntó si quería irse con ella. Al contestarle: "Sí, Señora, ahora mismo". La Santísima Virgen la sonrió, la abrazó y la besó en la frente, sintiendo la niña sobre su cara el roce del manto de la Madre de Dios. Además, le expresó su deseo de que en el mismo lugar se levantase en su honor una capilla. Al volver del éxtasis, Marcelina, no tenían señales ni rasguños alguno en sus rodillas a pesar de haber caminado sesenta metros por un terreno lleno de espinos. De entre los presentes, esta visión nadie la pudo ver. Marcelina, posteriormente tuvo más encuentros con la Virgen. En  ocasiones acompañada de su maestra, doña Josefa Martín Cotano y en otras de su amiga Afra.

    Paralelamente a estos hechos narrados, se produjeron las visiones de Afra Brígido Blanco. Afra era una joven muy alegre de diecisiete años que, a las tres de la tarde del día 30 de Mayo de 1945 (festividad del Corpus Cristi) se acercó con sus amigas al paraje de Chandavila. Era la misma hora durante la cual Marcelina vio la aparición. Nada más llegar al lugar le pareció ver, entre unas nubes, algo que parecía una capilla y una silueta con la forma de una cruz. No dándole demasiada importancia, volvió al día siguiente y a esa misma hora sentándose frente al castaño de las apariciones, desde donde vió salir de entre las nubes un objeto oscuro, que al irse acercando, dejó perfilada la imagen de la Virgen Dolorosa, con el rostro vuelto hacia la derecha. A causa de la fuerte impresión, Afra, se desmayó y al volver en sí, muy asustada corrió hasta su casa. A los pocos días de sucederse este hecho falleció su abuela paterna, Afra se vistió de luto y durante unos días apenas salio a la calle. Pero la insistencia de sus amigas la convencieron para volver a Chandavila Era el día 17 de Junio y,  sentada junto a uno de los castaños volvió a ver la aparición de forma idéntica a la vez anterior. Esta vez entró en éxtasis y comenzó a deslizarse de rodillas en dirección a la Virgen por el regato pedregoso. La Virgen le pidió que se levantase y que se dirigiese  hacia Ella. Al llegar se arrodilló y entablaron una conversación. Ésta le dijo que siempre estaría a su lado, le comunicó un secreto, le predijo grandes sufrimientos y al final le envió un beso para Marcelina ( presente y junto a ella), y le pidió que se persignase. En otras apariciones posteriores, la Virgen le pidió el rezo del Santo Rosario y la construcción de una ermita en aquel lugar, así como que cantando participase en la misa solemne del día 4 de Septiembre, fecha en la cual estaba anunciada la celebración de la primera Misa en el  pequeño altar construido bajo las ramas del castaño de la primera aparición.

    En las fechas posteriores al domingo 21 de Julio, hasta el día 24, vísperas de la festividad de Santiago Apóstol, Afra con sus amigas, entre las que se encontraba la niña Marcelina, visitaron en peregrinación para permanecer unos días en convivencia, la ermita de Nuestra señora de la Encarnación en el pueblo de Villar del Rey. En este tiempo fueron varias veces las que visitaron la ermita, por la mañana y también por tarde y, en una de sus visitas, concretamente  la que se produjo el lunes día 22, realizando el Vía Crucis, entró en éxtasis en la XI estación, delante de un cuadro de la Santísima Trinidad, colocado al lado de la Epístola, casi en el centro de la ermita, donde vio el calvario de Nuestro Señor Jesucristo y su crucifixión, sintiendo un dolor muy agudo en las palmas de las manos. A raíz de este hecho le salieron unas llagas en las manos, con incisión en el centro, después otras llagas en el costado, que chorreaban sangre, produciéndole un dolor insoportable, y finalmente llagas en los pies. Las llagas de manos y pies con el tiempo fueron haciéndose más grandes. La sangre le brotaba principalmente los viernes. Como consecuencia de estas heridas, Afra fue sometida a exámenes médicos y a diversas curas por parte del personal sanitario sin conseguir que las heridas cicatrizasen. Las personas que han estado a su lado, manifiestan que las llagas desprendían un olor perfumado y agradable.


Interior del Santuario. 

    A pesar de y,  tal como hemos leído, las apariciones en Chandavila comenzaron a "oficializarse" en 1945, ya setenta y cinco años antes se había producido una posible aparición. En aquella época, concretamente en junio de 1870, una niña aseguró ver a la Virgen en "Valleseco", cerca de Chandavila. Con tal motivo, los vecinos del pueblo acudieron al lugar, muy cerca de donde ahora se levanta el Santuario de Chandavila y el párroco de entonces, don Agustín Rubio Mero, ofició una misa de campaña en el lugar de la presunta aparición.

    Trascurridos estos acontecimientos, la niña Marcelina, con 10 años de edad,  estuvo interna durante varios años en el colegio de las religiosas carmelitas, Ntra. Sra. del Carmen,  de Villafranca de Los Barros para posteriormente ingresar como monja en la Congregación de Hermanitas de la Cruz, el día 2 de Agosto de 1.975, en Sevilla, dedicándose al cuidado de enfermos, huérfanos, pobres y ancianos, tomando como nombre Sor María de la Misericordia de la Cruz. Por otro lado, Afra vivió y trabajó en un hospital, en Madrid, dedicándose a obras de caridad, hasta su muerte el 23 de Agosto del 2008, a la edad de 80 años, tras una larga y penosa enfermedad.

    La Iglesia católica permitió la construcción del Santuario, obras que comenzaron el 27 de Mayo de 1.947. El complejo religioso está compuesto por una pequeña capilla que cubre y encierra el castaño donde se manifestó la Virgen, otra capilla, llamada de la Reconciliación, ya que la Virgen, entre otras cosas, también pidió Paz y Perdón  y un Santuario de carácter sagrado, de  mayores proporciones, presidida por una imagen de  Nuestra Señora de los Dolores.

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    El santuario de Chandavila durante estos años no ha dejado de recibir devotos de la Virgen. Son muchísimos los testimonios que existen en las redes. De su blog hemos elegido el que a continuación os inserto, uno mas de tantos que han hecho que el nombre de Chandavila haya traspasado frontera y hoy día sea el Santuario mariano extremeño, después del de Guadalupe, que recibe mayor número de personas que llegan para rezarle a la Virgen . 

CHANDAVILA, YO ESTUVE ALLI AQUEL DIA. 


                           Joaquina. 


Decía Juan Pablo II que la fe, además de conocerla, hay que vivirla. Esto es precisamente lo que hizo la protagonista de nuestra historia, ¡vivirla!


    Las apariciones marianas han acontecido a lo largo y a lo ancho de la historia, llegando algunas a alcanzar renombre mundial, como son los casos de Fátima en Portugal o Lourdes en Francia.

    Estas poblaciones se han convertido en destino de peregrinación de miles de fieles procedentes de todos los rincones del mundo. Unos buscan esperanza, otros iluminación y muchos su salud o la de sus seres más queridos.

    Chandavila es un paraje del oeste de la provincia de Badajoz, perteneciente a La Codosera, muy cerquita de Portugal, localidad que años atrás llegó a formar parte de su reino, hasta que en el año 1297 y por medio del Tratado de Alcañices entre la Corona de Castilla y el reino de Portugal, que establecían sus fronteras, pasó a formar parte de Castilla. 


    En este lugar, uno de los rincones más bellos de Extremadura, en el año 1945 dos niñas, Marcelina Barroso Expósito y Afra Brígido Blanco afirmaron haber presenciado en varias ocasiones la milagrosa aparición de la Bienaventurada Virgen María bajo la advocación de Virgen Dolorosa, según los dones y atributos que presentaba esta visión. No sé cuál fue el motivo que movió a la protagonista de este relato a peregrinar en los difíciles años de la posguerra española, tiempos de hambre y miseria, hasta Chandavila y ser testigo presencial de los hechos, aunque espero que a lo largo de estas líneas y guiados de su propia mano, logremos revelar los verdaderos motivos de este viaje. La protagonista de esta historia, vivió en Don Benito, pero nació por circunstancias de la guerra, en la capital de la provincia, Badajoz, aunque sus orígenes están en Alburquerque. 




    En aquel tiempo, el de las apariciones, vivía en Valencia de Alcántara, provincia de Cáceres, con una tía, hermana de su padre, llamada Dionisia.

    En el año 1942, Joaquina seguía viviendo en una casita de la calle Polvillo en Don Benito, donde un día recibieron la visita de su tía, una mujer viuda, férreamente enlutada como tantas mujeres de aquella época, que había quedado devastada por una gran pérdida y sumida en una profunda melancolía, lo que hoy llamamos depresión. 

Valencia de Alcantara. 

    Dionisia vivía sola en Valencia de Alcántara (Cáceres) pues no tuvo descendencia. Propuso a su hermano, que por qué Joaquina no se iba a vivir con ella, prometiéndole que la cuidaría como a una hija y que no le faltaría de nada y así llenaría el vacío que le dejó la vida. La familia se lo comentó a Joaquina que, sin pensárselo dos veces y compadecida por la pobre de su tía, accedió de buen grado, pese a la gran pena que le suponía tener que abandonar a sus padres y hermanos. Marcharon las dos en un viejo tren de madera rumbo hacia una nueva vida, pero su sacrificio valdría la pena pues el destino del resto de su vida quedó escrito a raíz de este viaje. Dionisia le dio a su sobrina un pañuelo para que secara sus lágrimas mientras se alejaban por la ventanilla su hogar y su familia, que la despedía desde el andén.

    Llegaron a Valencia de Alcántara donde Joaquina se quedó asombrada cuando vio ese pueblo tan blanco, las casas blancas con los balcones y las ventanas llenas de flores. Era el 3 de Mayo la fiesta de “La Cruz”, por lo que las calles estaban engalanadas. Había mantones de Manila…colchas… y una gran cruz adornada con flores en una plazuela. Entre las vecinas hacían competiciones para ver cuál era la más bonita. En el medio de la plaza también había una mesita de madera con un cesto de mimbre, donde los vecinos echaban dinero con el que pagar a un músico que tocaba el acordeón para que sus hijas bailaran. Dionisia echó una peseta, que en aquellos tiempos era mucho dinero, para que Joaquina bailara y conociera amigas. Joaquina no había visto nunca nada igual, tenía 14 años, no había ido nunca al “baile” por su corta edad y aquello la fascinó. 

                                                      Joaquina en el puesto de melones. 

    Hizo un montón de amigas y todos los domingos acudían a un local al que llamaban “Chimenea” desde las 4 de la tarde hasta las 8, donde bailaban, reían y olvidaban, sobre todo olvidaban la terrible época pasada, eso sí, siempre bajo la atenta mirada de los mayores, en su caso era su tía quien la acompañaba. Había un señor mayor que, si las parejas se arrimaban más de lo convenido, les tocaba el hombro con una varita para llamarles al orden. El local era todo de madera, lleno de espejos y en el centro había un organillo de manivela, que era el que amenizaba el baile.

    Joaquina ya no se acordaba de su Don Benito, que era un pueblo más triste, recuerda de esa época el polverío que se formaba por las tardes cuando regresaban los agricultores y ganaderos al final de su jornada de trabajo y a un señor mayor, sordo para más señas, que se comunicaba con una trompeta. Este señor llevaba un rebaño de cabras, ovejas, cerdos… era una especie de guardería animal. Cada mañana los llevaba al campo a pastorear y, a la tarde cuando regresaba tocaba la trompeta y cada animalito, sin que nadie se lo indicara, salía corriendo hasta entrando en su casa sin equivocarse.

    Este pueblo era completamente distinto al suyo. Entre las tareas que realizaban los hombres, le llamaba la atención cuando  sacaban los estiércoles de las cuadras o el trasiego que armaban cuando entraban la paja. Como dice ella, fue un cambio como de la noche al día, eso sí de su familia no se olvidaba, los tenia presentes todos los días en sus oraciones y siempre que podía les mandaba alguna que otra pesetilla que conseguía ahorrar. Iba pasando el tiempo y Joaquina era feliz en su Valencia.Vivían de un puesto de verduras y de un poco de contrabando ya que era ciudad fronteriza con el vecino Portugal. Pese a todo,  muchas veces discutían debido al fuerte carácter de su tía, pero siempre acababan haciendo las paces, hasta el día en que la relación llegó a ser insostenible. 

  Chandavila en la actualidad durante la celebración de una Misa, en la esplanada del Santuario

    Más o menos, esta es su Historia- 

    En el año 45, hasta su oídos llegó la noticia de que la Santísima Virgen se había aparecido muy cerca de allí, concretamente a unos 30 kilómetros de distancia en un paraje conocido como Chandavila, perteneciente al municipio de La Codosera.

Joaquina le dijo a su tía: 

---- Yo de buena gana iría a La Codosera, a ver las apariciones, que va todo el mundo----.

    Pero en aquella época no había autobuses ,ni taxis, solamente el viejo coche de la estación para llevar y traer viajeros, pero con ese coche no se podía contar. La gente iba en burros, en carros o como podía. ---Si quieres, nos podemos ir andando con las contrabandistas, que conocen bien todos los caminos---, le dijo su tía. Y se fueron con ellas, una se llamaba Rosenda y otra Eusebia, ambas hermanas, Cándida, una amiga de Joaquina y Dionisia formaban el grupo de peregrinas. Para llegar de día, tuvieron que salir de Valencia a las 12 de la noche. Toda la noche andando y al clarear el día llegaron a un bosque muy tupido, muy espeso, al que llamaban “El Pinar de Jane” y lo primero que vieron fue una cruz de alguien al que habían matado allí.

    Muertas de miedo atravesaron rápidamente el pinar, comieron por el camino unos bocadillos de tortilla y algo de fruta sin detenerse. A eso de las doce de la mañana llegaron por fin a La Codosera y subieron por las cuestas de la sierra camino de Chandavila. Al llegar, se encontraron con un gentío enorme además había puestos de venta de melones, sandías, bocadillos, bebidas… la mayoría de la gente estaba sentada en el suelo esperando la llegada de la Virgen. A las dos en punto de la tarde llegó Marcelina toda vestida de negro. A su alrededor se armó un barullo enorme. Se arrodilló y fue así hasta el castaño donde tenían lugar las apariciones, inexplicablemente sus rodillas no sufrieron daño alguno, pese a lo abrupto del terreno.

- ¡Ya viene, ya viene!-- se oían voces clamando. Después se hizo el silencio, solo se escuchaba el murmullo del viento. 

    Por el horizonte se acercaba una extraña nube, la cual se iba acercando muy despacito… hasta que se posicionó sobre el castaño. Marcelina comenzó a hablar, se suponía que con la Virgen, Joaquina no veía nada, solo la nube, otra mujer que estaba a su lado llamada Dolores, afirmaba gritando  que también la veía. El revuelo que se armó era enorme. La gente se santiguaba, se arrodillaban, mientras que el sol perdía intensidad y giraba sin parar. 

     Muchas personas afirmaban ver escenas de la Pasión, en forma de nubes, Joaquina pudo contemplar dos escenas en otra nube, la primera fue alguien que le resultaba familiar, era un Niño Jesús que sostenía en su mano izquierda una bola del mundo y con la otra bendecía. La segunda era una impresiónate imagen de Cristo crucificado que helaba los sentidos,

-----Yo no veo eso---, le dijo su tía.

    Poco después, se armaron corrillo y todo el mundo quería enterarse, por boca de la vidente, que había sucedido. Aunque Joaquina no logró ver a la Virgen, sí tuvo ocasión de hablar con Marcelina. Le preguntó y esta le contestó  que la Virgen, con lágrimas en los ojos le había dicho que se encontraba abrumada por el dolor y el sufrimiento que estaba asolando  al mundo.

Fachada del Santuario


     Apenas habían asimilado todo lo vivido en la jornada, cuando tuvieron que ponerse camino de regreso a casa, pues el grupo de mujeres que le acompañaron, no querían que les cogiera la noche en “el Pinar”. Al llegar a casa, de madrugada, tuvieron que sumergir los pies en baños de agua y sal para aliviar el dolor, dolor que les duraría varios días. Lo bueno fue que, lo vivido en aquel tiempo jamás lo olvidaron, paradójicamente sería un reflejo de lo que fueron sus vidas, cosas buenas para unas y cosas malas para otras.

    La II Guerra Mundial había terminado unos meses antes, en el año 1944 y, lo mismo que la España de entonces y la mayoría de los piases europeos,  se encontraban completamente en la miseria. 


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