"Picapalo", Alejandro Sánchez Arnela, un personaje popular.
Castillete en la mina, hoy abandonada. Fotg.de J.M.Sanchis 1984
Buenos días a todos y a todas. Son malos tiempos lo que corren con el tema del dichoso virus, pero seguro que, si ponemos todos de nuestra parte, saldremos adelante. Lo peor es estar en casa casi todo el día pero, con paciencia, nos acostumbraremos. Todo sea por la salud, la nuestra y la de nuestros semejantes. Menos mal que tenemos el ordenador y los móviles para comunicarnos. Por lo que a mi atañe, daros las gracias por vuestros comentarios y espero sean de vuestro agrado los relatos que se van publicando.
Picapalo, a la derecha del señor Obispo.
Esta mañana,
mirando la fotografía que comentábamos ayer, la del señor Obispo, que de nuevo os inserto, se olvidó indicaros que la persona que aparece a su derecha corresponde al personaje del que hablamos, Picapalo. La fotografía realizada en el año 1955, ya tiene sus años, y nuestro personaje también. Delgado y menudo, vistiendo traje de pana, que lo mismo le valía para
invierno o verano, sombrero de ala ancha y sus correajes cruzados, con su
chapa identificativa que le daba la autoridad que su cargo requería, era un hombre singular. A pesar de su avanzada edad, ahí estaba, apoyando a los actos organizados para
engrandecer el pueblo.
Su nombre completo Alejandro Sanchez Arnela, y su profesión, la de vigilar y guardar los campos, actividad con la que disfrutaba ya que trabajar en contacto con la naturaleza era su pasión. Un trabajo que cada dia lo realizaba a pie, caminando por campos y veredas, observándolo todo. Nada de en bici, ni con bestias ni nada de eso. Paso a paso comenzaba su jornada saliendo desde el lugar donde estaba la Hermandad y
a patrullar los campos, hablar con las gentes que los habitaban y tratar de
informarles para que se cumpliesen las leyes y resolver sus problemas para con
la administración. Con su sueldo de funcionario del Estado, mantenía a su mujer
y a la prole de hijos que tenía que, en aquellos años de escaseces, la vida
proporcionaba a cualquier padre de familia.
En este
trabajo, de tanto mirar al suelo y observar sus componentes, desde el principio se dio cuenta
que no todas las piedras por donde patrullaba eran iguales. Las había de todas
formas y tonalidades. Blancas, negras, marrones, grises, azules, verdosas,
rosáceas..., todo un arco iris de colores bajo sus pies observaba cada día.
Como la mayoria de personas de su época, nacidos a finales del siglo XIX, de
estudiar poco. Leer y escribir y, como suele decirse, las cuatro reglas elementales de matemáticas, sumar, restar, multiplicar y dividir y poco más pero, por su su condición de corretearse los campos codoseranos, el destino le brindó la oportunidad de poder desarrollar una de sus aficiones ocultas: la Geología.
Conocedor de la historia del pueblo, donde la mineria en el pasado, tubo un papel importante para el desarrollo de la economía local, siempre se interesó por estudiar los restos de aquellas minas, ya abandonadas su explotación, incluyendo las de oro allá en la zona de Monte Viejo, cerca de La Tojera.
Conocedor de la historia del pueblo, donde la mineria en el pasado, tubo un papel importante para el desarrollo de la economía local, siempre se interesó por estudiar los restos de aquellas minas, ya abandonadas su explotación, incluyendo las de oro allá en la zona de Monte Viejo, cerca de La Tojera.
Utilizaba los bolsillos del uniforme para guardas las piedras recogidas, aquellas que le parecían diferentes, después de estudiarlas detenidamente, imaginandose que eran tesoros ocultos en las profundidades y
así se lo hacía saber a los vecinos del pueblo, presumiendo y mostrándoselas
convencido de que alguna vez encontraría un buen filón: --Mirad--, les decía. --He
encontrado una mina, cuyo lugar solo yo cosnozco---. Así año tras años, con tesón, sus
inquietudes nunca se perdieron.
Una de las entradas a la mina.
Y sucedió que, al cabo de los años y a punto de jubilarse, sus sueños se hicieron realidad. Al final acertó encontrando una de sus ansiadas minas. Al pueblo llegaron los ingenieros técnicos de minas que, efectivamente, dictaminaron que el mineral de antimonio bajo tierra estaba allí, muy cerca del pueblo, en Quínola, y era cierto, existía.
Con el
descubrimiento de la mina, todo fueron felicitaciones y supongo que la compañía minera se la
pagarían bien para el bienestar de su familia, y además hubo trabajo por unos cuantos de años para muchos trabajadores del pueblo. Por
desgracia y hay que decirlo, al poco de comenzar la explotación, uno de los
trabajadores, yerno de Leandro, en un accidente desgraciado dentro de una de las
galerías, falleció.
Los derechos de la mina fueron comprados por la
compañía minera INDUMETAL S.A, y el yacimiento fue bautizado como Mina de San
Antonio, siendo la explotación mas importante de antimonio de España y estuvo
explotada hasta el año 1986, alcanzando una profundidad de 500 metros. Situada en el paraje de "Quínola", muy cerca de La Codosera, a unos 8 kms. de distancia. El Acceso hay que hacerlo partiendo desde el km. 8.2 de la carretera de Allburquerque, la BA.5001 y, desde allí, caminando unos 500 metros, habremos llegado. Su visualización es fácil desde la carretera indicada, toda vez que aun quedan los restos de los dos morrillos que soportaban ambas tanquetas mineras, que indicaban la entrada.
Galeria interior de la mina.
Han pasado mas de cincuenta años y la mina en lo alto de monte, rodeada de arboleda, se va deteriorando, solo quedan los restos que cada vez son menos. Los pocos visitante que por allí se acercan arramplan con lo que pueden. Los dueños, una vez que perdieron la veta, al no serle rentable, desmontaron la maquinaria y se marcharon a otro lugar. Quizás algún día, alguien piense que a la gente de este pueblo o a los que nos visitan, les pueda interesar conocer su historia y los nombres de los codoseranos aquí se hicieron mineros trabajando duramente, y adentrarse dentro de las entrañas de la tierra. Otros pueblo mineros, lo han hecho. Pero habrá que esperar.
Galeria interior de la mina.
Han pasado mas de cincuenta años y la mina en lo alto de monte, rodeada de arboleda, se va deteriorando, solo quedan los restos que cada vez son menos. Los pocos visitante que por allí se acercan arramplan con lo que pueden. Los dueños, una vez que perdieron la veta, al no serle rentable, desmontaron la maquinaria y se marcharon a otro lugar. Quizás algún día, alguien piense que a la gente de este pueblo o a los que nos visitan, les pueda interesar conocer su historia y los nombres de los codoseranos aquí se hicieron mineros trabajando duramente, y adentrarse dentro de las entrañas de la tierra. Otros pueblo mineros, lo han hecho. Pero habrá que esperar.
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