MELCHOR
PARRÒN, “Melchor”
Al haber sido bautizado con un nombre poco común en el
pueblo, Melchor, nuestro personaje de hoy, es un hombre muy querido y conocido
por sus vecinos y paisanos.
Acaba de cumplir los cien años y eso
si es un logro al que no llegamos muchos de los humanos. Cien años son muchos
años y por eso la vida de Melchor es apasionante, al haber sido testigo de un
largo periodo de tiempo de nuestra historia reciente. A su nacimiento un 6 de
enero de 1920, sus padres le pusieron el nombre más apropiado para tal
efeméride, por haber nacido en uno de los días más felices para los niños, la
noche de la festividad de los REYES MAGOS.
Debe de ser por ello que la estrella de Navidad que guiaba a los Magos,
en su vida, también ha brillado durante tantos años.
En el mundo, los años veinte fueron
locos de verdad. Recién terminada la I Guerra Mundial, la gente buscaba
diversión para olvidar las calamidades de tal catástrofe humana, aunque en
nuestro país las cosas no estaban para fiestas y por ello el pueblo no lo
pasaba nada de bien. El final del siglo XIX fue nefasto para España, al haber
perdido el resto de sus colonias en ultramar, Puerto Rico, Cuba y Filipinas,
que se independizaron para siempre, después de una larga guerra que marco a la
juventud de la época.
Pues, en esos años nada halagüeños,
nació nuestro amigo Melchor.
Sus padres tuvieron tantos hijos que
sumaron doce, Ovidio, Joselín, Nicanor, Florencio, Laura, Felisa, Encarna, Pepa,
Julia, Ramona, Marisol y Melchor. Todos se criaron bien a pesar de las
limitaciones con que contaban. La mayoría se quedaron a vivir en el pueblo,
otros emigraron a la capital y una de las hermanas cruzó el charco y Argentina
fue su destino, donde contaban con familiares.
Melchor fue uno de los que se quedó a
vivir en el pueblo para trabajar en lo que fuera. Principalmente en el campo de hortelano y después ir a vender la verdura con un burro a los mercados de San Vicente y Valencia de Alcántara. La huerta en el paraje de Valdelorenzo, muy cerca del río Gévora, era propiedad de su padre, Ovidio, donde además de las verduras, cultivaban todo tipo de criaderos de plantas, una especialidad con la tuvo bastante éxito, siendo sus clientes no solo de la población, si no de los pueblos limítrofes.
Ruta de contrabandistas.
Terminada la Guerra Civil española,
en el año 39, Melchor tenía 19 años. Ya había crecido y, como muchos de los
hombres de su edad, comenzó a pasar la frontera portuguesa, unas veces solo y
otras en compañía de amigos o conocidos del pueblo. Su objetivo era comprar
alimentos en Portugal y venderlos en España, donde en aquel periodo de pos guerra,
no había casi nada para comer. Los campos durante los tres años de contienda no
se sembraron y volver a ponerlos en condiciones de producir era ardua tarea.
Así que, la despensa era Portugal,
pero había que pasarlo de contrabando, al no existir firmado un tratado comercial entre los dos países, pues, ni para acá ni
para allá. Nada. Estaba totalmente prohibido y al que cogían pasando la
frontera con artículos de lo que fuese, a la cárcel derecho. Para evitarlo, el pueblo se llenó de
carabineros y guardias civiles que fueron los encargados de impermeabilizar la
frontera en la parte española y los guardiñas en la portuguesa. Pero como nos
comentaba nuestro amigo Melchor, había que comer y los estómagos estaban medio
lleno por lo que muchos fueron los hombres que, arriesgándose, se lanzaron al monte y se
dedicaron a pasar alimentos y lo que fuese menester. El caso era ganar dinero y
poder cenar en familia. El café fue uno de los más rentables, ya que Portugal,
que aún mantenía sus colonias africanas, era un gran productor.
Para Melchor, al vivir a las afueras
del pueblo, a un kilómetro y medio aproximadamente, este oficio de
contrabandista tenía sus ventajas. Salir de casa, atrochar por los montes y
coger la senda río arriba hasta llegar a los torrefactos portugueses, era fácil.
El regreso a España, con la mochila a cuestas, solían hacerlo en cuadrilla
todos juntos. Lo peor que nos cuenta, era al tener que cruzar un par de ríos,
uno portugués y otro español que, al no conocer su profundidad para poder
vadearlos, tenían que aprovechar la noche para no ser visto por las
autoridades, y averiguar el lugar adecuado donde no cubriese, por lo menos que
le llegase hasta la cintura para que los paquetes de café no se mojaran. Lo
hacían en fila india, unos detrás de otros y, el más bajito del grupo, iba el
primero. Cuando a éste, le llegaba el agua al cuello, rectificaban y elegían
otro lugar. Era un trabajo duro, pues con una carga a las espaldas de unos
veintitantos kilos, habrían de recorrer unos cuarenta kilómetros de distancia hasta
llegar al destino, ya en la provincia de Cáceres.
De su infancia aún recuerda el nombre
de su maestro, don Telesforo, que llegó a ser alcalde del pueblo. En la escuela
aprendió las primeras letras, que fueron pocas, toda vez que él, como la
mayoría de los chavales de su época, desde bien pequeños, los padres los ponían
a trabajar en cualquier cosa de provecho. Toda ayuda era buena para llenar el plato
de comida cada día, como solía decirse.
Aunque nacido en La Codosera, su
familia procedía del caserío en las Huertas de Valencia de Alcántara y todavía
recuerda las historias de su abuelo paterno, el abuelo Parrón, un gran
patriarca, empresario y amante de viajar por el mundo. En uno de estos viajes,
cuando su padre era un mozalbete, conoció en Lisboa a un personaje francés con
el que hizo buena amistad. Antes de regresar a Extremadura le preguntó por cuál
era su profesión y éste le contestó que era pintor y además maestro de música. Entonces
le dijo que, si quería, lo invitaba para que se viniese a España, a su casa,
donde le daría posada y comida, con la condición que enseñase música a sus dos
hijas. Al llegar a Las Huertas montó una academia donde iban algunos de los
chavales locales y, en sus ratos libres, además de enseñar música, fueron
muchos los lienzos que pintó con escenas costumbristas locales. La mayoría de
los cuadros, con el tiempo, viajaron hasta Buenos Aires, aunque aún quedan
algunos en el pueblo, propiedad de sus familiares.
A demás de lienzos, era un experto en pintar murales. Este que os muestro aún se conserva en las paredes de la vieja casa, cuando ésta era una taberna, también propiedad del abuelo. Representa una tradición de los mozos en las fiestas o festejos. El reto consistía en que, si los jóvenes conseguían entrar en el bar y llegar hasta el mostrador con una moza, normalmente entre dos, a la que previamente habían sentado en una silla, el tabernero los invitaba a una copa. El mural es de grandes dimensiones y ocupa toda una pared.
A demás de lienzos, era un experto en pintar murales. Este que os muestro aún se conserva en las paredes de la vieja casa, cuando ésta era una taberna, también propiedad del abuelo. Representa una tradición de los mozos en las fiestas o festejos. El reto consistía en que, si los jóvenes conseguían entrar en el bar y llegar hasta el mostrador con una moza, normalmente entre dos, a la que previamente habían sentado en una silla, el tabernero los invitaba a una copa. El mural es de grandes dimensiones y ocupa toda una pared.
Mural.
"Escena de caza". Óleo sobre lienzo.
La otra pintura que os muestro, es un lienzo y representa, como veis, una escena de caza. En el centro, aparece el abuelo Parrón cazando en el monte con su perrita y, a la derecha, la pareja de guardias dándole el alto, toda vez que era temporada de veda y, por tanto, estaba prohibida la caza. A la izquierda, una de sus hijas con el brazo en alto avisándole que los guardias estaban por allí.
La mañana que estuvimos en casa de Melchor llovía, una lluvia muy de agradecer por la falta de agua que le hace al campo. A nosotros se nos pasó el tiempo volando. Melchor nos habló de lo orgulloso que se siente de sus nietos, ya con las carreras universitarias terminada y con la suerte de poder estar trabajando. Lo encontramos muy bien de salud y esperamos poder felicitarlo el año próximo y muchos años más, así que, para él y toda su familia, muchas felicidades y nos vemos.
Ya estamos en el 2021 y acabamos de celebrar la Festividad de los Reyes Magos, un año más. Un año mas que acaba de cumplir nuestro amigo Melchor. Con tal motivo, Extremeños Centenarios acaba de publicar la reseña que a continuación podreis leer.
""Hoy me gustaría felicitar a este gran señor, nacido en el día más querido del año, un día mágico... se trata, de Don Melchor Parrón Carrión nacido en La Codosera provincia de Badajoz el día 6 de enero de 1920 actualmente se encuentra viviendo en su casa de La Codosera provincia de Badajoz dónde ha cumplido ¡¡¡¡¡101 años!!!! Se encuentra estupendo con una gran salud y fortaleza que le caracteriza. Nos brinda el año con una copa, y con esa mirada pícara que le representa como buen extremeño... tiene un gran sentido del humor está siempre riendo y dando cariño a todos los que le rodean... le tocó vivir uno de los años más duros de España eran doce hermanos y no había nada para comer y mucho menos trabajo... debido a la cercanía con Portugal tuvieron que lanzarse a lo que se lanzaban todos los extremeños... al contrabando... en aquella época uno de los productos más cotizados era el Café... Melchor aún recuerda esas noches frías... tenía que quitarse la ropa para poder cruzar el río que separaba las dos regiones... siempre despistando a los cuerpos de seguridad... desde luego algo que nunca olvidará. Esto es algo que no se debería olvidar, pues ellos saben que es tener que arriesgar su vida por un poco de pan para comer.... con esto digo una cosa... ninguna comida está mala, ninguna comida se rechaza y por supuesto todos debemos comer... si tú no quieres habrá gente que sí... todos merecemos un pan y un plato de comida diarios... para no volver a esos horribles años 40' y 50.. qye es mejor olvidar.
¡FELICIDADES Melchor Parrón Carrión a por los 102 años!!
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